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Diez calas para huir del bullicio

Por: P. Santamaria y M. Cos

El agobio de las playas en la época estival no gusta a muchos. Cientos de calas se presentan en las costas de la Península y las islas para deleite de los más aventureros y menos comodones. Arenas finas, aguas turquesas y paisajes de ensueño caracterizan a este tipo de arenales que muchos amantes de la tranquilidad buscan. Desde el mediterráneo al cantábrico pasando por el sur, puedes encontrar todo tipo de playas. Eso sí, cada una con alguna característica especial que la define.

Playa de Algorri, Zumaia. Las costas vascas se caracterizan por tener impresionantes playas, muchas de ellas ideales para realizar deportes como el surf. En Zumaia nos encontramos con una de las calas más bellas de esta costa. Con 165 metros de largo, se compone de bolos, rocas y arena. Se puede acceder a pie por un camino que gira desde la ermita de San Telmo, bajando unas escaleras talladas en el acantilado. Su geología data de siglos atrás, llegando hasta la extinción de los dinosaurios. En el Centro de Interpretación Algorri explican cómo se formó la costa y ofrecen rutas guiadas por geólogos. En ella se puede practicar el nudismo.

Cala la Arena, en Cabo de Gata (Almería). En Níjar, en el parque natural de Cabo de Gata nos encontramos con esta bella playa. Se localiza en una zona aislada entre acantilados. Se compone de arena fina y dorada y aguas cristalinas. El entorno donde se encuentra ofrece la posibilidad de vislumbrar alguna de las rocas volcánicas más representativas de este parque natural. También se conoce como playa de los adoquines, puesto que se utilizaban sus piedras para la realización de este material. Acceder a ella es un tanto complicado. Desde el Faro de Cabo de Gata, tomamos un desvío a la izquierda hasta llegar a un camino sin asfaltar a un kilómetro.

Cala Estreta, Palamós (Gerona). Es una de las calas nudistas más conocidas de España, un bonito arenal de aguas cristalinas, con gran oleaje y arena dorada, que se encuentra dividida en dos por una saliente denominado la Roja.Esta cala, rodeada de naturaleza virgen, presenta en los meses estivales un alto grado de ocupación a pesar de ser un arenal de difícil acceso al que se llega a pie tras una caminata de 20 minutos, aunque son muchos los bañistas que acuden hasta la playa en embarcaciones de recreo que fondean cerca de la arena. La cala, una de las más impresionantes de la Costa Brava, está en un entorno natural y no tiene ningún servicio.

Playa de Mataleñas, Cueto (Santander). Santander combina playas, paisaje, naturaleza, gastronomía, y cultura y es en verano cuando la ciudad cántabra recibe más turistas. Entre Cabo Menor y Cabo Mayor, rodeada de altos acantilados se esconde una de las playas de más belleza de la zona, la cala de Mataleñas. El arenal, de unos 125 metros y frecuentada por familias, es de arena fina y dorada y está bañada por limpias aguas. Dispone de un agradable paseo marítimo y su acceso se realiza a pie por una empinada escalera con más de ochenta peldaños. A pesar de estar bastante apartada de la ciudad, tiene una gran afluencia. Se encuentra bastante cerca de los campos de golf y el Faro de Cabo Mayor.

Cala Tío Ximo, Benidorm (Alicante). Benidorm es sinónimo de playa, sol y diversión en un entorno único con un clima privilegiado. Sus largos arenales, muchas veces abarrotados de bañistas, dejan paso a rincones donde el bullicio se transforma en silencio y la agitada vida de la ciudad se convierte en un remanso de paz. Uno de los rincones privilegiados de esta ciudad es la cala del Tío Ximo, en el extremo este de la playa de Levante, a los pies de la Sierra Helada y la costa norte. Para acceder a ella hay que bordear la montaña del Rincón de Loix y adentrarse un kilómetro por carretera.  La pequeña cala, de bolos y roca, que se encuentra rodeada de escarpados acantilados, dispone en temporada de verano de un pequeño chiringuito y el baño es agradable gracias a la temperatura del agua.

