Las tres elecciones regionales de este domingo en Alemania van a suponer una buena prueba para conocer los cambios que están afectando al país bajo los efectos de la crisis de los refugiados y de una emergente fragmentación política. Más de doce millones de alemanes integrantes de los estados federados de Baden-Wurtemberg, Renania Palatinado y Sajonia-Anhalt elegirán sus Parlamentos y Gobiernos locales con los refugiados en el punto de mira.
La política de acogida de la canciller Angela Merkel y el más de un millón de personas que Alemania recibió el año pasado ha tenido un doble efecto: poner a la canciller en momento más complicado de sus diez años de poder y dar alas al partido antinmigración y antieuro Alternativa por Alemania (AfD).
Los dos grandes partidos CDU-CSU y SPD se baten en retirada ante el empuje de otras formaciones, Verdes y AfD. Las previsiones para los populistas de derechas hace tiempo que han hecho saltar las alarmas. En Sajonia-Anhalt, con cerca del 20% de los votos, AfD podría desbancar del segundo lugar a los socialdemócratas superando incluso las expectativas nacionales que le colocan ya como el tercero del país con una estimación del 12%.
AfD ya mostró su musculatura el pasado domingo cuando quedó tercero en las elecciones locales en el rico y occidental Estado de Hesse, desautorizando las opiniones de que se trataba de una corriente episódica localizada en el este.
Al igual que pasa en otros países cercanos europeos y como trágicamente ha sucedido en otros momentos de nuestra historia reciente, los refugiados, los extranjeros, se ha convertido en el catalizador de un descontento difuso y marcado contras las políticas del poder. Un malestar que puede tener su justificación, pero que a través de estas formaciones xenófobas no ofrece más soluciones que un rechazo visceral y, llegada la ocasión, violento.
Una frase muy repetida en las concentraciones de AfD y que define de manera bastante fiel su postura es la de: “El Gobierno nos quita el dinero del bolsillo para dárselo a los refugiados”. Si esto sucede en la acomodada Alemania, donde el paro puede alcanzar el 4%, en otros países con condiciones económicas mucho peores, el chivo expiatorio de los refugiados puede ser una ola que empuje a cualquier formación derechista que quiera provecharse de la ocasión. De hecho, AfD este pasado verano era una formación dividida y sumida en el desconcierto hasta que aparecieron las primeras remesas de refugiados.
De la irrelevancia política, AfD ha pasado a poner en jaque a las dos grandes formaciones políticas alemanas. Los resultados de este domingo pueden suponer la renuncia del líder socialdemócrata, Sigmar Gabriel, y colocar a la canciller en una postura aún más complicada si cabe ante sus aliados derechistas de la CSU.
Las tres elecciones regionales del domingo reflejarán el impacto de la crisis de los refugiados y de la fragmentación política del país