Estamos en época de sueños, de ilusión, de muchos deseos y por supuesto, de consumismo desorbitado.
Esta semana lleva circulando en las Redes el maravilloso spot de Ikea, donde nos invita a los padres a reflexionar acerca de lo que los niños necesitan. La Navidad nos desamuebla la cabeza. Nada como el hogar para volvérnosla a amueblar.
También encontramos este otro anuncio que vuelve una vez más a fomentar el disfrute en familia, sin miedo a volvernos locos y dejar la casa muy lejos de esas normas de conducta que hemos ido instaurando socialmente.
En la web www.laotranavidad.es encontramos diversas ideas muy originales para hacer en familia. (Aunque soy de las que opinan que los niños no son buenos o malos; sino que depende del cristal con el que lo mires, me ha encantado esta campaña. Aprendemos cada día cosas nuevas).
Después de ver y ver las opciones tan chulas y los anuncios, me gustaría felicitar a los creadores de estos spot. Siempre tan acertados, siempre llegando tan profundo. No paro de leer en las redes cómo, a muchas personas que han visto el experimento, se le han saltado las lágrimas. Y es que no es para menos. Los niños piden unicornios y juguetes como hacen la mayoría de niños. Sin embargo, hay un momento donde se llena de fuerza la historia y les preguntan qué les escribirían a sus padres. Les proponen escribir #laotracarta. Ahí empezamos a observar cómo los niños efectivamente no necesitan cosas materiales. Ellos sólo necesitan contacto, mimos, juegos, diversión, afecto y mucho mucho tiempo.
Y esto me hace reflexionar acerca del tiempo de calidad y la cantidad. Los niños, claro está, igual que cualquier persona, necesitan tiempo de calidad. ¡Eso sin duda! Sin embargo, la cantidad también importa. Tener a sus padres cerca siempre que lo necesiten imprime una confianza y seguridad en los niños que se verá reflejado en su época adulta. Según Patricia Valiente, psicóloga y psicoterapeuta, la capacidad de sintonizar emocionalmente con los hijos, es decir, de comprender y adaptar nuestro comportamiento a sus necesidades; se consigue a través del contacto directo con los pequeños, compartiendo tiempo, actividades y vida. Diferentes estudios han mostrado cómo las variables más influyentes en la salud mental infantil (y en conscuencia, adulta) son la seguridad, aceptación incondicional y afecto recibido por parte de las figuras de apego (mayoritariamente madres y padres). Para ello, padres e hijos tienen que estar cerca físicamente. Acompañarse, compartir experiencias e ir progresivamente aprendiendo el transformador proceso de ser padres conscientes de su crianza. Los niños necesitan presencia. Y ha de ser sensible, atenta, coherente y afectiva. Invertir tiempo con los hijos no debería suponer un esfuerzo; sino ser un deseo genuino por estar con el otro. Nada material puede sustituir a la sensación de ser amado por los padres.
Veo, y sé que me repito, esperanza en la mayoría de los “nuevos padres”. Muchos se plantean cambiar patrones y dedicar ese tiempo a sus hijos además de saber disfrutar con ellos. Y ahí sí que veo mucho optimismo. Sé que no es una burbuja en la que yo me muevo por mi profesión; sino que efectivamente muchos padres, hasta con hijos más mayores, de pronto deciden dar un giro sobre cómo educan a los niños, que muchos han llegado en plena crisis de valores. Y, como toda crisis, nos invita a la reflexión. Como no puede ser de otra manera, la infancia y la mater/paternidad son parte importante de ello. Son el presente de muchos padres jóvenes y el futuro de toda una sociedad. Así que, una vez más, gracias a Ikea por remover conciencias y por abrir de nuevo un debate acerca del papel de los padres y madres.