Es curioso como va una cambiando con el paso del tiempo; a veces pienso que las personas somos como las modas, cíclicas e inconstantes, porque lo que en una época de la vida nos ha parecido lo más correcto –e incluso hemos luchado por ello-, al cabo de unas cuantas ‘temporadas’ se nos vuelve inviable, francamente ‘demodé’.
Así ocurre que si durante una parte de la vida, aquella en la que el aprendizaje se imponía furiosamente sobre cualquier teoría aprendida con anterioridad, las energías se concentraban todas ellas en intentar armonizar lo que se sentía con lo que se pensaba, ahora, ya en otro ‘tempo vital’, se constata que aquellas batallas duramente peleadas se han diluido en una especie de neblina sin valor aparente.
Ahora es el tiempo en el que con abrumadora insistencia percibo que ‘me dan la razón’; es decir, atrás quedó la pelea existencial, la lucha dialéctica, el encuentro y el desencuentro con todo el sabor de estar todavía en la palestra. Ahora, y cada vez con más y abrumadora frecuencia, me toca escuchar esta frase; ‘pues sí, tienes toda la razón del mundo’.
Y no me gusta nada –y pensar que hace unos años me jugaba los higadillos por que me la dieran – ahora que la ponen a mis pies, que me la ofrecen, ya no la quiero, ahora odio lo que antes amaba.
Por supuesto que soy consciente de que esta situación se da en todo ser humano y es, ni más ni menos, porque hemos aprendido a ‘aflojar’ y a ser más tolerantes; o simplemente que hemos cambiado sabiamente nuestras prioridades vitales. O acaso sea que nos estamos haciendo viejos y se nota demasiado.
Voy a hacer una lista con las cosas por las que todavía tengo que pelear; a ver si resulta que, si no espabilo, me quedo sin jugar el próximo partido.
En fin.
LaAlquimista
Ilustración: Mafalda contra todo (Quino)