Se suele comentar como decadencia del deporte rey, el fútbol, el menor número de espacios callejeros donde aquellos niños de casas más pobres o no tan pobres realizaban sus tareas de ingenio, cuquería, listeza, destreza, habilidad y coordinación ante una pelota de papel, trapo o de plástico . En aquellos tiempos un balón de reglamento eran palabritas mayores. Se jugaba al fútbol colocando cuatro piedras como si fueron los postes de las dos porterías, los porteros se escogían dos equipos elegidos por los dos porteros y, señores, a jugar.
Las calles o los solares donde antiguamente con palos de escoba o de hojas de palma o, simplemente, dos palos y con las mismas manos realizábamos los niños las tareas de peones de trabajo para acondicionar un campo de fútbol siguen estando en el mismo sitio o en ese lugar en el que ahora hay un polideportivo o un campo de hierba artificial o unas fantásticas instalaciones para practicar el tan famoso por estos lares multideporte.
He aquí por tanto que rechazo que la decadencia del fútbol y la disminución de los grandes futbolistas sea un efecto de la ocupación de los solares o los parques o las calles. Estos lugares están disponibles igual que los de antes. Lo que el progreso de la sociedad ha ocupado es la mentalidad de los chavales que antes jugaban estos sitios, llevándolos ahora a juegos más cómodos como son los ordenadores, los videojuegos o los móviles, en definitiva, a una vida mucho más tranquila y sedentaria. Aquí los padres y abuelos que metemos muchas más horas trabajando tenemos una parte muy importante de culpa. El fútbol apasiona mucho menos, tanto a los mayores como a los más pequeños.
Aunque la angustia socioeconómica de muchos hogares aumenta, aunque padres y madres se desmarcan de sus hijos durante casi ocho horas diarias, han mejorado considerablemente en relación a hace muchos años los medios y la conciencia que hacen al cuidado y educación de los pibes que aprendían a mamar el fútbol.
Mantenemos la costumbre de seguir siendo pobres, pero nos hemos acostumbrado a consumir muchísimo mas y en ese mayor consumo nos acercamos más a la buena vida y al confort que divierte a los mayores y a los más pequeños. Y es que el fútbol no puede competir en una lucha contra esos hábitos. Aquí encontramos pues otra causa que puede explicar esa decadencia.
Otro problema añadido es la tasa de natalidad, pero en contraposición hay un vivero extraordinario que antes ya existía: los colegios tanto públicos como privados. En sus patios de recreo y otras actividades hay un filón de niños con las características clásicas del futbolista de nuestra ciudad como el talento, la pausa, la visión de juego, el regate, el pase, la cuquería, la listeza, el atrevimiento, la garra, el desparpajo, el juego aéreo, el compromiso, la implicación, el rigor y, sobre todo, el copiar de lo que hacen Messi o Cristiano Ronaldo.
Estas características enumeradas son algo innato de los futbolista de nuestra tierra. Ahora hace falta que tanto las instituciones como los equipos federados pongan en la organización de la captación y formación a los verdaderos profesionales con titulación en estos lugares y los rastreen con enorme vocación y compromiso. Así los niños que tengan esas cualidades futbolísticas necesarias para practicar dicho deporte podrán llegar a las escuelas de futbol municipales o a los clubes de esos pueblos y barrios, potenciando lo comentado. De esta manera volveremos a ver a los mitos de muchos y añorados por otros Arkonada, Zelaieta(dep), Kortabarria, Gorriz, Gajate, Olaizola, Diego, Alonso, Zamora, Idigoras, Satrustegi, Uralde, Bakero,Txiki, Rekarte, De Pedro, Aranzabal, Xabi Alonso, Arabburu y el ‘Petit Diable’ Lopez Ufarte. Y todo esto es pura Real Sociedad.