Partamos de un principio: ser juez deportivo, árbitro, es muy complicado. Han de decidir en milésimas de segundo con solo sus ojos como herramienta. Y eso es complicado. La tecnología les ayuda, pero solo a veces, porque hay demasiadas disciplinas que se resisten a introducir las nuevas herramientas.
Sentado el principio, diré que a mi los jueces deportivos, los árbitros, me merecen tal respeto que no acostumbro a hablar de ellos. Hacen lo que pueden con la calidad que tienen, y ya está. Pero hay excepciones, claro. Y siempre esa excepción suele venir por la parte de la política. Cuando los jueces deportivos se tornan en jueces que calibran las consecuencias políticas de sus decisiones, la competición se vicia de tal manera que pierde su esencia. Y en Londres hubo el martes dos casos claros: el España-Croacia de waterpolo y el Dinamarca-España de balonmano.
Analizar los pormenores de ambos partidos sería prolijo e inútil, pero me ha llamado poderosamente la atención la coincidencia de la nacionalidad en los dos casos: Eslovenos. Pecualiar, cuando menos. Y poco casual, me temo.
Eslovenia es un pequeño país nacido de la escisión de la desaparecida Yugoslavia, y en esto del deporte ha sabido moverse bien. Tan bien que tiene mucha gente colocada en puestos importantes poco visibles. Y eso solo se logra sabiendo tocar las teclas adecuadas en esos inmensos monstruos de politiqueo y caciquismo que son las federaciones internacionales, reductos de tiempos pasados en donde se acostumbran a manejar importantes cantidades de dinero y en las que las nóminas son especialmente golosas. Total, que si Croacia pesa más que España en la FINA, y Dinamarca más que España en la IHF, y los árbitros son eslovenos y el final es apretado… completen la ecuación, pero la incógnita se despeja rápido.
Lo del gol en la piscina y el sorprendente cambio de criterio a la hora de señalar las faltas en el Copper Box pueden esconderse, por separado, en el epígrafe de errores humanos. Si las contemplas en conjuntos, ya hay que pasarlas a la carpeta de decisiones sospechosas. Y si se mantiene este ritmo, habrá que abrir un archivo rotulado como teoría conspirativa. Esperemos no llegar a tanto