Ricardo Aldarondo
Esta mañana le ha salido un firme competidor a Almodóvar. Alejandro González Iñarritu ha presentado “Babel”, y aunque la ovación no ha sido de caerse la sala, ha sonado convincente. Lo primero que hay que reseñar es que en medio de la proyección de prensa ha habido que interrumpir la proyección. Llevábamos hora y media de las dos y veinte que dura, cuando han comenzado a verse de nuevo imágenes que ya habíamos visto. Sabido es que al director, y a su guionista Guillermo Arriaga, les gusta jugar con los tiempos narrativos, y la mezcla de historias. Así que ha habido un momento de estupor, y luego la gente ha empezado a protestar. Parada de proyección, luces que se encienden, nadie daba una explicación. Al cabo de cinco minutos la proyección ha empezado de nuevo y ya no ha habido más problemas. Para que se vea que también en Cannes pasan estas cosas.
La película es estupenda. Como es habitual, hay cuatro historias simultáneas y conectadas de algún modo, aunque dos ocurren en Marruecos, otra entre Estados Unidos y México, y la cuarta en Japón. Es menos artificiosa y rebuscada que “Amores perros” y “ 21 gramos”, también más serena, y emocional y tiene excelentes interpretaciones tanto de Brad Pitt y Cate Blanchett como de los desconocidos marroquís o japoneses. Pero impresiona sobre todo el dominio de la imagen y el sonido de González Iñarritu. Hay quien le podrá ver un puntillo videoclip, se advierte. Pero “Babel” es fascinante.