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1BILLION RISING: HISTORIAS REALES

En este día de San Valentín casi acabado, decidimos hacer algo especial, tan especial, que no tuviese nada que ver con el amor y que fuese revolucionario, como es la iniciativa mundial de 1BILLON RISING.

 

El 14 de febrero de 2013,  UN BILLON de personas se unen para bailar en todo el mundo en rechazo hacia la violencia de género, pidiendo un cambio. Estas personas, SE PONDRAN EN PIE, en desafío a las injusticias que sufren las mujeres pidiendo que las agresiones  acabe de una  vez.
Es una invitación a bailar, una llamada a los hombres y mujeres que quieran revolucionarse ante esta violación de los derechos humanos, por ello nosotras desde nuestro Blog Sex Moments, queremos bailar uno de los últimos bailes del día y uno de los primeros de toda una vida de cambio…

Por eso, os presentamos dos historias escritas en primera persona sobre la violencia que pueden sufrir las mujeres. Violencia que puede realizar la pareja y también, familiares cercanos. Dos historias escritas desde el corazón, historias de superación, historias que ojalan ayuden a las mujeres que sufren algún tipo de maltrato a que abran los ojos y luchen por salir adelante.

 

Te quiero contar…

Me imaginaré que se lo estoy contando a una amiga, que lo único que hará es escucharme sin interrumpir para poder desfogarme y al final de la historia sonreirá conmigo.

Quiero contar mi “escape”, el día que de un tercero sin ascensor, con dos niños en cada brazo, con las piernas moreteadas, la cara desencajada y cargando a mis espaldas años de insultos, humillaciones, golpes y sobretodo miedo, buscar mi verdadera vida. Salir de esa casa en esas condiciones y luego buscar ayuda supuso para mí algo nuevo y que nunca pensé hacer. Vivía con mi novio, padre de mis dos hijos, y al principio de nuestra relación todo fue muy bien, muy normal pero al enterarnos del embarazo y decidimos vivir juntos todo lo bonito se esfumó y le conocí de verdad.

El día a día se me convirtió en una infelicidad completa porque deje de visitar a mis padres, llamar a mis hermanas para quedar, vestirme como yo quisiera o incluso ser controlada el tiempo que pasaba con mis hijos en el parque y me dí cuenta que prácticamente me convertí en la prisionera del hombre que “me quería y no podía estar sin mí”.

Ese querer o amor en mí aparecían como dolorosas manchas negras en mi cara, brazos y piernas aguantando las camisetas de mangas largas en pleno verano para ocultar las huellas de las discusiones. Ese amor estúpido y egoísta lo he vivido con un “Cállate que así estas mejor” y cuando me callaba me sentía en un callejón sin salida en la que mi propia pareja no me respetaba y me veía como la cosa más fea y desagradable cerca suyo. Oír esas frases de eres una inútil, qué flaca estas ya nada te queda bien, cuando yo vuelva a casa tú tienes que estar allí, no me grites que te van a oír los vecinos, no tengo porque avisarte si salgo con mis amigos, nadie te va a querer a ti con tus dos hijos… Me sentía como lo más minúsculo del mundo. Un completo cero a la izquierda en la que no opinaba, no hablaba sólo aguantaba las imposiciones de un ser torpe y machista.

 

Hasta que una tarde alguien me dio un piropo (había olvidado lo que era eso) y me di cuenta que a la que habían piropeado era a mi otra yo, la que antes sonreía y saludaba a la gente sin ocultar la cara, esa chica que quería aprender muchas cosas, que tenía una familia que me quería mucho y la estaba perdiendo.

Pero toque fondo cuando un 15 de agosto mientras tenía a mi niño de 6 meses en brazos,  me golpeó de tal manera que con mis gritos mi  pequeño se asustó y lloró conmigo hasta terminar en el suelo. Aproveche una buena ocasión para salir de allí y no volví. Porque yo siempre volvía después de escuchar sus “perdónames” y sus “no volverá a pasar”.

Y no volvió a pasar por que yo lo decidí, porque me mire al espejo y me ví destrozada por dentro con las únicas ganas de llorar sin parar, culpándome de no darles a mis hijos una familia, sin quererme a mí misma, sentirme completamente avergonzada como si hubiera delinquido, por fracasar en mi relación. Pero de esos amargos sentimientos me levantaron mis hijos y mi familia.

Volví a recuperar mis ganas de seguir haciendo cosas, trabajar o estudiar con ayuda de mis padres y hermanos. Me ayudaron también las terapias psicológicas que recibí, estuve con la Asociación de Víctimas de Delitos que me asesoraron bien sobre todo en el tema jurídico y el seguimiento de la policía fue muy importante.

Ya han pasado 4 años que dejé esa vida, mejor dicho dejamos esa vida mis hijos y yo. Ahora sé lo que es vivir en LIBERTAD, SIN MIEDO soy muy feliz porque tengo mi a lado un buen hombre que educa con mucho cariño a mis hijos y a mí me ha devuelto la sonrisa y las ganas de verle llegar a casa para recibirle con besos y abrazos y eso sí que es amor.

