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Cecilia Casado

A partir de los 50

Carnet de voyage. Burdeos

Lo primero que me gusta visitar de una ciudad es su mercado más tradicional; no aquel de las fotos de los turistas, sino al que van a hacer la compra diaria las gentes del lugar. Y en Burdeos, sin lugar a dudas, la palma se la lleva le Marché des Capucins –en otro tiempo, el “Vientre de Burdeos”- con su sencillez y autenticidad de toda la vida. http://marchedescapucins.com/ Hay que ir a hacer la compra, por supuesto, no solamente a mirar. Un poco de queso, aceitunas aliñadas de forma diferente, un buen pescado de nombre intraducible nos dará placer durante la cena, porque al mediodía es imposible resistir la tentación de sentarse en uno de sus pequeños barcitos, justo entre las hortalizas y los patés, y degustar una sopa de pescado (diferente, picante y con queso) y una docena de ostras de las finas, con su copa de Chablis y el pain d’épices y mantequilla salada. De segundo unas gambitas –que podrían ser de Huelva de lo buenas que estaban- y para rematar media tabla de queso por aquello de no cargar demasiado el estómago desde el primer día. Media botella de rouge Saint Emilion a buen precio y … la vie est belle!

El descanso preceptivo pasa por dejar en casa la compra y hacer la siesta del gato –rápida y profunda- para volver a salir a la calle, con un sol imposible de finales de Octubre y pasear el buen humor a lo largo del Garona, hasta la Plaza de la Bolsa, epicentro de todas las postales y donde el agua moja los pies y alguna que otra ilusión que no puede sustraerse al paso del tiempo, imparable. Pero no he venido a esta ciudad hermosa a ponerme nostálgica, que también podría ser, recordando otros tiempos en que la recorrí de una mano amante, que el amor no vuelve aunque lo llamemos a gritos y la vida sigue aunque se pisen los mismos adoquines.

Las terracitas del barrio Saint Pierre, rebosantes de gente que parece tener tanto y tanto que contarse, con su copa de vino y el ánimo calmo, a esa hora de la tarde en que los franceses parecen no tener otra cosa que hacer que sentarse a hablar, fumar, beber, mirar…
El café Utopia , en la plaza Camille Jullian http://www.cafe-utopia.fr/, antigua iglesia reconvertida en cine y restaurante, sorprende y gratifica. Todo es absorbido con avidez, como la vida, a grandes tragos, ya no sirve de nada la prudencia del poco a poco no te atragantes…

A las ocho de la tarde el hambre llama a la puerta, parece como si la empatía con las costumbres francesas de cenar pronto se hiciera presente y, arrastrando los pies sobre los adoquines medievales, volvemos a la casa donde soy -¡por fin!- invitada en vez de anfitriona.
La noche nos envuelve con su aroma otoñal dejando que se filtre el olor del pescado en el horno. Conversamos menos y nos miramos a los ojos más.
Es lo que tiene el quererse… aunque seamos madre e hija.

LaAlquimista

Fotos: Amanda Arruti

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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