No, no se me ha colado una “r” de más en el título de este post y tengo motivos más que suficientes para pegarle una pedrada al diccionario. Servidora huye como de la peste –como casi todo el que tiene estima por su equilibrio mental- de cuanto trámite administrativo y papeleo institucional es de obligado cumplimiento para solicitar la mínima atención por parte de los organismos del Estado, pero hay ocasiones en las que no queda más remedio que agachar las orejas y ponerse a ello.
Porque a veces al ciudadano cívico y cumplidor le roba la cartera un ciudadano incívico y desconsiderado y entonces no queda más remedio que solicitar duplicado de cuanto documento nos identificaba ante el Gran Hermano. Como me tengo por mujer organizada y previsora intento abreviar los trámites, facilitar el trabajo, simplificar el esfuerzo, así que, antes de ir a la Seguridad Social a solicitar un duplicado de la Tarjeta de Asistencia Sanitaria (robada junto con todo lo demás), llamo por teléfono para informarme de qué documentación había que aportar al efecto.
– El D.N.I., nada más señora.
Ah, qué bueno, ahí vamos. Y llegamos al edificio de la S.Social con el documento nacional de identidad en la boca para que nos hagan el duplicado. Bueno, primero hay que solicitar una cosa llamada “P-1” que justifica que tienes derecho a la prestación indicada. Bien. Fácil la cosa. Sacamos número, esperamos unos veinte minutos y salimos con el Certificado de marras. Ahora nos mandan a otro portal del mismo edificio, (saliendo a la izquierda, planta baja) pero nos avisan de que habrá que presentar un Certificado de Empadronamiento. Ah. Vaya. Pues por teléfono no me habían dicho nada. Afortunadamente lo tengo en casa y no vivimos muy lejos.
Volvemos al cabo de veinte minutos al mismo edificio de antes y de nuevo a sacar otro número; esta vez la espera es de 40’ (sí, cuarenta minutos de reloj), pero todo sea por tener la tarjeta de Osakidetza, no vaya a ser que me pille un coche a la niña o me la viole un descerebrado y en urgencias no me la atiendan si no presenta la txartela de marras. Por fin, nuestro número.
–A ver… P-1, D.N.I, Empadronamiento… oiga, que le falta el Libro de Familia.
-¿El Libro de Familia? ¿Y para qué?
– Pues, para qué va a ser, para que demuestre usted que su hija de usted es su hija y tiene derecho a la prestación.
–Pero si es un duplicado, ustedes ya tienen que tener constancia en su ordenador de que existe la T.I.S. de mi hija, lo que pedimos es un duplicado…
-Ya. Pero es que no tenemos constancia informática, vamos que nuestros ordenadores no tienen memoria de las tarjetas adjudicadas…
-¿?¿?¿
No sé si la funcionaria en cuestión vio cómo se me hinchaba la vena o es que se apiadó de mi cara de angustia o simplemente –como hace tanta gente- miró a mi hija, me miró a mí y se dio cuenta de que éramos dos fotocopias andantes, el caso es que nos hizo el Certificado que daba derecho a la tarjetita.
Nos tomamos una tila y un pincho de tortilla en el bar de enfrente para atemperar los ánimos y seguimos camino rumbo al Ambulatorio del barrio. Allí no hay que coger número, tan sólo hacer una cola que a veces da la vuelta a las consultas, pero por fin conseguimos llegar hasta el mostrador y… oh, dioses misericordiosos… ahora nos piden el Certificado de Convivencia. Que sí, que sí, pero ¿Quién demuestra que vivimos juntas? Hay que ir a otra oficina y decir: “vivimos juntas”. (Espero que no hagan falta dos vecinos como testigos). Así que a la p… calle otra vez y rumbo a las oficinas del Ayuntamiento que hay en el barrio. Oh. Ah. Todo desierto. Están de puente los de Certificados. Vuelva el jueves, señora, lo sentimos mucho.
Cien respiraciones profundas y dos marianitos después decidimos esperar a que la niña termine la carrera y cuando encuentre un puesto de trabajo (si lo encuentra) que le den de Alta en la S.Social y le envíen la T.I.S. a casa si les da la gana y si no, pues si pasa algo nos presentamos como indigentes y si quieren que atiendan y si no, pues nada, oiga que mi hija es una “sinpapeles” más de esas que abundan en todos los hospitales de este país. Si es que pueden con nosotros, de verdad.
En fin.
LaAlquimista