El 20-N se ha convertido de fecha histórica esperanzadora (la de 1975) en fecha histórica descorazonadora (la de ayer mismo). Por lo menos para mí y los que hablan de política conmigo –que no son pocos.

Domingo, 09.30 de la mañana. Salgo pronto de casa –como siempre- y me acerco a votar. En ayunas. Es que no podía esperar, de verdad, estaba inquieta y desasosegada, como loba oliendo una ventisca, así que he ido al colegio electoral a darle el pésame a la esperanza, buscando una papeleta que no me han podido enviar a casa por falta de fondos. Al salir, luego de dirigirme en solitario a la mesa correspondiente como pordiosera mendigando un poco de no sé qué, el estómago encogido de algo más que de hambre, me demanda una compensación. Y se la doy. Cuestión de supervivencia.

Domingo 13.30h. Vuelvo a salir de casa para el paseo del mediodía de mi perro (si por mí fuera cerraba la persiana hasta el martes) y doy la vuelta al ruedo por mi barrio. Me acerco al mercadillo y no hay; no hay porque hay partido y todo no puede ser en esta vida. Así que enfilo el perímetro del campo sorteando un bosque de cientos –qué digo cientos, ¡miles!- de motos aparcadas en los aledaños. De repente, Elur pega un respingo y a mí se me paraliza el corazón; un rugido de otro mundo atruena el espacio alrededor, ensordeciendo la mañana, paralizando el aire, activándome la poca adrenalina que me queda ya…

Miles de personas están concentradas con el auténtico afán del día: que gane su equipo de fútbol. ¿Habrán ido ya a votar o lo dejan para el último momento? ¿Se verá su voto condicionada por el resultado del partido? De nuevo otro rugido marabúntico vuelve a estremecer el ambiente. Elur, se pone a dos patas pidiendo misericordia y que le coja en brazos; es evidente que está más que asustado. (Servidora también) ¿Tendrá alguna relación el fútbol con la intención de voto?

Son las cuatro de la mañana y me despierto después de unas pocas horas de inquietud horizontal. Estoy cabreada, decepcionada y, sobre todo, asustada. Ahora sí que creo que eso de “la que está cayendo” se va a sustituir por “y la que va a caer”. Enfado, descontento y miedo se pueden traducir en angustia vital a la mínima de cambio. Y no va a ser pequeño, me temo, el cambio.

Pero… ¿Alguien conoce a alguien que vote al PP?

En fin.

LaAlquimista