(*) Fotograma de la película “Los amigos de Peter” de Kenneth Branagh
Este es un tema peliagudo donde los haya y aunque parezca una verdad de Perogrullo creo que a casi todo el mundo le ha pasado alguna vez… que se ha equivocado al elegir.
Casi con toda probabilidad que el primer círculo de amigos al que accedimos fue al del grupito del colegio; casi siempre del mismo sexo, fuimos acercándonos a la compañera de pupitre, al compañero de juegos, buscando la afinidad: los de gafas con los de gafas, los empollones juntos y aislados de los demás, las niñas tontas haciendo camarilla y las peleonas en la esquina del patio. Igual no había mucho donde elegir, igual es que ya empezábamos a ser selectivos aunque siempre hubiera el “rarito” que prefería estar solo a juntarse con los demás.
El grupo te arrastraba, qué duda cabe, y no pocos fueron los esfuerzos para integrarse o, caso no poco frecuente, para poder desligarse de él y seguir el camino elegido. Y así fuimos pasando del colegio al instituto o a la Universidad y luego al trabajo y tuvimos que formar lazos para cometer errores juntos, hacer locuras juntos y ejercer de jóvenes, siempre todos juntos. Las amistades más escogidas, las unidas por afinidad manifiesta de ideas e ideologías, valores e intereses, afanes y utopías vendrían después de las mareas vivas de la alegre inconsciencia.
Cuarenta años después no han sido pocas las amistades que se han quedado en el camino; rotas o perdidas, despreciadas o simplemente despistadas, seguramente sean más los amigos del pasado que los amigos del presente, esos que AHORA son muy importantes para nosotros y que conforman el soporte afectivo y emocional necesario para seguir caminando.
Personalmente ya he aprendido –y lo mío me ha costado, muchas lágrimas también de humildad y pena- a saber quiénes son amigos de verdad y quiénes no hicieron otra cosa que engrosar el “monto social” que a veces se arrastra queriendo o sin querer. Amigos por compromiso, sobre todo cuando éramos críos, de esos a los que había que invitar por el cumpleaños porque ellos siempre te invitaban al suyo y ninguna de las partes acudía al evento con alegría. Amigos colaterales, porque son el marido o la mujer de alguien que nos es más cercano y que “viene en el lote”, pero que no aporta a la relación. Amigos circunstanciales, de esos que conoces en un avión o en un viaje en una conexión fugaz y con los que después descubrimos que no nos apetece seguir manteniendo el contacto aunque los hayamos añadido al whatsapp y –caso nada infrecuente- compartido con ellos alguna confidencia impremeditada. Amigos interesados, de esos que tan sólo asoman la nariz cuando necesitan algo o se encuentran en una situación comprometida. Y los amigos que no merecen llamarse amigos. También de esos hay. Y no pocos.
Tomar distancia para mejorar la perspectiva no es nada difícil; basta con hacer silencio y si acaso llaman o envían un whatsapp, contestar que “no nos viene bien”. A la segunda vez o protestarán o, lo más usual, desaparecerán dejando poquísimo rastro. En cualquier caso, más vale dejar las cosas claras y no engañarnos a nosotros mismos. Este sistema que relato lo conozco porque me lo han aplicado en primera persona: sé lo que es que no devuelvan una llamada, que no contesten un WhatsApp o que me digan “no me viene bien” cuando he solicitado la compañía de una persona, lo que me ha supuesto un baño de humildad y un aprendizaje absolutamente necesario para mi crecimiento personal.
Es esta una autovía de dos direcciones: aquélla en la que nos “libramos” de los amigos innecesarios y aquella otra en la que los demás se “libran” de nosotros. Que sea compensado y equilibrado el “ajuste” es importante… y no pasa nada… porque no tenemos obligación de caer bien a todo el mundo ni tampoco sería sano que “todo el mundo” nos cayera bien.
Luego están las personas que no tienen amigos o que dicen que no los tienen porque no quieren tenerlos, porque no los necesitan, porque así sienten que se ahorran disgustos, molestias e inconvenientes, aunque alguna vez, cuando la vida les golpea, puedan echar en falta una mano amiga que les ayude a sostenerse. Dicen estas personas, que conozco a alguna, que están desencantados del género humano, que confiar no trae más que quebraderos de cabeza y que mejor estar solo que mal acompañado. Es su elección; ni mejor ni peor que otra cualquiera…aunque yo no la comparta.
En realidad el mejor truco para cuidar a los amigos es comportarse con ellos de la manera en que queremos que se comporten con nosotros. Ofrecer lo que se tiene y aceptar lo que te dan, un quid pro quo equilibrado –sin llevar demasiado las cuentas- y siempre con la alegría de DAR y COMPARTIR. Pero si algo chirría, si se nota que hay un manifiesto desequilibrio… es mejor tener la valentía de encarar las cosas. Meter el polvo bajo la alfombra nunca ha sido buena solución para nadie.
Curiosa la frase de Frida Khalo: “Yo duro lo que usted me cuide, yo le hablo como usted me trate y le creo lo que usted me demuestre”. Para ahondar un poco en el tema: http://www.antelaley.com/2012/07/voltaire-y-la-amistad.html
Elegir cuidadosamente a las personas que queremos estén a nuestro lado procurando que sean las mismas que a nuestro lado quieren estar. Parece fácil y sencillo… ¿o no?
Felices los felices.
LaAlquimista
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