Adoraba a George Harrison y ahora lo adoro aún más. No estaba detrás con Ringo y tampoco con John Lennon y Paul McCartney en primera línea. Él estaba en medio de los Beatles, era el catalizador de la energía de los cuatro de Liverpool. Cuando todo el mundo pensaba que se había dicho todo sobre ellos, sale Martin Scorsese y crea “George Harrison: Living in the Material World” (2011).
Es un documental a prueba de pesados que se creen o van de súper fans de los Beatles sin haber escuchado nada más allá de “Help” o “Yesterday”, puesto que dura tres maravillosas y gloriosas horas y cuarto. En este film vemos al George joven y bipolar. A veces dulce y agradable, y en otras ocasiones franco y duro. Llegó a la banda de la mano de Paul y parecía un niño entre un grupo de hombres. Ayudó a que John comprendiera que la guitarra tenía seis cuerdas y no cuatro. El salto de calidad de los Beatles es obra de sus dedos, era el único capaz de hacer un solo de guitarra.
Sufrió con la muerte de Stuart, miembro original de la banda, y también con que Lennon no pudiera abandonar su cuerpo de una forma más natural. Al igual que a sus compañeros de viaje, el éxito les superó y decidieron parar y encerrarse en los estudios de grabación. A finales de los años sesenta pasaban días mejores y peores en el estudio, pero eran amigos y una familia. De gira viajaban en un coche y dormían en dos habitaciones, esas cosas ayudan a hacer grupo pese a las diferentes formas de ver la vida y la música.
Le maravilló Estados Unidos y le aburrió tocar para el aletargado público de Australia. Le agobió no poder salir sin que le atosigara la gente, pero encontró un escape en la meditación y en la India. Con “Don’t brother me” demostró que él también sabía componer, no era mera comparsa de Paul y John. El ácido y el LSD le hicieron volar sin alas, pero la espiritualidad fue la que le dio fuerzas de verdad para vivir al máximo como él quiso vivir.
Para la historia quedan perlas como “Something” o “Here comes the sun”, primeras obras maestras personales suyas que vieron la luz. Luego llegaron “My sweet Lord”, “Wah-wah” o “Got my mind set on you”, con un George perfeccionista hasta el extremo. Abandonar los Beatles fue un gran cambio en su vida, pero en lo personal también los tuvo. Su gran amor y primera mujer fue Pattie, que terminó por enamorarse de su amigo Eric Clapton. “Quédatela”, fue lo que George le dijo a Clapton. Él, por su parte, rehízo su vida junto a la mexicana Olivia.
Admiraba a los Monty Phyton e hipotecó su casa para que “La vida de Brian” viera la luz. Sufrió un ataque en su propia casa y fue apuñalado. Aquella experiencia le robó años de vida, pero un cáncer, un maldito cáncer, fue quién nos arrebató a George para siempre en el año 2001. Su cuerpo nos abandonó, pero su música y su espíritu siguen entre nosotros. Él ilumina las canciones y Scorsese ha sabido comprimirlo todo en un documental imperdible. Continúas siendo nuestro sol, George. Todo mi amor y paz para ti.
http://youtu.be/6GdeU0ww4zY