..de Pixar. Lo han vuelto a hacer. Se han vuelto a superar. Y han hecho su mejor película. Y eso es mucho decir cuando las referencias son “Toy Story”, “Buscando a Nemo”, “Los Increíbles” o “Ratatouille”. Por no hablar de sus magistrales cortos. Pero es que “Wall-E” es un clásico instantáneo. Una de esas películas de las que uno sale con ganas de darse la vuelta y verla otra vez. Porque uno sabe que a pesar de haberla disfrutado, en los siguientes visionados el placer va a ser aún mayor.
Y no se lo ponen fácil a ellos mismos los chicos de Pixar. Porque para empezar nos sitúan la historia en un futuro apocalíptico y en una tierra desierta. En un basurero. El protagonista es un robot-robot (de la familia de Cortocircuito) con un aire a priori bastante poco expresivo. Aparentemente sólo metal y cables. Y en los primeros 40 minutos no hay diálogos. Pero Wall-E tiene su corazón. No lo vemos, pero lo adivinamos. Y todos entendemos lo que le ocurre. Todos sabemos lo que piensa y lo que siente. Tampoco debería sorprendernos tanto. Hace años ya lo hicieron con un flexo.
No voy a contar nada más del argumento. No es cuestión de destriparla para los que aún no la hayan visto. Pero que nadie se espere material ligero para divertimento estival. “Wall-E” tiene mucho que ofrecer. Todos entenderemos EL significado de ¡NO QUIERO SOBREVIVIR! ¡QUIERO VIVIR! Y quizá por esto no es una película fácil para los niños más pequeños, más acostumbrados a ver acción desenfrenada que inteligencia y la sensibilidad en las pantallas.
“Wall-E” es una maravilla. Una obra maestra. Pura poesía visual. Contiene algunas de las mejores secuencias que hemos visto en las pantallas en los últimos años. El tipo de película que los padres dirán a sus hijos que quieren volver a ver.