 

LA ORUGA

 

En el modelo de familia patriarcal donde predomina el machismo como estilo de vida, hay una figura olvidada: la hija, la cual es una mujer maltratada desde que nace. No debemos centrarnos solamente en la madre ya que, por desgracia, la violencia de género va más allá y afecta a los hijos, en especial a las hijas, ya que será mujeres adultas algún día y en este ámbito deben ser “educadas” como decentes y sumisas. Con esto no quiero quitarle importancia a esas mujeres que sufren el maltrato (tanto físico como psicológico) de sus parejas sino todo lo contrario, quiero ir más allá con este tema, aprovechando que lo puedo contar en 1ª persona y dar mi apoyo a esas hijas que sufren la violencia de género por parte de padre y hermanos (éstos también son víctimas ya que son educados para ser así) y a las cuales no se les tiene en cuenta en este ámbito ya que, según la ley, “es violencia entre familiares, no de la pareja sentimental y por tanto no es considerado violencia de género”. Mi historia se puede comparar con la de una oruga porque ésta se pasa la vida esperando ese momento especial donde se transforma en mariposa y puede por fin volar hacia otro lugar y con un aspecto más bello.

Erase una vez, o dos, o tres… o las que él considerara suficientes hasta clamar su ansiedad. Mi padre era de esas personas que cambiaba de la noche al día (o en segundos) y nunca sabías en qué momento te tocaba a ti la regañina. Da igual si habías roto algo importante o no, depende de cómo se sintiera, así reaccionaba. Éramos una familia bastante acomodada económicamente pero, no sé por qué, siempre se discutía por e dinero cuando mi madre compraba ropa para nosotros o algún juguete. Yo era la pequeña y única hija de 3 hermanos, al principio nos llevábamos bien, jugábamos mucho y nos reíamos a pesar de esas discusiones tan fuertes de mis padres. Al ser la más pequeña, era la que peor llevaba las peleas y los gritos y las escapadas de mi madre, ya que no entendía por qué se iba y nos dejaba solos con mi padre. Con el tiempo, cuando yo tenía unos 5-6 años y mi hermano mayor tenía 12, empezó a respondernos mal a mi madre y a mí y yo tenía que acudir cuando él me llamaba para pegarme porque si no lo hacía, luego me llevaba doble ración (aún sigo preguntándome el porqué de su comportamiento). Empezó a humillarme delante de sus amigos, no quería jugar conmigo y me quitaba valor como persona. Entonces, me apoyé más en mi otro hermano que era 3 años mayor que yo. Era diferente del otro, éste era más humilde y teníamos más juegos en común, pero al poco tiempo empezó también a distanciarse y a humillarme junto con mi padre y se reían de mis tics y me corregían burlándose cuando hablaba algo de manera incorrecta e incluso hacían chistes cuando yo deseaba alcanzar alguna meta, como la de ser matrona como mi madre o algo que requiriera habilidad por mi parte. Empecé a ir mal en el colegio y esto provocaba más regañinas y desvaloraciones por parte de mi padre, el cual me comparaba con mi hermano mediano, ejemplo de buen estudiante. A partir de ahí, empecé a ser una especie de “saco de boxeo” para mi familia, donde yo era la que lo hacía todo mal y en la que descargaban las tensiones. Al ser un tipo de educación estricta, no podían faltar esas regañinas por parte de mi padre cuando yo quería salir con mis amigas a la feria del pueblo e incluso a la piscina, reprochándome que yo salí con niños y era una puta por ello. Eso no lo entendía porque dentro de mi grupo de amistades era la más introvertida y la que no quería tener novio tan joven sino seguir jugando con las muñecas… entonces entendí que el problema no era lo que yo hiciera o dejara de hacer, sino yo misma, ya que nunca conseguía ser hija ejemplo para él. Me comparaba con las hijas de los demás, con mi hermano mediano y sólo se sentía orgulloso de mi cuando iba a misa los domingos (por eso, el día de mi confirmación fue un día especial e el que tuve la oportunidad de demostrarle lo buena hija que era). Yo seguía mal en los estudios pero aún así no se me quitaban los ánimos de aprobar EGB e ir al instituto y demostrar que yo también puedo ser alguien como mi hermano mediano. Pero avanzar no me servía para que mi padre me valorara ya que siempre buscaba una excusa para ponerme por debajo de los demás. La época del instituto coincidió con la separación de mis padres y yo, por supuesto, elegí salir de ahí e irme con mi madre, ya que el día de antes mi padre me regañó fuertemente por comprarme unas botas “modernas” para poder tirar las que tenía heredadas de mis hermanos… (¡Necesitaba esas botas para salir con mis amigas a la disco del pueblo, no era plan de ir con botas de niño y una falda!).

