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El fútbol no tiene sexo en el Chad

Dené Sumgubrig y Alexia Sidibé comparten vestuario y colores con más de 20 hombres en el FC Tonerre Kelo, una de las mejores escuadras del sur del Chad. La escasez de jugadores a causa de la pobreza y la pertinaz hambruna que padece una de las naciones más míseras del planeta han hecho factible un llamativo fenómeno en sus terrenos de juego: los equipos de fútbol mixtos.

No es casualidad que el fútbol chadiano abriera el libro de su historia recibiendo la mayor paliza que registran sus pobres estadísticas: 6-2 frente a Senegal en la antigua Dahomey (hoy Benín). Dos naciones florecientes cuyo recorrido sobre el manto verde desde aquella tarde de abril de 1963 no ha podido ser más dispar. Mientras que los Leones de Teranga comparten junto a Camerún y Ghana el orgullo de ser las únicas elecciones africanas que han alcanzado los cuartos de final de una Copa del Mundo, Les Sao (apodo con el que se conoce al equipo nacional) han sido incapaces de hacer una mísera finta a las catacumbas del balompié continental.

El Chad tiene el dudoso honor de contar con la peor selección de África en relación a su tamaño (dos veces y pico la geografía de España) y número de jugadores federados (5.750). Términos como Copa de África o Mundial suenan a chino en un país que ocupa el puesto 162 en el ránking de la FIFA. Ni siquiera el hecho de que Lesoto (166), Mauritania (172), Guinea-Bissau (183), Madagascar (188), Eritrea (197), Sudán del Sur (200), Somalia (203) o Yibuti (204) circulen por puestos más bajos en dicha clasificación sirve de consuelo a los cientos de miles de fieles seguidores que Messi y su Barcelona tienen por estos lares.

FOTOS: DAVID RUIZ

Y es que montar sobre la marcha un partido de fútbol de verdad, de los de once contra once, o disponer de un balón en condiciones  en la cuarta nación más pobre de la tierra resulta mucho más complicado que dar con una televisión para ver en acción a La Pulga y sus secuaces. Si además pretendemos hacerlo en otro lugar que no sea la capital, Yamena, la misión se torna poco menos que en una quimera.

La centralización de casi todos los recursos de que dispone el Chad ha hecho también inviable el profesionalismo más allá de los lindes de la provincia desde la que gobierna con mano de hierro el dictador Idriss Deby. La práctica totalidad de los 50 clubes registrados en la Federación Chadiana de Fútbol (FCF) tienen su sede en Yamena, lo mismo que la Primera y la Segunda división, las dos competiciones más importantes del país. Los diez equipos que conforman la Ligue 1 son los únicos que pueden considerarse profesionales en el sentido estricto de la palabra, y eso gracias a la subvención de empresas poderosas como las petroleras o la compañía de la luz.

Como las ayudas de la FIFA a través de los proyectos ‘Goal’ y ‘PAF’ para el desarrollo de infraestructuras deportivas y del fútbol base tampoco encuentran eco en otro lugar que no sea la capital del reino sátrapa de Deby, ciudades con núcleos de población importantes como Kelo, Doba, Lai, Bebedjia o Moundou tienen que buscarse literalmente la vida para hacer posible que el balón ruede por sus  polvorientos y casi siempre improvisados terrenos de juego.

La escasez de efectivos por mor de las penurias económicas y la hambruna pertinaz que padece la población ha hecho factible un curioso fenómeno en las canchas chadianas: la mezcla de hombres y mujeres en los equipos de fútbol. “No hay suficientes jugadores como para hacer competiciones de chicos por un lado y chicas por el otro, así que los equipos son mixtos. La afición por el fútbol es enorme y en condiciones normales habría mucha más gente jugando, el problema es que casi todos nuestros clubes son amateurs y no pueden pagarles el material y mucho menos alimentarles, así que son muy poquitos los que se acaban quedando con nosotros”, explica Toukam Alhassana, entrenador del FC Tonerre, una de las mejores escuadras de Kelo, en cuyo once de gala figuran dos chicas: Dené Sumgubrig y Alexia Sidibé.

REBELDE CON CAUSA

Dené se autoproclama la rebelde del grupo. Tal vez por ello luzca un llamativo gorro negro y una elástica del Real Madrid con el nombre de CR7 a la espalda. “Es que es mi ídolo y además juego de extremo, como él”, aclara esta delantera-pánzer de 21 años que defiende a capa y espada su madridismo frente a las hordas azulgranas que la rodean por estas latitudes.

Entrenarse y jugar todas las semanas con chicos nunca ha sido un problema para ella, aunque reconoce que son pocas las mujeres que gozan de la libertad y los medios necesarios para practicar un deporte que en el Chad sigue siendo, en esencia, un coto privado de los hombres. “Me encanta jugar con chicos. Creo que te ayuda a mejorar tu nivel y es un estímulo para nosotras, ya que son pocos los hombres que aprueban nuestra presencia en un campo de fútbol. Vivimos en un país muy machista, pero si les demuestras que sabes qué hacer con el balón, te acaban aceptando, aunque les cuesta”, admite entre risas.

“Vivimos en un país muy machista,
pero si les demuestras que sabes jugar, te acaban aceptando”

Alexia no es tan echada para adelante como su mejor amiga. Por eso a Dené no le queda otra que hacer las veces de ‘escudo antimisiles’ de esta volante de grácil figura, fina zurda y ferviente admiradora de John Obi Mikel y el Chelsea. “Vine a jugar al Tonerre porque me trajo Dené. Yo no me habría atrevido sola. Saber que ella está cerca en la cancha me tranquiliza y me da fuerzas, porque a veces tienes que escuchar dentro del campo cosas bastante desagradables. Al menos, nos dejan jugar con ellos. Hasta hace muy poco tiempo esto era algo impensable”, reconoce justo cuando las sombras del atardecer de Kelo impiden ya distinguir la suavidad de las facciones de su rostro de ébano.

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