Hoy quería hablar de los grupos de mamás. Y digo mamás porque los papás habitualmente no suelen participar. De hecho, en mi trabajo con mamás y bebés, siempre que aparece un papá es muy bienvenido. Suelen aportar a los grupos la parte masculina que a las mujeres nos falta.

Para mí como madre ha sido muy importante encontrar una tribu donde sentirme cómoda. Una tribu física, que muchas veces es virtual; y otra tribu virtual, que a veces se convierte en física. Encontrarme en mi camino con otras madres con la misma visión de la crianza, de la infancia, de la maternidad, muchas veces de la educación y también de la vida, ha sido para mí un regalo cargado de cariño, emoción, empatía y compañía.

De hecho, me apetecía tanto escribir sobre esto porque me parece fundamentel encontrar una tribu de mujeres con quienes compartir tus emociones en el bello y agotador camino de la maternidad. Históricamente vivíamos en tribus, y antiguamente también la crianza se hacía en compañía de otras mujeres de la familia, como algo mucho más integrado en una gran familia ya que se compartía desde pueblo, pasando por la casa y a veces hasta la cama. Hoy en día vivimos nuestra maternidad habitualmente en soledad, muchas veces a kilómetros de nuestras familias y a menudo sin apoyo cercano y de confianza.

La sociedad cada vez es más independiente, se promueve prematuramente la autonomía de los niños, somos más egoístas y competitivos, y por ende, dejamos de jugar y envejecemos mucho antes. No me refiero a las arrugas típicas de la vejez, sino a algo mucho más profundo. La sociedad es mayoritariamente más materialista que emocional. ¿Por qué cuando somos mayores dejamos de jugar? ¿Quién nos ha vendido que cuando empiezas a tener obligaciones el juego no puede ser parte de tu vida?

Como la maternidad y la paternidad son un despertar de emociones ocultas, el hecho de estar en grupo y compartir ese despertar es simplemente maravilloso. Es un regalo el poder descubrir que nuestros miedos, baches, soledad y también esos logros que más alegrías nos dan, suelen ser los mismos en todas las familias. Si además encontramos esta tribu en nuestro puerperio más inmediato, los beneficios son aún mayores, ya que lograremos liberar nuestras sombras más ocultas: esas que van despertando al convertirnos en madres. Y si lo hacemos desde la compañía de otras mujeres con las mismas emociones y entendiendo que todos estos miedos son comunes a la mayoría de las mamás, seguro que nos ayuda a ser aún mejores madres (y padres).

Así que, como los grupos de madres (y a veces padres) son cada vez más habituales, si acabas de ser mamá o lo eres hace tiempo o incluso si vas a serlo, yo te invito a que encuentres uno donde sentirte cómoda porque de eso no hay duda: si buscas, encuentras.

Suerte en tu búsqueda y enhorabuena por hacerlo. Buscar dentro de nosotros a veces es duro. Sin embargo, encontrarnos a nosotros mismos después de esta búsqueda puede ser altamente beneficioso.

Quiero terminar dando las gracias a mi tribu, a esa que me acompaña en las Redes y en las miradas… porque como dijo Marylin Monroe “Vivir sola es como estar en una fiesta donde nadie te hace caso”. Y en eso se puede convertir la maternidad si no compartimos nuestras nuevas emociones, bien sea con amigos que nos entiendan o con esa nueva tribu donde sentirnos como en casa.