Existe un punto de no retorno a partir del cual una no tiene que dar cuentas de su vida a nadie. Es una barrera que se franquea sin advertirlo, que tan sólo se apercibe superada cuando, en un momento de lucidez, se echa la vista atrás para contar las piedras del camino y un estremecimiento de estupor y alegría se instala a medio camino entre la garganta y las rodillas y ya no se va nunca más. Resulta entonces que cosas que nos mostraron como superfluas o dañinas retoman su lugar y fecundan imaginación y espíritu. (Al cuerpo que no lo fecunden más).
Como pasarse el día entero en la cama sin estar enferma.
Día no laborable. (Si lo es, el placer aumenta varios puntos). Lluvia, viento o frío. Silencio. Paz por fuera y por dentro. El entorno protector, la envoltura de la soledad, -o no- el placer de transgredir (todavía).
Si la cama fuera compartida la gracia del asunto sería más que evidente –por lo previsible y placentero-, pero hay que saber rizar el rizo, buscar el placer donde se esconde, no donde lo muestran. Así que sigamos en solitario y dejémonos fluir.
En la cama me encanta:
– Volverme a meter después de haber desayunado.
– Leer la prensa (y sucumbir a la modorra subsiguiente).
– Sentir lo bien que se está mientras el mundo sigue girando sin mí.
– Leer cien páginas seguidas de mi libro favorito del momento.
– Contestar al teléfono con un “¿sí… mmm…dígame…?” lánguido y arrastrado como un tango.
– Mirar por la cristalera (si no hay cristalera se puede mirar al techo) reacomodando el cuerpo entre cojines y edredones y dejar la mente en blanco. Pero en blanco, blanco.
– Volverme a meter después de haber comido.
– Hacer la siesta como en los viejos tiempos. (De pijama y orinal)
– Jugar con el portátil hasta que se acabe la batería.
– Recibir a las visitas (siempre cae alguna) en plan Colette.
– Estirarme, desperezarme, encogerme y resurgir de entre las sábanas.
– Cantar.
– Volverme a meter después de cenar algo y un baño de espuma.
– Leer.
– …………
– Dormir.
Un día perfecto, sobre todo porque a nadie tienes que explicarle porqué lo haces y el placer que te da. Eso o irte al monte a pegar gritos.
En fin.
LaAlquimista
Foto: Obra de Ron Mueck (Mujer en la cama)