Hace doce años, cumplidos los veinticuatro, Mikel Odriozola apostó por sí mismo, llenó la maleta de ilusión e incertidumbre a partes iguales, y se marchó de Rentería a Barcelona con la admirable intención de ser un profesional del Atletismo. Con un par. No estoy seguro de cuándo nos conocimos Mikel y yo, uno o dos años antes. Yo enredaba por Anoeta y, entre otras cosas, me partía de la risa con las paridas de su entrenador, el ínclito Juan Antonio Martínez, “Mugui”, que me llamaba “súper agente” por una broma común sobre Mortadelo y Filemón que alguna vez nos había hecho mucha gracia. Yo le seguía el juego y él cerraba los ojillos y estiraba su bigote. Era una época muy divertida, escribo esto una década después y todavía me río. Qué bueno.
…Pero en Barcelona no todo fue divertido para Mikel. El cambio de ciudad, el cambio de vida, el trabajo durísimo sin saber si habría recompensa; hay que estar en la piel de quien arriesga como se arriesgó él para saber lo que supone. Para un aficionadillo como yo era muy excitante ver a un colega intentando dar aquel salto, así que me involucré en lo que pude para animar a Mikel en aquellos comienzos. En 1997 esto de Internet era otra cosa y el correo electrónico no estaba, que yo sepa, ni en el vocabulario. Y le escribí una carta, una de ésas que casi han desaparecido, con folios escritos a mano, un sobre, un sello y salivilla.
En la respuesta a la primera de aquellas cartas que forjaron nuestra amistad, Mikel me contó uno de los entrenamientos que para él empezaban a ser normales: 5 series de 8 kilómetros. Yo me quedaba turulato, joder, ¡eso son 40 kilómetros entre pecho y espalda en un entrenamiento! A golpe de carta entendí que Mikel se había ido a Barcelona, provincia de otro planeta.
Doce años después ahí está Mikel Odriozola al pie del cañón. En aquella maleta sigue habiendo ilusión, y la incertidumbre ha sido sustituida por un enorme bagaje de momentos duros y de grandes alegrías y vivencias. Sé que somos muchos, él el primero, los que esperamos verle en un podio de los gordos. Experiencia, trabajo, ganas, familia y amigos apoyando tiene para dar y regalar. El próximo viernes 21, a partir de las nueve y diez de la mañana, en la Final de los 50 kilómetros marcha del Mundial de Berlín, Mikel sumará una nueva oportunidad para rematar su sueño y el nuestro.
Dos fotografías adornan este artículo de luces y sombras. Arriba, en la cabecera, Mikel en el Europeo de Budapest’1998, entrando 4º en su primera gran cita internacional. Las luces. Para ilustrar las sombras, una imagen del agónico momento que vivió en los Juegos Olímpicos de Sídney’2000. La foto no es agradable de ver, quien quiera hacerlo que se agarre el estómago y pinche
aquí.