Alberto Moyano
«Bernat Soria hace promesas inmorales sobre la curación de
enfermedades», asegura el portavoz de la Conferencia Episcopal,
monseñor Martínez Camino, que a cambio de un poquito de fe, a poder
ser, ciega, sólo promete la vida eterna, la resurrección de los muertos
y –en materia de curaciones– algún milagro suelto a cargo de Karol
Wojtila.
Parece que el Gobierno consigue día a día extraer lo peor de nuestros
mejores clérigos y, si hace un par de semanas la asignatura de
Educación Cívica era definida por la cita da sotana como el «mal»,
ahora es el nombramiento del nuevo ministro de Sanidad el motivo de
tanta furia divina. Camino, cuyos conocimientos científicos no constan,
dice que las investigaciones de Soria con células madre embrionarias
«no coinciden con la ciencia que respeta la dignidad del ser humano».
Dicho en román paladino, estas investigaciones ofenden a (su) dios,
pero como no parece argumento suficiente como para prohibirlas, el cura
opta por soltar una perorata en la línea de cuestionar su moralidad y
sus resultados. Esta práctica de sustituir los argumentos reales por
otros, en principio más aceptables, se conoce como contrabando
ideológico.
Sin embargo, Camino y sus seguidores lo tienen muy fácil: llegado el
momento, renuncien a este tipo de tratamientos. A los demás, y en la
medida de lo posible, déjenles condenarse.