Aznar es de centro, pero sus extremidades no. Por eso, ora son sus piernas las que se disparan encima de la mesa en plena cumbre bilateral, ora sus genitales los que invitan a tomar medidas a una mujer durante un mitin. El afeitado de su bigote debe ser leído en clave de reubicación ideológica.

Ayer en Oviedo, ante la protesta y los insultos de un grupo de estudiantes, el ex presidente podía haberse dejado llevar por las emociones, propinándoles una reacción visceral. En lugar de esto, dio una vez más muestras de su talla y, desde la serenidad democrática, exhibió su dominio de esa suerte que se conoce como la ‘peineta’.

Desde un punto de vista estrictamente estético, hay que decir que la ejecución estuvo plagada de impurezas y vicios, adquiridos con seguridad durante su estancia en Georgetown. Por cierto, más de un padre cuestionará hoy la elección universitaria de su hijo cuando éste le diga, periódico en mano: “Look, daddy, this finger is my teacher”.

En Aznar pugnan por lo menos dos tendencias: por un lado, el hombre de estado (de excepción); por el otro, el mequetrefe. Fruto de ese combate, en sus abdominales se puede leer con nitidez la evolución del Ibex-35 en los últimos ocho meses.

El caso es que el gesto reafirma la vocación centrista del presidente de FAES, ya que no ha podido ser casual la elección de un dedo corazón que -todo hay que decirlo- a saber en qué think tanks habrá estado.

La conferencia finalmente se llevó a cabo y sirvió para que Aznar explicará que “hay gente que parece que no puede vivir sin mí”, afirmación que fue corroborada por los asistentes al acto, al grito de “¡presidente!, ¡presidente!”.