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Cecilia Casado

A partir de los 50

Chistes machistas o “El sí de las niñas”

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Cada vez que alguien me envía por whatsaap la última genialidad “anti-feminista” tengo que echar mano de mi (últimamente) cada vez más maltrecho stock de paciencia. Esta vez consiste el dislate en una mamarrachada que imita el modelo oficial del “Parte amistoso de accidente” en caso de colisión entre dos vehículos; no puedo ni describirlo porque me embarga una emoción que es una mezcla de espanto, asco y decepción.

Se trata –por resumir muchísimo- de una especie de “contrato” que un hombre presentaría a una mujer para determinar a priori las condiciones –con detalles absolutamente nauseabundos- de una unión carnal consentida, en previsión de evitar una denuncia a posteriori de la hembra hacia el macho por agresión sexual o violación.  A quien me lo envió quise hacerle ver la estulticia de la cuestión y espero y deseo que me entendiera. Quizás por ser hombre, no lo sé, pero el caso es que me recriminó que me lo tomara “como algo personal” a lo que le contesté, que a fortiori y precisamente por ser mujer me indignaba tal cuestión.

El caso es que observo con horror creciente cómo se  banaliza, –y lo que es peor- ridiculiza una situación que de por sí es gravísima: las agresiones sexuales de algunos hombres hacia las mujeres. De los chistes machistas de toda la vida –que no hay dios que los aguante, para qué vamos a engañarnos, que seguramente serán reídos y coreados en los grupos masculinos, pero que estoy por ver y encontrar a una sola mujer a la que le hagan gracia-, se ha pasado a una especie de reivindicación del hombre –en general, no quiero señalar con el dedo a amigos coherentes ni a hombres decentes- por el “derecho” a seguir siendo como se ha sido siempre: depredadores camuflados con el beneplácito tácito e hipócrita de la sociedad.

Me estaba acordando de “El sí de las niñas”, la no tan arcaica novela de Leandro Fernández de Moratín (publicada en 1805) en la que se criticaba –por primera vez públicamente en España- los matrimonios de conveniencia amañados por las familias sin respetar la voluntad de la mujer, lo que hacía que se favoreciera la coyunda legal entre jóvenes hermosas pero sin patrimonio con vejestorios rijosos pero con las arcas repletas. Un clásico de la situación de desventaja de la mujer que persiste hoy en día en algunas sociedades.

¿Cuál es el término medio, aquilatado, correcto y consensuado para que una pareja mantenga relaciones sexuales sin que haya quebranto alguno de la libertad para ninguna de las partes?  “¡Cuán largo me lo fiáis, amigo Sancho!”, que diría nuestro hidalgo favorito si se le volviera a preguntar… que tal parece que el tema –no por viejo- tenga más visos de solución en el tiempo presente o en un futuro cercano al amparo (o desamparo) de las leyes vigentes en este país.

Cambiar la Ley sería una solución mucho más sencilla –según indican- que cambiar la mentalidad imperante en una sociedad heteropatriarcal (palabra correcta aunque suene a despropósito). Pero no sé yo…

No voy a ponerme a buscar con lupa ni a usar pinzas de cirujano para recoger los flecos sobrantes en esta dura batalla del consentimiento o no de la mujer para una relación sexual. Porque no son flecos, sino faldones enteros los que cuelgan por todas partes. Hay tantos casos, tantas posibilidades, tal cantidad de variantes y situaciones que sería prácticamente imposible redactar (y aprobar) una ley que las recogiera todas, sin menoscabo de la consiguiente interpretación por parte de los jueces.

Lo que quiero decir es que, independientemente de que la Ley ampare la libertad sexual del individuo –mujer u hombre- en toda su extensión, están de más los chascarrillos al respecto que levantan ampollas y los memes ridiculizando hipotéticas situaciones.

Personalmente ya estoy harta –por no decir hartísima- de que se sigan compartiendo “chistes” como este:  -“Niña, ¡te voy a meter de todo…menos miedo!” y, a continuación, la gran carcajada.

O esta otra joya del barroco sexual que tiene como agravante la incitación y el consentimiento implícito (que diría un leguleyo). 

–“!Guapa…que te la voy a meter donde nadie te la ha metido! y “la guapa” que responde con salero y frescura sin par: “Pues como no me la metas en el bolso…

 Si esto es humor del bueno que baje dios y lo vea y si resulta que yo estoy carente de ese sentido (el del humor) tan necesario para sobrevivir en una sociedad en la que el esperpento campa a sus anchas… tendré que hacérmelo mirar, pero dudo mucho que pueda dar marcha atrás a toda una vida de pelea contra las faltas de respeto, los abusos y el escarnio hacia las mujeres y ponerme ahora a reirles la gracieta a los cuatro ( o cuatrocientos o cuatrocientos mil) que quedan y no se enteran de nada.

Porque ahí están tantos, partiéndose la caja de la risa en las redes sociales a costa de nosotras, las mujeres. En el siglo XXI y no en el XIX de Moratín.

En fin.

Si es que así no hay manera de que todos seamos felices.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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