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Guatemala en estado de alarma por inanición

La mitad de las niñas y niños guatemaltecos sufre desnutrición crónica. El porcentaje se eleva al 70% entre la población indígena y llega al 82% en algunas zonas.

Guatemala ocupa el primer lugar en la lista de desnutrición infantil de toda América y el cuarto en el mundo. Según los asesores del gobierno del presidente Álvaro Colom, se necesitan alrededor de setenta millones de euros para comprar alimentos básicos.











El hambre en cifras
– Guatemala es el segundo país del hemisferio norte por detrás de Haití en muertes infantiles, 36,9 por cada 1.000
– El 80% de los niños y niñas indígenas menores de 5 años tienen serios problemas alimenticios
– El PIB de Guatemala triplica al haitiano, el país más pobre del continente; sin embargo, registra el doble de casos de desnutrición
– La inseguridad alimentaria y nutricional afecta a 54.000 familias, cifra que se espera que ascienda a 400.000 (2.500.000 personas, más de la mitad son niños y niñas)
– Las comunidades en peligro de hambruna han aumentado en un 113%
– Unas 500 personas han muerto por inanición (de ellas 25 niños y niñas) entre enero y julio. La cifra puede ser mucho mayor pues muchas muertes se enmascaran bajo diagnósticos de diarreas y bronconeumonías, originadas por la alimentación inadecuada

Respuesta de UNICEF
– Dotación de fórmulas terapéuticas para la recuperación de niños y niñas con desnutrición severa.
– 4.000 sobres de sales de rehidratación oral
– Contratación y formación de profesionales de la salud para afrontar la crisis
– Promoción de la lactancia materna exclusiva y la alimentación complementaria
– Preservación y desinfección del agua y saneamientos
– Distribución de depósitos de agua


Según el informe “La niñez guatemalteca en cifras” elaborado por UNICEF, las consecuencias de esta situación pueden llegar a ser irreversibles. Una ingesta deficiente en la primera infancia impide el desarrollo pleno de los niños y niñas, les hace vulnerables a las enfermedades, es un factor que determina el rendimiento escolar y, por tanto, la capacidad de progresar en el futuro, tanto en plano individual como en el conjunto de la sociedad.

El desencadenante del descalabro guatemalteco ha sido la sequía. La falta de lluvias en el Corredor Seco, la región más afectada del país, ha arruinado las cosechas de maíz y frijol de las que vive la mitad de la población. Estos dos cultivos constituyen la alimentación básica de las clases más desfavorecidas, uno de los principales problemas ya que “la dieta alimenticia es muy desequilibrada, lo que provoca unas carencias nutricionales muy importantes totalmente condicionadas por la meteorología”, afirma Nagore Gorostiza, responsable del departamento de sensibilización de UNICEF Comité-País Vasco, que recientemente ha visitado el país.

No obstante, la sequía ha sido el detonante de un problema estructural subyacente. El país ha recibido agua en los últimos meses, y el propio presidente Colom afirma que “alimentos hay, lo que no hay son recursos financieros para que los afectados compren los disponibles”.

El problema de fondo es la pobreza estructural. Más de la mitad  de la población vive con menos de dos dólares diarios (el umbral de la pobreza) y el 15% de los guatemaltecos lo hace en la pobreza absoluta, situación que se ceba con los indígenas. Hasta hace poco el estado destinaba seis millones de euros a ayudar a quienes carecían de recursos, pero la crisis mundial ha provocado que este presupuesto se reduzca en detrimento de casi siete millones de personas.

Estado de ‘calamidad pública’
Álvaro Colom ha definido esta situación “como una tragedia de dimensión histórica”, ya que a pesar de que en un principio se localizaba en la región del Corredor Seco, el riesgo de inanición se ha extendido al resto del país.

Esta razón le ha llevado a declarar el estado de calamidad pública por hambruna, medida que permitirá destinar fondos a paliar la situación evitando los trámites burocráticos de la Ley de Contrataciones del Estado.

Por otro lado, la ayuda internacional ha acudido con la distribución masiva de veinte toneladas de galletas nutritivas y quince millones de euros que la Unión Europea ha destinado a financiar los programas del Programa Mundial de Alimentos y la FAO.

Está por ver si estas medidas consiguen paliar la situación de emergencia, y sobre todo, si sirven para solventar la realidad de un problema crónico.

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