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Se nos va un grande

Al final, este deporte lo engrandecen solo unos pocos elegidos. No se trata solamente de técnica y táctica. Es bastante más. Es carisma, conexión con el público y dejarse el alma en la pista. Es vivir por, para y, cómo no, de este deporte. Es sentirlo, respetarlo y amarlo. Y sin uno de esos escasos casos de privilegiados y superdotados para un deporte como el tenis, sin gente como Juan Carlos Ferrero, esto no sería lo mismo.

Somos muchos los que por nuestra edad hemos crecido con Rafa Nadal, Roger Federer y Novak Djokovic protagonizando una de las mejores épocas, quizás la mejor, de la historia del tenis. Pero de vez en cuando no viene mal hacer memoria; no viene mal recordar que antes de ellos también pudimos ver cómo un chaval de Ontinyent, con solo 20 años, casaba a la afición española con el tenis. Esa unión fue fruto de un revés paralelo que cambió la historia de este deporte en España. También es cierto que sería vergonzoso por mi parte reducir a un solo golpe una carrera, una eliminatoria en el Sant Jordi y una época en la que un valenciano se empeñó y consiguió auparse a lo más alto.

Después de aquel golpe que ponía por fin al equipo español a la altura de sus tenistas con esa primera ‘ensaladera’, hay un momento, unas palabras de Ferrero, que demuestran qué tipo de jugador era dentro y, sobre todo, fuera de la pista. “Era el sueño de mi vida. Te lo dedico también a ti, que estás ahí arriba”. Hablamos del año 2003, hablamos de un joven Juan Carlos Ferrero que acaba de conseguir la meta por la que ha luchado toda su vida: ganar Roland Garros, y hablamos de una persona que le dedica a ese triunfo a su madre, fallecida cuando tenía 16 años.

Apodado ‘El Mosquito’, su viveza dentro de la pista, su facilidad de piernas y su juego de fondo –especialmente su derecha- han caracterizado su carrera. Aquí no había saques por encima de los 220 km/h, ni una gran volea, ni un fusil desde la línea de fondo. Primaba la consistencia y el rodillo con su derecha que cogía desde todos los puntos de la pista y que erosionaba a sus rivales. Sobresalía su revés, su capacidad física y su habilidad para desplazarse. Destacaba su búsqueda constante de la perfección y su capacidad de trabajo.

Después de ser el segundo español en alcanzar el número uno del mundo, sin aspavientos en la cancha ni demostraciones de soberbia, con frialdad y coherencia, su tenis ha ido a menos por culpa de las lesiones. Y este martes, su carrera deportiva puede llegar a su fin. Hoy puede ser su último partido después de una dilatada carrera. Eso sí, con un desenlace idílico para él. En su tierra, con su gente, ante el tenista al que va a ayudar a estar entre los mejores del mundo después de su adiós–Nico Almagro-, y con quien comparte entrenamientos. “Es el mejor escenario posibles para mi retiro”, confesaba él mismo.

A buen seguro se despedirá con la misma elegancia con la que se ha asomado a nuestras televisiones durante muchísimos años, dejándonos grandes recuerdos a los que amamos este deporte. El día que anunciaba su adiós explicaba cual sería su futuro: “A partir de ahora una vida nueva. Sea lo que sea, mucha suerte Juan Carlos. Se nos va un grande de este deporte.

Al final, este deporte lo engrandecen solo unos pocos elegidos. No se trata solamente de técnica y táctica. Es bastante más. Es carisma, conexión con el público y dejarse el alma en la pista. Es vivir por, para y, cómo no, de este deporte. Es sentirlo, respetarlo y amarlo. Y sin uno de esos escasos casos de privilegiados y superdotados para un deporte como el tenis, sin gente como Juan Carlos Ferrero, esto no sería lo mismo.

Somos muchos los que por nuestra edad hemos crecido con Rafa Nadal, Roger Federe y Novak Djokovic protagonizando una de las mejores épocas, si no la mejor, de la historia del tenis. Pero de vez en cuando no viene mal hacer memoria; no viene mal recordar que antes de ellos también pudimos ver cómo un chaval de Ontinyent, con solo 20 años, casaba a la afición española con el tenis. Esa unión fue fruto de un revés paralelo que cambió la historia de este deporte en España. También es cierto que sería vergonzoso por mi parte reducir a un solo golpe una carrera, una eliminatoria en el Sant Jordi y una época en la que un valenciano se empeñó y consiguió auparse a lo más alto.

Después de aquel golpe que ponía por fin al equipo español a la altura de sus tenistas con esa primera ‘ensaladera’, hay un momento, unas palabras por Ferrero, que demuestran qué tipo de jugador era dentro y, sobre todo, fuera de la pista. “Era el sueño de mi vida. Te lo dedico también a ti, que estás ahí arriba”. Hablamos del año 2003, hablamos de un joven Juan Carlos Ferrero que acaba de conseguir la meta por la que ha luchado toda su vida: ganar Roland Garros, y hablamos de una persona que le dedica a ese triunfo a su madre, fallecida cuando tenía 16 años.

Apodado ‘El Mosquito’, su viveza dentro de la pista, su facilidad de piernas y su juego de fondo –especialmente su derecha- han caracterizado su carrera. Aquí no había saques por encima de los 220 km/h, ni una gran volea, ni un fusil desde la línea de fondo. Primaba la consistencia y el rodillo con su derecha que cogía desde todos los puntos de la pista y que erosionaba a sus rivales. Sobresalía su revés, su capacidad física y su habilidad para desplazarse. Destacaba su búsqueda constante de la perfección y su capacidad de trabajo.

Después de ser el segundo español en alcanzar el número uno del mundo, sin aspavientos en la cancha ni demostraciones de soberbia, con frialdad y coherencia, su tenis ha ido a menos por culpa de las lesiones. Y este martes, su carrera deportiva puede llegar a su fin. Hoy puede ser su último partido después de una dilatada carrera. Eso sí, con un desenlace idílico para él. En su tierra, con su gente, ante el tenista al que va a ayudar a estar entre los mejores del mundo después de su adiós–Nico Almagro-, y con quien comparte entrenamientos. “Es el mejor escenario posibles para mi retiro”, confesaba él mismo.

A buen seguro se despedirá con la misma elegancia con la que se ha asomado a nuestras televisiones durante muchísimos años, dejándonos grandes recuerdos a los que amamos este deporte. El día que anunciaba su adiós explicaba cual sería su futuro: “A partir de ahora una vida nueva. Sea lo que sea, mucha suerte Juan Carlos. Se nos va un grande de este deporte.

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