Tras el pitido final, se acercó a la grada y aplaudió a los 2.500 aficionados del Sunderland que se habían desplazado hasta Birmingham para apoyar a su equipo en el encuentro ante el West Brom. Sin embargo, lejos de devolver el gesto, la hinchada de los ‘black cats’ aprovechó para mostrar su descontento y hacerle saber que deseaban su marcha. Incluso, los seguidores del West Brom le dedicaron cánticos haciendo referencia a su posible despido. Hubo tensión. Paolo Di Canio permaneció inmóvil, con la mirada fija y asintió con la cabeza. Pero antes de abandonar el terreno de juego, señaló su barbilla e instó a mantener la cabeza alta.
Desde el inicio el personaje ha eclipsado al entrenador. Sus normas como técnico, las declaraciones incisivas, y en ocasiones peyorativas hacia sus jugadores, o esos gestos tremendamente expresivos han convertido a Di Cano en noticia todas las semanas. Desde que se hiciera cargo del banquillo del Sunderland, los tabloides británicos han retratado las polémicas y excentricidades del técnico italiano con cierto humor e ironía. Pero, recientemente, las singularidades del personaje pasaron a un segundo plano para comenzar a cuestionar su capacidad como entrenador.
Hacía tiempo que los rumores sobre que Di Canio había perdido el vestuario sonaban con fuerza, y cada vez eran más las voces señalando que sus ideas y métodos no funcionaban. “Trata a los jugadores de forma irrespetuosa. Si el Di Canio jugador estuviese a las órdenes del Di Canio entrenador, estoy seguro de que ni él mismo querría trabajar con él”, así opinaba el defensa del Chester, Danny Higginbotham, en la revista Twentyfour 7 Football.
La semana pasada, el manager italiano declaraba: “Cuando la gente habla el Sunderland siempre lo hace de Paolo Di Canio. No me preocupa, porque beneficia a los jugadores”. Esta ha sido, sin duda, una de las mayores incoherencias del técnico. Desde el comienzo de campaña ha arremetido públicamente contra sus jugadores y, al mismo tiempo, ha desvelado a la prensa varios entresijos del vestuario. Sus preocupaciones acerca de que las nuevas incorporaciones no hablan inglés, la “falta de líderes en el vestuario”, los “incorrectos hábitos alimenticios” o decir que “los jugadores tienen basura en el cerebro”, han sido algunos de los temas estrella en sus entrevistas. Es evidente que, en su afán de protagonismo, Di Canio ha optado por lavar los trapos sucios fuera de casa.
Quizá, todo esto se vería reflejado como algo meramente anecdótico si no fuera porque el Sunderland ha sumado cuatro derrotas y un empate en lo que va de temporada. Las sensaciones que ha dejado el colista de la Premier desde el inicio de campaña han sido las de un equipo sin alma, sin ambición y sin ganas de jugar al fútbol. Y, cuando las malas actuaciones son colectivas, como en este caso, se antoja complicado pensar que la culpa es exclusivamente de los jugadores. Las declaraciones punzantes de Di Canio se volvieron en su contra, perdió el apoyo de los jugadores y, en consecuencia, su puesto. Y es que, la capacidad para gestionar un vestuario no se aprende en ningún manual de entrenador. Final previsible para un entrenador que ha generado mucho ruido y pocas nueces.