En las dos una alambrada se convierte en protagonista. En El niño del pijama de rayas dos niños establecen una relación a través de ella: uno es el hijo de un alto oficial Nazi, el otro un niño judío encerrado en un campo de concentración. En Los limoneros una cerca y algo más debe separar a dos vecinos: uno es ministro de Defensa israelí, la otra una campesina cultivadora de limones árabe.
Sin embargo, sabemos que la amistad entre los niños es una licencia dramática. Que nunca habría sido posible en la realidad. Porque en los campos de concentración había torres de vigilancia y guardias encargados de evitar cualquier tipo de relación con el exterior. Y también sabemos que el conflicto entre el ministro judío y la campesina árabe seguramente no se habría resuelto de una manera tan pacífica y civilizada. Porque los servicios secretos y la seguridad nacional no se andan con tantos miramientos.