Cala del Moro, Peñíscola (Castellón). Peñíscola se encuentra en un punto privilegiado del Mediterráneo. Sus playas y su conjunto histórico artístico reúnen año tras año a cientos de turistas que durante el día descansan en sus arenales de aguas tranquilas y por la noche disfrutan del ocio y la gastronomía de la zona. Fuera del ajetreo de sus largas playas se esconden calas como la del Moro en donde descansar rodeados de naturaleza en una zona protegida de la Costa del Azahar. La playa, que no dispone de servicios, tiene una extensión de 46 metros de longitud y 14 de anchura y está cubierta de bolos. La temperatura del agua es agradable para el baño y el oleaje es moderado.

Cala el Pargo, en Salobreña (Granada). La localidad granadina de Salobreña, en la Costa Tropical, guarda entre sus calles la tradición de un pueblo pesquero, amable y cercano donde cada año los turistas acuden a sus playas para disfrutar de un clima excepcional y buenos servicios. Pero también cuenta con recónditas calas solitarias, como el Pargo, ideal para aquellos que buscan tranquilidad. Esta maravillosa cala de pizarra y piedra, perdida entre caminos pedregosos, es muy original porque tiene dos salidas al mar en forma de un pasillo, formada por una gran roca que divide la cala lo que la convierte en un lugar perfecto para la práctica del buceo. Su acceso es tortuoso y hay que acudir a pie. No cuenta con ningún servicio.

Cala El Frailecillo, en Conil de la Frontera (Cádiz). La cala del Frailecillo es un apacible arenal rodeado de pinos, solitaria y resguardada del viento de levante en la no menos tranquila localidad gaditana de Conil de la Frontera, un pueblo blanco de pescadores a la orilla del Océano Atlántico, en la Costa de la Luz. La cala del Frailecillo es la última de las Calas de Poniente, y la más pequeña, a la que se accede a pie y donde la práctica del nudismo es habitual, además cuenta con unas rocas que favorece la pesca con caña.

Playa del Silencio, en Cudillero (Asturias). Aunque popularmente se crea que las calas son características del sur y la costa mediterránea, el norte de la Península cuenta con increíbles playas en las que estar tranquilo. Una de ellas es la del Silencio, en el concejo de Cudillero. Caracterizada por los espectaculares acantilados que la rodean, este arenal con forma de concha y de 500 metros de largo, nada tiene que envidiar a las playas anteriormente mencionadas. Su principal belleza se encuentra en su arena dorada y fina, los cantos rodados, el color de sus aguas y los islotes que se dispersan por la orilla. Es una de las playas más espectaculares del cantábrico, en la que antiguamente, los lugareños se dedicaban a pescar ballenas. Es totalmente salvaje y carece de todo tipo de servicios. Se encuentra a poco más de un kilómetro de Castañera. Se puede acudir en coche, aunque otros realizan el trayecto en tren para poder admirar las vistas de la costa, aunque luego hay que andar un buen trecho.

Playa de San Julián, en Liendo (Cantabria). A escasos kilómetros de la localidad costera más famosa del cantábrico, Laredo, nos encontramos con esta playa totalmente salvaje. En el valle de Liendo, pasando el barrio de Villanueva, podemos acceder en coche por una carretera mal asfaltada. Lo que nos encontraremos nos dejará con la boca abierta, pues este arenal de escasos 100 metros, se caracteriza por su fina arena oscura y sus impresionantes vistas al mar abierto. Rodeada de verdes montañas, se baja a la playa a través de un camino estrecho en una ladera. Sus aguas, en general con bastante oleaje, son ideales para darse un buen baño en los días más calurosos, y la tranquilidad que se respira en el lugar no tiene precio. Su entorno rural le da un punto especial.


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