La exquisita estética de sus regates y la magia de sus pases tienen encandilada a la Premier League, que asiste expectante cada semana a los recitales de un jugador cuyo techo se barrunta aún muy lejos. A pesar de proceder de un hogar futbolero por los cuatro costados, la elegancia de sus movimientos sobre el césped tiene mucho que ver con la infuencia de su tío paterno, todo un gurú del ballet clásico.
“¿El secreto de mis regates? Me caí de pequeño en una poción mágica”. Eden Hazard (La Louviere, 1991) tiró de ingenio para salir del paso cuando un periodista inglés le preguntó por el origen de ese arte suyo para quebrar la cintura a sus defensores.
Cualquiera pensaría, en buena lógica, que los pases imposibles y regates en velocidad que el genial extremo belga del Chelsea dibuja sobre el césped en cada partido están ligados estrechamente al ADN futbolero de los Hazard. Thierry (ex medio defensivo en La Louviere) y Carine (ex atacante en la Primera belga), inocularon el veneno de la redonda a sus cuatro varones (Eden, Thorgan, Kylian y Ethan). Los tres mayores se ganan ya la vida con el deporte que mamaron desde su tierna infancia en el nido familiar de la pequeña localidad de Braine-le-Comte.
Pero no. Al mejor futbolista que en la actualidad pisa los inmaculados ‘greens’ de la Premier League la inspiración le viene de su tío paterno, bailarín de profesión. Aunque hoy día regente una casa rural en la Provenza francesa junto a su pareja, el hermano de Thierry fue hasta hace no mucho tiempo un auténtico gurú de la danza en su país.
Formado en el prestigioso Ateneo Real Jules Bordet de Bruselas, Olivier Hazard arrancó en 1985 una exitosa carrera como solista de ballet clásico que le llevó durante un par de décadas a trabajar para algunas de las compañías más importantes del Viejo Continente, como el Ballet du Nord, el Ballet de Monte Carlo o el de la Deutsche Oper am Rhein de Düsseldorf.
La ascendencia de Olivier sobre Eden ha estado siempre latente desde que el internacional belga contemplara embobado a mediados de los 90 los arabescos que su tío trazaba en el aire mientras ensayaba la coreografía del ‘Lago de los Cisnes’, ‘Romeo y Julieta’ o el ‘Magnificat’ de Johann Sebastian Bach.
Tanto es así que la nueva estrella de la Premier celebró en 2012 su enlace matrimonial con su novia desde los tiempos del instituto, pocos días antes de incorporarse a la disciplina del Chelsea, en la mansión del siglo XVI que Olivier reformó hace seis años junto a su socio y pareja, Thierry Figuiere, a las afueras de Luberon, en el sur de Francia.
A imagen y semejanza de lo que le sucede a Billy Elliot en la afamada película dirigida por Stephen Daldry, el inopinado ‘maestro’ del segundo mejor asistente de la Liga inglesa (sólo superado por Rooney) se lo debe todo al profesor de gimnasia que tuvo en la escuela de Braine-le-Comte. De hecho, su gran pesar fue no haber podido agradecérselo, según confesó hace algún tiempo en una publicación belga. “Nunca pude darle las gracias por animarme a seguir adelante y dedicarme profesionalmente a la danza. Él nunca tuvo la oportunidad de verme en el escenario, por eso siempre me arrepentiré de ello”.
Aunque en sus círculos íntimos presume a la mínima que puede de sus sobrinos futbolistas, el verdadero artista de la familia Hazard se guarda muy mucho de revelar en los medios detalles de su relación personal con Eden, a la sazón su ojito derecho, y los hermanos de éste, en su afán por pasar desapercibido y seguir gozando sin sobresaltos de la tranquila vida que lleva en la campiña, donde ahora tiene la oportunidad de disfrutar de su otra gran pasión además del baile: los caballos.
Atrás quedaron 20 años de actividad frenética con interminables ensayos, estrenos, actuaciones y viajes que llevaron a Olivier a recorrer los mejores escenarios operísticos de todo el mundo, caso de La Fenice de Venecia, la Sidney Opera House o El Liceo barcelonés, donde curiosamente vivió su peor pesadilla como profesional de la danza. “Tuve que actuar con un agujero en el escenario”, confiesa.
Después de colgar las zapatillas de puntas, el tío de los Hazard se dedicó a realizar diferentes cursos formativos, como uno de profesor de Pilates o de reflexología, tratando de buscar nuevos retos en su vida, hasta que se reencontró con su viejo amigo Thierry y decidieron montar su propio establecimiento rural para turistas en Le Puy Sainte Reparade.
“No nos podemos quejar. Tenemos un montón de trabajo en perspectiva y luego está también lo de cuidar a la larga lista de animales que tenemos por aquí (caballos, burros, perros…). Lo único que me falta es la cercanía de la familia. Tengo tres hermanos y una hermana, unos padres encantadores y atentos, varios sobrinos maravillosos. Y no hablo de tíos, tías y primos, que también son muy numerosos. Todos estamos muy unidos”.
Precisamente, ese vínculo familiar tan cerrado ha sido desde siempre uno de los principales soportes que ha tenido un futbolista de apenas 23 años que está llamado a marcar el ritmo del juego en la liga más competitiva del planeta fútbol y, quién sabe si aspirar algún día al trono que hoy se disputan cada año CR7 y Messi.
De momento, Eden ya sabe lo que es ingresar de pleno derecho en la nómina de los 23 mejores futbolistas del año de la FIFA después de haber causado sensación durante su primer capítulo en la Premier. Una nominación a Jugador del Año y su presencia en el once ideal del campeonato sajón fueron la antesala de una campaña en la que está sacando a relucir su ingente arsenal de recursos, entre los que a menudo resucita los pliés que acostumbraba a hacer su tío Olivier sobre el escenario. Porque el telón de la familia Hazard sigue alzado. Y pinta que por mucho tiempo.