La influencia capital del exquisito volante español en el juego del Arsenal, como ya sucediera en el Everton, sigue sin ser aval suficiente para que Vicente del Bosque le haya concedido la oportunidad de estrenarse con La Roja. El altísimo nivel de nuestros mediocampistas no puede ser el eterno escudo que justifique la ausencia de un futbolista de jerarquía que, en determinados momentos, podría haber sido una alternativa interesante para el seleccionador en esa zona del campo donde se cocina el tiqui-taca.
Cada vez que le veo ejercer de imbatible timonel en el Arsenal de Wenger me viene a la cabeza aquella amena charla que sostuve con David Moyes en el Loftus Versfeld de Pretoria, mientras aguardábamos el inicio del segundo tiempo del Ghana-Serbia, un día después de comenzar el Mundial de Sudáfrica.
Tipo simpático y afable en el trato, el hoy técnico del Manchester United me cogió en offside al preguntarme la razón por la que Vicente del Bosque y sus predecesores no habían dado nunca la oportunidad a Mikel Arteta de estrenarse con La Roja. Traté de salir del paso con la clásica excusa del nivelazo de nuestros mediocampistas, a lo que añadí la larga lesión que había tenido al volante donostiarra en el dique seco hasta pocos meses antes de la cita africana.
Mis argumentos no convencieron en demasía al escocés, posiblemente el entrenador que mejor conoce al futbolista vasco después de tenerle a sus órdenes durante seis años y monedas en el Everton. Tal vez por eso, tenía bien madurada su visión del asunto: “Yo a un jugador como Mikel lo tendría siempre en mi equipo. Tiene capacidad y calidad para actuar en varias posiciones sin desmerecer a nadie y nunca baja la guardia. Es un animal competitivo. Siempre da el máximo. Es cierto que España tiene gente de un nivel impresionante donde él juega, pero se me hace raro que en todos estos años no le hayan llamado ni una sola vez. Creo que el chico se lo ganó”.
Tres años y medio han pasado desde aquella conversación, en los que Arteta ha dado un salto cualitativo como jefe de operaciones en uno de los equipos que mejor fútbol practica en el planeta, según los especialistas. Al igual que sucede con los buenos caldos, su fútbol de corte y confección, pero también de garra y combate cuando la ocasión lo requiere, ha ido a más con el correr del tiempo. Sus dotes de mando y personalidad le han granjeado además el respeto en el vestuario gunner. Empezando por su propio entrenador, Arsène Wenger, quien no dudó en darle la capitanía apenas una campaña después de su aterrizaje en el norte de Londres.
Pero todos esos méritos acumulados en su haber siguen sin ser suficientes como para que el seleccionador español se acuerde de quien fuera capitán de la sub 21. Bien es cierto que Del Bosque tuvo en sus planes llamarlo a filas a principios de 2009, cuando Arteta pasaba por un momento de juego dulcísimo actuando como interior en Goodison Park. Empero, una rotura de ligamentos cruzados de su rodilla derecha en una acción fortuita frente al Newcastle nos privó de saber a ciencia cierta si el técnico salmantino le habría levantado el pulgar para concentrarse en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas con el resto de internacionales.
Precisamente, aquel doloroso episodio en la carrera del futbolista español con más antigüedad en la Premier League supuso un punto de inflexión que le devolvió a sus orígenes en La Masía, donde despuntó a los 17 años como clon de Pep Guardiola, el espejo en el que se miraba durante esa etapa adolescente. David Moyes retrasó su posición, tras años jugando de volante ofensivo también en el PSG, Rangers y la Real Sociedad, y le dio el bastón de mando de su Everton.
Aunque el regreso al viejo oficio de armador se le hizo duro en los inicios a causa, sobre todo, de la falta de timing por la larga inactividad, Mikel no tardó en recuperar sensaciones y adaptarse a la perfección a un rol que volvió a convertirle en pieza fundamental de los toffees. Tanto que Arsène Wenger no pudo resistir la tentación de lanzarse a por su fichaje después de verse obligado a traspasar a Cesc Fábregas al Barça.
