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Alberto Moyano

El jukebox

Sobre el manifiesto de internet, unas preguntas

Vaya por delante que el anteproyecto de ley de la Economía Sostenible redactado por el Gobierno es tal chapuza que las obligadas matizaciones han sustituido en pocas horas medio articulado y vaya también por delante que algunos sectores de la industria cultural -un saludo a la discográfica- se merecen aún más calamidades de las que les han tocado pasar.

Sin embargo, a la luz del ‘Manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en internet’, aquí van un puñado de preguntas, probablemente, retóricas:

¿Por qué el manifiesto comienza con una inexactitud al hablar de ” los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de internet manifestamos” en lugar de “algunos periodistas, bloggers, usuarios, etc…” y concluye con una broma -“Este manifiesto, elaborado de forma conjunta por varios autores, es de todos y de ninguno. Si quieres sumarte a él, difúndelo por Internet”-, recalcando la generosidad de sus autores como si hubiera posibilidad alguna de encontrar a alguien en el mundo dispuesto a pagar por descargárselo?

¿Eran sus autores presos de un rapto de solemnidad cuando trufaron el escrito de expresiones tan estomagantes como “saber humano”, “suspensión de derechos fundamentales”, “modelo de negocio” o el propio título?

¿Por qué ha de ser ilimitada la gratuidad de discos, libros, películas y demás productos cuyo disfrute ya es gratuito a través de Koldos Mitxelenas, bibliotecas municpales y redes de casas de cultura? ¿Tan burgueses somos que no nos resistimos a la necesidad de hacernos con todo eso en régimen de posesión?

¿Por qué adoptamos como propios principios ideológicos que no nos pertenecen, sino que proceden del pensamiento utópico de otra clase social y que se resume en el anhelo de que “otros trabajen gratis para mí”?

¿Por qué tiene que ser gratuita la música y no las guitarras, bajos y baterías? ¿Por qué hay que pagar por utilizar los estudios de grabación? ¿Cuánto tiempo puede tardar lo gratuito en convertirse en nada, teniendo en cuenta que gratis y basura no son seudónimos, pero se parecen mucho?

¿De dónde sacas tiempos para escuchar música y ver películas si te descargas quince discos y seis películas diarias? ¿Es la bulimia -ingerir masivamente y vomitar- cultural otro derecho inalienable que nos ha caído del cielo?

¿Por qué los partidarios del “all free” indiscriminado, más que al cazador furtivo que caza para comer, se parecen en su impaciente irritabilidad al señorito Iván de los ‘Santos Inocentes’, ansioso por abatir piezas, da igual cómo, cuándo y dónde sólo por el gusto de disparar? ¿Por qué le llaman ‘pirateo’ cuando quieren decir ‘pesca industrial en factorías flotantes’?



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