Hay puñaladas traperas, las hay inesperadas y las hay de las que llegan a salpicar. Creo que el día que una niña de unos catorce años me preguntó: “Señora ¿es usted la última?” puede englobar los tres tipos de puñalada en una.
Te crees que sigues siendo joven, porque lo eres pero muchas veces no somos capaces de interiorizar que quizás ya no lo seas tanto. Un día de Semana Grande se nos ocurrió a mi chico y a mi ir al Paseo Nuevo a revivir nuestra adolescencia. Todavía no éramos padres, nos creíamos unos chavales con nuestros casi 30 años. Mirábamos a nuestro alrededor y veíamos niños y niñas, chavales con la cara llena de granos y las hormonas bien alteradas. Lo peor no era eso, lo peor fue darnos cuenta cómo nos miraban ellos. Creo que a más de uno pude leerle hasta el pensamiento. Decían algo así: “¿Y estos viejos de dónde han salido?”.
Ese fue el primer síntoma de que nos acercábamos a la treintena y que quizás aquella percepción que teníamos cuando éramos críos nos estaba pasando a nosotros ahora mismo. ¿Recuerdas cómo veías a los de 30 cuando tenías 16? Pues eso.
Peor fue la segunda puñalada. Seguía sin tener 30 años, mis escasos 27 no eran tan escasos como yo pensaba. Aquel día me había dejado mi Mp3 (todavía no existían los iPods, lo se soy vieja), lo que me hubiera ahorrado si hubiera llevado mi música puesta. Estaba esperando mi turno en la cola de la caja de una tienda de Donosti, se me pusieron dos niñas detrás. Calculo que tendría unos 15 añitos, se colocaron a mi vera y sin paños calientes me lo soltaron :”Señora ¿es usted la última?”. Las miré y tan solo pude esbozar un: “Si, soy la última”. Madre mía, si me pinchan no me sale ni sangre. No le dieron importancia porque claro para ellas era tan señora como las que yo veía cuando era una pipiola como lo eran estas chicas en esos momentos.
Mi voz en off también actuó en aquella ocasión. “Ya llegarás bonita, ya llegarás” pensé. Ellas siguieron tan pichis con su conversación trascendental sobre la poca ropa que tenían en el armario y sobre la pelea con su madre para que le dejara maquillarse. Justo en ese momento no me dieron mucha envidia, aunque sus culos y demás partes del cuerpo estaban en sus sitio y no se empeñaban en tocar el suelo como me empezaba a pasar a mi.
Te das cuenta de que los años pasan cuando te cruzas con aquel que iba al cole contigo. Cuando casi te cuesta reconocerlo por la falta de pelo y de cintura, pero claro te das cuenta de que tú también has cambiado, que tú eres una señora. El día que tu estatus cambia y pasas a ser madre ya no hay escapatoria. Ya serás “la madrede” que eso es mucho más que una señora.
Y todavía estoy esperando la etapa que me haga sentir más señora que nunca. El día que le tenga que explicar a mi hija que no teniamos internet, ni teléfonos móviles y teniamos una moneda que se llamaba peseta.
Si lo sé, soy una de esas “Señoras que..”.
ZUMO DE TOMATE Y ANTXOAS
Esta es una receta antiedad por los ingredientes que la forman. El tomate tiene propiedades antioxidantes y las antxoas vitaminas A y D. Muy beneficiosas para la piel y huesos dado el alto contenido en calcio también. Así que ya sabeís intentar consumir antioxidantes de la naturaleza y no de la farmacia.
Ingredientes:
4 tomates bien maduros
1/2 limón
Unas gotas de tabasco
Pimienta negra
Sal
Aceite de oliva virgen extra
Antxoas en vinagre
Antxoas en aceite
Piparras
Instrucciones:
Necesitaremos una licuadora para esta receta. Cortaremos los tomates y los pasaremos por la licuadora. A continuación le añadiremos el zumo de mdio limón, un poco de pimienta negra recién molida y sal. Removeremos y terminaremos con unas gotas de aceite de oliva virgen extra. Podemos acompañar este zumo de muchas cosas pero hoy para que sea lo más antiedad posible lo acompañaremos de unas buenas antxoas, en aceite y en vinagre.
Terminaremos acompañando de unas piparras EuskoLabel y un poco de buen pan tostado. Añadiremos otra vez sobre la brocheta de antxoas y el zumo de tomate unas cunatas gotas de aceite de oliva vigen extra.
On egin!