CALIDAD, TALENTO Y SACRIFICIO
Su incidencia capital en el juego de los gunners no ha hecho sino reforzar la vigencia de aquella lacónica disertación de Moyes en Pretoria. Arteta es un mediocampista total que aúna calidad, criterio y sacrificio (siempre bien ubicado, corre tantos kilómetros por partido como el mejor Xavi Hernández y no se cansa de recuperar balones). Sus 32 años e incontables horas de vuelo en los escenarios más variopintos y estelares le otorgan además la sapiencia justa para manejar los tiempos del juego. Es, en definitiva, el brazo armado de su entrenador sobre la hierba.
“Mikel es un jugador importante en nuestro equipo. siempre está presenta y nos da continuidad. Cuando necesitamos esconder el balón, Arteta es el encargado de hacerlo. Y si no lo tenemos, es el primero en pelear por recuperarlo”, dijo su actual técnico de él hace algunos meses.
Superada la fase de alucine con los primeros trucos de magia del virtuosista Ozil, la afición del Arsenal valora aún más si cabe la aportación al equipo de su capitán. Y es que Arteta siempre se hace notar y en no pocas ocasiones, como en la reciente visita a sus vecinos del West Ham, se echa el equipo a la espalda para orquestar desde el eje de la medular una espectacular remontada mientras el alemán permanece en paradero desconocido escasos metros por delante del donostiarra.
Con semejante batería de argumentos, me permito la osadía de hacer mías las razonables dudas de mi tocayo escocés y preguntarme si Arteta no está como mínimo al mismo nivel que Javi García, Beñat, Bruno Soriano o Mario Suárez, o no ha contraído méritos equiparables como para gozar del privilegio de calzarse, al menos una vez, la camisola con la estrella de campeones del mundo.
El hecho de tener por delante a los Xavi, Iniesta, Cesc y demás peloteros de la Roja no puede ser el eterno escudo que justifique la ausencia de un futbolista polifuncional con jerarquía que, en determinados momentos, podría haber sido (y aún puede) para Del Bosque una alternativa interesante en esa zona del campo donde se cuece la esencia de nuestra selección.
España echó de menos en la Confecup a Xabi Alonso y acusó notoriamente la falta de eficiencia de un Busquets a medio gas por sus problemas físicos. Por no hablar de Xavi o Iniesta. El incesante goteo de partidos en el calendario y los calores húmedos brasileños pasaron factura a varios pilares del combinado español y el gran perjudicado fue un juego que careció de frescura y velocidad para acabar siendo lento y previsible.
Aunque en esto del balompié no existen las certezas absolutas (y siempre es fácil hablar a posteriori), tal vez no habría venido mal tener en el banquillo a un tipo como Arteta, identificado desde jovenzuelo con el estilo de La Roja y que además es capaz de añadir a su notable condición de playmaker una labor de barredor incansable, vital para equilibrar desde la zona ancha a un equipo como el español, que tanto padece cuando pierde la posesión de la redonda.
La recuperación del cerebro del Real Madrid ha devuelto la tranquilidad al seleccionador en ese sentido. Su prioridad en este momento es resolver la falta de pegada, motivo por el cual decidió seducir a Diego Costa para que sea su 9 en la próxima Copa del Mundo, con permiso de Negredo, que la está rompiendo en Inglaterra.
Nadie, en cualquier caso, puede asegurar a Don Vicente que no se produzca un ‘deja vu’ de lo ocurrido el pasado verano. De hecho, ciertos condicionantes, si no exactamente iguales, serán cuando menos bastante parecidos. Además, aún queda un largo trecho de temporada hasta que llegue el momento de cruzar el charco y el riesgo de las lesiones está siempre latente.
En condiciones normales y apelando a su discurso, el míster echará mano de su nucleo duro para tratar de añadir una segunda estrella a la elástica española. Es su filosofía y hay que respetarla, porque para eso es el máximo responsable del equipo.
Pero si llegada la hora de la verdad se viera obligado a prescindir de alguno de sus directores de orquesta, como sucedió meses atrás, no creo que fuese descabellado conceder a Arteta ese beneficio de la duda que nunca tuvo. Lo dijo Moyes: el chico se lo ha ganado.