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Ricardo Aldarondo

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Soy botánico en el jardín metálico de Lou Reed

No parece tan rara la unión cuando empieza a sonar Brandenburg Gate: podría ser el Lou Reed de siempre, pero con guitarras de doble peso, quizás la banda monolítica que siempre quiso sentir a sus espaldas. Llega a continuación The View y, oye, la cosa no sólo encaja, sino que a uno le vienen a la mente grupos y artistas queridos que poco tienen que ver ni con Lou Reed ni con Metallica: The Fall por la forma de recitar de Lou, como predicador a su aire con el trueno en la nuca; King Crimson por los riffs sinuosos y esquizoides (posteriormente también algunas guitarras más etéreas nos recordarán a Robert Fripp); e incluso el Peter Hammill más enervado en el estribillo “I am the root / I am the progress”.

Pero Lulu (2 CDs, 95 minutos) es otra cosa, y uno va como botánico en un jardín metálico, valga el volteo a Radio Futura, tratando de orientarse en la asociación que ha puesto de los nervios, e incluso ha levantado en armas, a muchos fans tanto de Lou Reed como, sobre todo, de Metallica. Al fin y al cabo lo que más se identifica es al Lou que camina por el lado más salvaje; no el del cuero negro y la actitud chulesca-quedona que le dio fama, sino al que apela a la poesía más oscura, hiriente, desgarrada y desconcertante. Las letras son brutales: violencia, escatología, lirismo abrasivo y obsesivo, que precisarían no uno, sino cuatro sellos de parental advisory en la portada, y a las que cuesta encontrar el sentido unitario que se supone que la obra tiene.

El recitado de Lou Reed es espontáneo e intutitivo, no se atiene a reglas ni métricas, algo que no es precisamente nuevo en él, aunque aquí llevado a un extremo a ratos árido y cansino. Las piezas, más que canciones compuestas, arregladas y cerradas, son jams-sessions apocalípticas en las que a veces despuntan momentos de alto climax (la parte final de Frustration), y otras se pierden en asfixiantes y agotadoras cabalgadas que, se intuye, podrían haber desembocado en algo más interesante si se hubieran acotado más las cosas. Material pesado y en bruto.

Lo que suena más a la pura suma de Lou Reed y Metallica, resulta estimulante: las mencionadas Brandenburg Gate y The View, más Iced Honey. También tiene su punto ese mantra acústico con guitarras ambient-metaleras, sorprendente fusión, de Little Dog; o el sencillo y relajado esquema guitarrero, con espíritu muy loureediano, de Junior Dad, si descontamos los ocho minutos de zumbido final de cuerdas, aunque tienen su punto en plan hundimiento del Titanic.

Más laboratorio de ideas que obra milimetrada y cerrada, por mucho que el envoltorio tenga aires de ópera-rock, Lulu no es un disco para ponerse todos los días, ni siquiera una vez al mes, probablemente. Tampoco está entre lo mejor que ha hecho Lou Reed y, aunque desconozco su obra, supongo que se puede decir lo mismo respecto a Metallica. Pero para dos nombres que ya han pasado por muchas encrucijadas, y que probablemente no tienen ni idea de cuál será su próximo destino, no está nada mal darse el lujo de hacer algo sin condicionantes ni ataduras, huyendo al menos de la idea de seguir repitiendo siempre el mismo disco, a riesgo de enervar a unos y otros.

El videoclip de The View lo ha realizado Darren Aronofsky, nada menos, el director de Requiem por un sueño, El luchador y Cisne negro.

Y aquí un concierto en la televisión alemana con siete temas, incluido White Light / White Heat de The Velvet Underground.

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Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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