Alberto Moyano

Tras el éxito cosechado por su futuro marido en el programa de ‘El loco
de la colina’, tocaba que pasara por el diván la propia Carmen
Martínez-Bordíu, nieta de Franco, un señor muy austero que vivía en el
Pardo con toda su familia, que llegó tarde a su cita hendayesa con
Hitler “porque entonces los trenes no eran como ahora” y que al ver a
su nieta en biquini por la cubierta del ‘Azor’ preguntaba muy
interesado: “¿Compráis los trajes de baño a peso?”.
La Martínez-Bordíu, que se ha tuneado media cara en sucesivas
operaciones de cirujía estética, tiene un pequeño apartamento en París
–”unos setenta metros cuadrados”–, todo el lujo del que ha disfrutado en esta
vida –”y he tenido mucho”– se lo ha ganado sin ayuda de nadie y además,
no guarda rencor a España. Más aún: la democracia le mola como
concepto, lo malo es cuando se lleva a la práctica y de la princesa de
Asturias sólo le gusta el nombre.
Ahora, la nietísima se casa porque ha descubierto “el verdadero
significado de la palabra sacramento –que es sagrado, aclaró–, y se augura
a sí misma un matrimonio para toda la vida.
Nada más.
Agítese, sírvase frío y de un trago, para adentro.