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Palestina: fútbol de ocupación

El fútbol, la única gran pasión que puede permitirse el millón y medio de habitantes de los territorios ocupados de Cisjordania, está pagando las consecuencias de la nueva condición de ‘Estado observador no miembro’ lograda por la Autoridad Nacional Palestina en la ONU. El chileno Roberto Kettlun, principal atracción del balompié en Tierra Santa, explica cuán complicado se hace dar espectáculo sobre el césped ante el recrudecimiento de la presión ejercida en todos los ámbitos de la vida diaria por las fuerzas armadas israelíes.

“El mes pasado nos retuvieron en la

frontera jordana y ahora sólo podemos

pisar suelo palestino”


El 30 de noviembre de 2012 Palestina dio un paso de gigante en su cruzada por liberarse de las ataduras que le amarran a Israel al obtener el reconocimiento por parte de la ONU de su condición de ‘Estado observador no miembro’ en el citado organismo internacional. El importante logro diplomático cosechado en Nueva York por Mahmoud Abbas, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), dio pábulo a un recrudecimiento de las tensiones que se viven en los territorios ocupados por las fuerzas armadas hebreas desde hace más de cuatro décadas.

La proliferación de asentamientos de colonos israelíes en Cisjordania continúa siendo el epicentro de unas disensiones que imposibilitan el acercamiento de posturas entre ambos gobiernos y cuyo símbolo más traumático está representado por un muro de 753 kilómetros que rodea y separa a más de millón y medio de palestinos de sus vecinos hebreos.

La intensificación de ese apriete de tuercas por parte del Ejecutivo de Benjamín Netanyahu se está dejando notar en todos los estamentos de este ‘país’ de bolsillo (su superficie apenas alcanza los 5.640 km²). Y el fútbol no es una excepción. La naciente y popular Cisjordanian Premier League se estrella una semana y otra también con los efectos nocivos de una guerra sucia que, lamentablemente, tiene visos de ser el cuento de nunca acabar.

Roberto Kettlun, con la camiseta de la selección palestina. FOTOS: DAVID RUIZ

Roberto Kettlun (Santiago de Chile, 1981) es la vedette del Hilal Al-Quds, acaso la mejor de las doce escuadras que conforman la élite del balompié palestino. Un ‘Messi’ chileno en Tierra Santa que abandera también a la selección nacional por mor de su abuelo paterno, originario de Belén. Empero, su idolatría y notable habilidad con la redonda sirven de muy poco cada vez que encara los fusiles de asalto M16 o los Tavor de las fuerzas armadas hebreas en los múltiples control militares que sesgan la geografía del llamado West Bank para hacer todavía más difícil la vida a los lugareños.

“La situación se ha endurecido bastante desde diciembre. Hace poco más de un mes viajé con mi familia a Jordania un par de días para renovar los visados de turistas que teníamos para ingresar desde allí a Israel, y a la vuelta no nos querían dejar entrar. Íbamos con mis dos hijas, una de ellas recién nacida, pero les daba lo mismo. Sólo después de cinco horas de espera y tras muchas llamadas de los dirigentes de mi club a las autoridades israelíes, además de la ayuda del consul chileno en Palestina, pudimos pasar la frontera con un permiso temporal de dos semanas, con el tiempo justo para tramitar los papeles. Ahora me han dado el visado de trabajo por un año, y sólo para los territorios ocupados, con lo que ya no podemos pasar a Israel”, narra con aire de resignación ‘Peto’, vía telefónica, desde su hogar en Ramallah, la capital de este ‘reino de Taifas’ contemporáneo.

“A veces los partidos empiezan más tarde

porque un equipo quedó retenido

en un ‘check-point israelí”


Esa estresante vida rodeada de alambres de espino, muros infranqueables y check-points a la vuelta de cada esquina mediatiza por completo la actividad diaria de los pocos profesionales que viven del balompié en un terruño acuciado además por una durísima crisis económica. “Los sueldos siempre van con dos o tres meses de retraso. Pero no sólo en el fútbol, también en las entidades públicas. Aunque hay cosas peores. Nuestro club tiene su sede en Jerusalén Oriental, la parte antigua y sagrada de la ciudad, pero pocos jugadores tienen permiso para ir allí, así que entrenamos y jugamos en El Ram, el estadio Nacional. Está a 15 minutos en coche de la capital, pero como hay que pasar junto al principal control fronterizo, la congestión es siempre tremenda, así que puedes tardar un par de horas fácil”, explica.

Ante tal panorama, no es de extrañar que rara vez se cumplimenten las jornadas ligueras sin sobresaltos: “Lo de llegar tarde es bastante habitual por los desplazamientos, así que no se aplican castigos si un partido empieza media hora más tarde o un equipo no se presenta porque quedó retenido en un check-point. A veces incluso se programa jornada doble los fines de semana por la falta de estadios (apenas existen siete en toda Palestina), porque el ambiente se caldeó de repente o simplemente para enganchar a un poco más al público”.

“Mi equipo es de Jesuralén,

pero como algunos no podemos ir ahora

allí, jugamos en Ramallah”

Reconoce el hasta hace no mucho tiempo volante del Brindisi italiano que todas esas dificultades, unidas a la falta de experiencia profesional, juegan en contra del crecimiento del balompié en los territorios ocupados, por más que sea una auténtica fiebre popular y que toda Palestina se paralice cada vez que Barça o Real Madrid entran en escena. “Tenemos equipos que llevan más gente que otros al estadio. Entre los más populares están el Dahriya, Shabab Al Khalil o Al Amari, que ganó la Liga hace dos años y es el cuadro de un campo de refugiados. La Asociación Palestina se cuida muy mucho de que nuestros partidos no coincidan en horario con uno del Madrid o del Barça. Si eso ocurriera, no vendría a vernos nadie”.

La espiral de buenos resultados obtenidos en los últimos tiempos por el combinado nacional también se ha visto frenada en seco por el deterioro de la situación, que entre otras cosas impide que los internacionales que residen en la franja de Gaza puedan unirse a sus compañeros en Cisjordania para defender la enseña patria sobre el rectángulo de juego. “Hemos dado un paso atrás con esto. Volvemos a los tiempos en los que los jugadores que llegaban desde Gaza no tenían permiso para venir a Ramallah. Es una lástima que el fútbol tenga que pagar las consecuencias de la política, pero así están las cosas y no hay mucho que nosotros podamos hacer”.

“La Federación evita que juguemos a la vez 

que Madrid o Barça. Si eso pasara, no

vendría nadie a vernos”

Kettlun lamenta, de igual modo, que la ausencia de una Ley contra la Violencia en los estadios palestinos dé pábulo demasiado a menudo a situaciones reprobables. “El público aquí es bastante, digamos, temperamental. Por desgracia, no es raro ver botellas de agua volando en dirección a la cancha. Una vez incluso cayó una muleta de titanio delante de un juez de línea. En uno de mis primeros partidos con Al-Quds el árbitro lo detuvo durante 10 minutos y amenazó con suspenderlo si los aficionados no detenían los cánticos ofensivos contra él. Hay muchos detalles por pulir, entre ellos el de la falta de civismo”, concluye.

Formación del Hilal al Quds antes de un partido de la Premier palestina


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