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Presente y futuro

Habrá gente que se canse de ver siempre a los mismos en las rondas finales de los grandes torneos, unos aficionados que ansían ver de vez en cuando alguna sorpresa en los Grandes que hagan estos torneos menos previsibles. Hay gente para todo. Pero también somos muchos los que disfrutamos con los ‘Cuatro Fantásticos’, esos tipos que no se cansan de ganar y que acaparan todos los focos trofeo tras trofeo. Uno de ellos ha conseguido ganar en el Torneo de Pekín. Novak Djokovic, que representa el presente de este deporte, ha logrado hacerse por tercera ocasión con el torneo chino y demuestra que sigue disparado para dar caza a Federer en la clasificación.

Raonic y Nishikori

Raonic y Nishikori

Pero si me tengo que quedar con algo, lo hago con la final entre Raonic y Nishikori. Es decir, el partido entre el futuro del tenis mundial.  ¿Qué mejor que hacer un domingo por lo mañana, a eso de los ocho hora peninsular, que ver un buen partido de tenis? Pues eso, disfrutar de un duelo entre dos chavales de 22 y 21 años, dos deportistas que están en la punta de su generación, llamados a ir poco a poco ocupando la zona alta de la clasificación.

Curiosamente, cuando hablamos del canadiense y el japonés, dos tenistas inmensos en ese tortuoso camino hacia los puestos de arriba, nos encontramos a dos jugadores con dos formas antagónicas de jugar a este deporte. Por un lado tenemos a Raonic. El canadiense es potencia; es velocidad en sus tiros. Con un servicio muy afilado y una gran derecha, el canadiense lleva la palabra agresividad por bandera en cada uno de sus golpes. Bien llevado por Galo Blanco, Raonic va, pasito a pasito, afianzándose en los puestos de arriba.

Y luego tenemos a Nishikori, la otra cara de la moneda. Porque el nipón hipoteca la potencia a favor del talento, la resistencia y la consistencia. Es decir, con un tenis más parecido al de Djokovic que al de otros ‘pegadores’ del circuito, apuesta por ir a la contra desde el fondo de la pista.

El tenis necesita nuevas caras, nuevos jugadores ilusionantes y que sepan y puedan crear espectáculo. Será difícil, por no decir imposible, que se repita el nivel actual de los cuatro de arriba. Pero desde luego, ambos van por el buen camino para, al menos, acercarse a ellos. Habrá que verlos en el Masters 1.000 de Shangai. Lo que es seguro es que tanto Raonic como Nishikori seguirán promoviendo la rebelión contra la dictadura de los cuatro mejores tenistas del mundo.

Habrá gente que se canse de ver siempre a los mismos en las rondas finales de los grandes torneos, unos aficionados que ansían ver de vez en cuando alguna sorpresa en los Grandes que hagan estos torneos menos previsibles. Hay gente para todo. Pero también somos muchos los que disfrutamos con los ‘Cuatro Fantásticos’, esos tipos que no se cansan de ganar y que acaparan todos los focos trofeo tras trofeo. Uno de ellos ha conseguido ganar en el Torneo de Pekín. Novak Djokovic, que representa el presente de este deporte, ha logrado hacerse por tercera ocasión con el torneo chino y demuestra que sigue disparado para dar caza a Federer en la clasificación.

Pero si me tengo que quedar con algo, lo hago con la final entre Raonic y Nishikori. Es decir, el partido entre el futuro del tenis mundial.  ¿Qué mejor que hacer un domingo por lo mañana, a eso de los ocho hora peninsular, que ver un buen partido de tenis? Pues eso, disfrutar de un duelo entre dos chavales de 22 y 21 años, dos deportistas que están en la punta de su generación, llamados a ir poco a poco ocupando la zona alta de la clasificación.

Curiosamente, cuando hablamos del canadiense y el japonés, dos tenistas inmensos en ese tortuoso camino hacia los puestos de arriba, nos encontramos a dos jugadores con dos formas antagónicas de jugar a este deporte. Por un lado tenemos a Raonic. El canadiense es potencia; es velocidad en sus tiros. Con un servicio muy afilado y una gran derecha, el canadiense lleva la palabra agresividad por bandera en cada uno de sus golpes. Bien llevado por Galo Blanco, Raonic va, pasito a pasito, afianzándose en los puestos de arriba.

Y luego tenemos a Nishikori, la otra cara de la moneda. Porque el nipón hipoteca la potencia a favor del talento, la resistencia y la consistencia. Es decir, con un tenis más parecido al de Djokovic que al de otros ‘pegadores’ del circuito, apuesta por ir a la contra desde el fondo de la pista.

El tenis necesita nuevas caras, nuevos jugadores ilusionantes y que sepan y puedan crear espectáculo. Será difícil, por no decir imposible, que se repita el nivel actual de los cuatro de arriba. Pero desde luego, ambos van por el buen camino para, al menos, acercarse a ellos. Habrá que verlos en el Masters 1.000 de Shangai. Lo que es seguro es que tanto Raonic como Nishikori seguirán promoviendo la rebelión contra la dictadura de los cuatro mejores tenistas del mundo.

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