Mi nueva etapa fue un cambio bastante positivo, comparándolo con la oruga, podría decir que fue mi oportunidad de poder acomodarme para sacar mis alas. Pero esa tranquilidad empezó a desmoronarse cuando mi hermano mayor empezó a visitarnos junto con su mujer y sus hijos, solamente para exigir ayuda económica e incluso para hablarnos mal a mi madre y a mí. Si algo aprendí en esta nueva vida fue a valorarme como persona y a conocer mis derechos como tal así que empecé a defenderme. Conocer mi dignidad fue lo que me salvó para salir de ese círculo de continuas humillaciones, pero también me ha perjudicado para la relación con los demás, ya que lo veían como un mal comportamiento para una niña como yo… Empecé a no entender por qué me regañaban siempre a mí y más aún cuando intentaba defenderme y, para colmo, empecé a recibir comentarios por parte de los demás diciéndome: “cuida de tu madre”. Me empecé a sentir culpable de los continuos bajones de mi madre y eso fue lo que me llevó a acercarme más a ella hasta el punto de protegerla como si yo fuese la madre (cosa que no me desagradaba porque ella se sentía bien con mi compañía). Empecé a llevar yo el mando y no toleraba en ningún caso que mi hermano mayor la tratara mal, lo cual hizo que me tratara peor a mí e incluso a maltratarme físicamente. Fueron muchos insultos y muchos desprecios los que yo recibía por parte de él, pero lo que más me hundía eran las regañinas por parte de mis padres por defenderme. Fue hace 5 años cuando llegó al extremo, según él, porque yo no quise prestarle un CD. Fue en busca mía y me amenazó afirmando que, si no le dejaba el CD, me iba a acordar toda la vida… al día siguiente desapareció mi gato. Yo estaba muy convencida de que había sido él pero nadie me creía porque nadie lo había visto. Me sentí impotente y desprotegida e incluso empecé a creer que era una paranoica por pensar eso… pero después de 24 horas, cuando opté por prestarle el CD, mi gato apareció… Fue tanto mi ira que me quería morir, porque nadie me pidió disculpas por tratarme con actitud pasota. Al poco tiempo , mi hermano y su mujer nos “visitaron” otra vez, tratando mal a mi madre e incluso sus hijos también comenzaba a faltar el respeto. Yo advertí a mi madre y quería hacerle ver que así no se le trataba… pero mis lógicas se volvían en mi contra ya que nadie me apoyaba y me ponía más de mala. En una de las discusiones con mi hermano, le advertí que lo denunciaría y fue ahí cuando me pegó una paliza. Lo que más me dolió no fue eso, sino los reproches por parte de mis padres por haberlo denunciado. Después de la denuncia vino lo de mi coche: el día del juicio me encontré mi coche rayado y con una pieza quitada. Una vez más, nadie creía mi teoría… Pasaron 2 años donde pudimos estar tranquilas ya que dejaron de venir a casa. Fue un día que mi madre tuvo que recoger a mis sobrinos del colegio y comieron con nosotras. Pudimos disfrutar la tarde con ellos e incluso le di ropa a mi sobrina. Esa noche, sobre las 3 de la madrugada, escuchamos una explosión en la puerta, al lado de mi coche había algo ardiendo y explotando, nos asustamos mucho ya que vivimos en una calle muy estrecha y sin salida. Yo pensé que era obra de mi hermano por haber estado con sus hijos… y así fue, lo que se estaba quemando era la ropa que yo le di a mi sobrina. Mi madre, por fin, denunció el caso, pero no sirvió de nada ya que está cumpliendo una condena por violencia de género hacia su mujer. A mí sólo me dió 40 € de la multa que le pusieron por pegarme, ya que se consideró “pelea entre hermanos”. Sea por lo que fuere, está donde tiene que estar. Hoy, después de muchos años de aprendizaje y por no rendirme, puedo decir que he podido sacar mis alas y puedo mostrarme tal y como soy y, lo mejor de todo, estoy orgullosa de ello, me gusto.

 

P.d. Cuando les propusimos a nuestras chicas escribir sus historia no lo dudaron ni un momento, para ellas era una forma de decir  al Mundo, …  ¡ BASTA YA ¡ . Por todo ello  y por su valentía, queremos dar las gracias a estas dos pedazos de mujeres, Paula y Mamen,  por contarnos sus historias.

P.D. Os invitamos a participar en cualquier manifestación y/o baile convocado. Os dejamos la página para que la conozcáis.

 

http://www.onebillionrising.org/page/event/search_simple

 

 

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Sobre el autor

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Desde este blog queremos acercarte al amplio mundo de la sexualidad, entendido como una fuente básica de salud, bienestar y placer para las personas.

Aquí te encontraras noticias curiosas, videos y mucha más información relacionada con el tema.

Además dispondrás de un espacio donde poder expresarte y preguntar todas las dudas que tengas, sin ser juzgad@ y respetando a tod@s por igual.

Así que anímate


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