En el tiempo en que trabajaba a sueldo, recuerdo que las previsiones –de venta, de pagos, de cobros- se hacían a corto, medio y largo plazo. Sobre el papel danzaban los números, se inventaban proyectos, se daba rienda suelta a una imaginación calenturienta –la mayoría de las veces, ahí está la crisis para demostrarlo-, como si el premio gordo fuera para el que presentara el proyecto más arriesgado o aventurado. Luego, llegaba el corto, medio o largo plazo y como casi nada se había cumplido, se reajustaba el plan de gestión a la realidad real y todos tan contentos porque no se exigían cuentas de los patinazos cometidos.
Siempre he sostenido que el peor ejemplo es el mejor ejemplo, aquél que nos muestra el camino a NO seguir, la doctrina a evitar, las normas que hay que saltar, con pértiga si hace falta. No nos han preparado a vivir más que pensando en el futuro, como si el momento presente no fuera el único y certero paso que nos encamina hacia ese futuro que no existe, no existe en absoluto, es un invento, un deseo, un sueño sobre el papel.
Ante nosotros el inmenso desierto que se nos antoja la vida; cuando jóvenes nos enseñan a cargar los camellos con provisiones para acometer la difícil travesía, se empeñan en que estudiemos mapas y rutas sin haber aprendido a caminar apenas, nos conminan a comprometer hipotéticos haberes a cambio de cantimploras agujereadas y se nos ofrecen guías ciegos y brújulas sin Norte. Y todos picamos como peces sordos y sin ojos tragando anzuelos que se nos clavan en lo más hondo, hierros que -si los intentas sacar- arrastran consigo las entrañas enteras.
Y una vez atravesado ese desierto en manada hostil, compacta y mal avenida, nos encontramos al otro lado con otro desierto más grande todavía en el que no hay más que gente cansada, hastiada de una vida llena de polvo y arena.
Por eso ahora, cuando se puede volver a elegir si vale la pena pertrecharse una vez más para emprender otra travesía –la última-, me pregunto si no será más interesante y divertido vivir el momento presente por una vez tan siquiera, dejarse de planes, de retos y de proyectos y salir a la pista de baile… a disfrutar de la música que suena ahora y nada más que ahora.
Me lo estoy planteando seriamente.
En fin.
LaAlquimista