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Alberto Moyano

El jukebox

Las calles están vacías, luego juega España

Alberto Moyano


En vísperas de una nueva cita con la historia -y en quince días ya van unas cuantas-, ha llegado el momento de clarificar las cosas. Para ello, nada mejor que echar mano de la tinta de calamar. La prensa lo anuncia hoy: cuando juega España, las calles del País Vasco se vacían. No se dice así de claro, pero se insinúa: en el pecho de cada ciudadano vasco, late oculto el bombo de Manolo. El asunto es tan atractivo que toca profundizar un poco:


1) La consulta de Ibarretxe es una cortina de humo que cuyo fin último tan sólo pretende privar a Luis Aragonés de la presencia de Xabi Alonso. El tema resulta casi irrelevante porque se trata, a la postre, de un suplente, pero, como siempre, el peligro radica en el ejemplo y que Cataluña acabe reclamando para sí a sus ocho aportaciones.


2) Frente al 34-33 de Ibarretxe, se esgrimen las audiencias de los partidos que juega España. De ser válido el argumento, ¿está Cuatro facultada por la Constitución para convocar consultas ciudadanas? Urge suspender la publicación de las audiencias hasta que los tribunales competentes se pronuncien.


3) El abertzale no se pierde por definición un partido de España, así tenga que verlo desde su destino vacacacional en el extranjero, pongamos La Rioja. El mecanismo emocional es conocido de sobra: ningún ultrasur se saltará una final europea en la que compita el Barcelona porque la tentación de asistir a la derrota del enemigo es siempre demasiado fuerte. Quien más lejos llevó esta línea de acción fue Iribar, que presenció el único triunfo de ‘La Roja’ en una Eurocopa desde la portería española, apenas unos años antes de sumarse a la fundación de HB.


4) El incidente registrado el jueves por la noche en Vitoria confirma la teoría. Una docena de jóvenes celebra los goles de España en el bar La Taska. ¿Quien se encuentra también en el establecimiento viendo el partido? ¿Iturgaiz, quizás? No: dos ex dirigentes abertzales y un ex preso. Remontándonos en el tiempo, cuando un defensa italiano rompió la nariz de Luis Enrique en el Mundial de 1994 en EE UU, una mano anónima escribió en una pared de Egia: “Tazotti, gudari”.


5) Todo esto prueba que, en contra de lo que se pregona desde Madrid, el nacionalismo vasco no es aldeano y excluyente, sino moderno e integrador en sus diferentes versiones porque ¿acudirían en masa el resto de los españoles a contemplar los partidos de la selección de Euskadi o de Cataluña? ¿Respaldarían sus anhelos? ¿Les acompañarían en sus citas con la historia? También cabe darle la vuelta a la pregunta: En el caso de que la selección vasca jugara una semifinal, ¿estarían las calles del País Vasco llenas de gente durante los partidos? ¿O también vacías? ¿O sólo saldrían los constitucionalistas?


6) Todo esto demuestra que el nacionalista/abertzale, ciudadano del mundo al fin y al cabo, es capaz de compatibilizar un exquisito gusto por el fútbol de toque, las triangulaciones en el centro del campo y los pases en profundidad -virtudes encarnadas en este caso por la mismísima España- con unas convicciones políticas que le llevan a abominar de todo lo demás. Más o menos como decía Chillida: el árbol con las raíces hundidas en la tierra y las ramas abiertas al mundo, o no sé qué. Fin.


junio 2008
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