Sea porque se incorporaba a la programación el cine Trueba como nuevo estandarte de la cultura alternativa, o por la variedad y atractivo de la programación, la quinta edición del modesto festival donostiarra Dock of the Bay ha encontrado una inesperada respuesta de público durante el pasado fin de semana, que ha obligado a ampliar salas a última hora y aún así ha dejado público en la calle en varias sesiones.
Glam rock, pop multimillonario en ventas, reyes del reggae, fracasados del hard-rock, hip-hop marroquí, reivindicaciones del ‘black power’, historias increíbles y secretos que salían por primera vez a la luz, todo ello se ha dado cita en las pantallas del Trueba y el Principal que acogían los siete documentales programados, además de los tres conciertos y la fiesta con DJs.
Desde el repaso biográfico atiborrado de información de Queen: Days of Our Lives, a la alucinante historia del cantante del desconocido grupo de hard-rock Pentagram en el que ha sido el mejor documental del lote, Last Days Here, se ha podido comprobar las muy distintas formas que adquiere hoy en día lo que llamamos documental musical o de rock.
El Dock of the Bay (curioso nombre en homenaje a Otis Redding) nació hace cinco años casi como un hermano pequeño del exitoso In-Edit de Barcelona, toda una institución allí. El Dock of the Bay trae a San Sebastián ese espíritu ávido de información musical y reunión de gentes que viven el rock y todos sus alrededores como una cultura que se manifiesta en muchas vertientes. El conjunto de documentales se completaba con una exposición de carteles de cine y conciertos de Audience, Rafael Berrio, John Doe y Slim Cessna’s Auto Club.
Tras algunas dificultades, entre ellas la de mantener con buena entrada el amplio aforo del Principal en anteriores ediciones o tener que recluirse en la sala Club del Victoria Eugenia, este año el Dock of the Bay ha pegado un considerable subidón que hace imaginar jugosas ampliaciones para la próxima edición, si la financiación acompaña. Y ha encontrado una doble sede perfecta: el teatro Principal para la jornada importante, la del sábado, y el Trueba, más recogidos, para los otros dos días del fin de semana. Un Trueba que quedó desbordado y dio lugar incluso a solidarias situaciones.
Un aplauso para los de la dama. Suele ocurrir: el temido ‘overbooking’ se produjo el domingo en la sala pequeña del Trueba donde se programaba el documental del Toots & the Maytals. Veinte personas no tenían asiento. En la sala grande, unas decenas de espectadores ajenos a la música, ya habían empezado a ver La dama de hierro. La única solución era intercambiar a los espectadores entre las salas. Meryl Streep fue interrumpida en sus primeras frases, los asombrados espectadores de La dama de hierro entendieron la situación y se prestaron a cambiarse a la sala pequeña sin rechistar. Por tan generoso gesto, recibieron la ovación de los que estábamos esperando para vibrar con el reggae de Toots & the Maytals.
Entradas agotadas. También el viernes el Trueba estuvo efervescente. El documental The Sacred Triangle: Bowie, Iggy & Lou, 1971-1973, había agotado todas las entradas en los días previos. Se habilitó la segunda sala del Trueba para la misma proyección…y también se acabaron las entradas. La sesión anterior dejó asismismo gente en la calle, sin poder conocer el significado de la frase Quiero tener una ferretería en Andalucía que pronunciaba Joe Strummer y daba título al documental. En el amplio aforo del Principal estuvieron cerca del lleno las sesiones de The Black Power Mix Tape 1967-1975 y Queen: the Days of Our Lives.
Queen fue una fiesta. Hubo incluso amagos de corear canciones y palmear el We Will Rock You. El documental de Queen tuvo la proyección más festiva y participativa, y los seguidores del grupo salieron encantados con las casi dos horas atiborradas de información, anécdotas, una ingente cantidad de imágenes de diversa procedencia, muchas inéditas, y una narración conducida de principio a fin por Brian May y Roger Taylor. El llorado Freddie Mercury y su recuerdo dominaban el recorrido desde los días de escuela hasta su muerte. Queen: Days of Our Lives, de Matt O’Casey tiene el defecto de muchos documentales de música de corazón televisivo: escaso respeto por la música en sí. Cada una de las canciones son continuamente interrumpidas, para insertar una frase o hacer un apunte. Es la obsesión por agilizar el relato. En ese sentido triunfa, porque el minucioso repaso a la carrera de Queen es incluso estresante. Linealmente veloz y entretenido, entrañable y divertido. Consigue su mejor tono al revelar el conmovedor empeño de Freddie Mercury, ya muy enfermo, en sacar el máximo partido a sus últimos días grabando voces para canciones que sus compañeros se tendrían que encargar de terminar.
Bowie, Iggy, Lou: triángulo de genios. Tiene demasiada palabrería y poca documentación de imágenes. Ni siquiera cuenta con la participación de los tres protagonistas en la actualidad. Pero The Sacred Triangle: Bowie, Iggy & Lou, 1971-1975 es interesante, instructivo y hasta polémico por las relaciones que establece entre esos tres genios del rock que colaboraron en un periodo especialmente fructífero. El documental plantea que Bowie copiaba a los otros dos, pero tampoco es eso: Iggy Pop tenía actitud y descaro pero no el talento para crear grandes canciones de Bowie. Eleva el nivel del relato la muy graciosa y malévola mujer de Bowie, Angie, que estaba en todas las salsas de la época de grandes discos como Ziggy Stardust y Transformer, del que queda restaurado el honor de Mick Ronson como arreglista del legendario álbum de Lou Reed.
La ferretería de Joe Strummer. A veces lo más sencillo resulta lo más convincente. Quiero tener una ferretería en Andalucía, de Carles Prats, tiene muy modestos medios, pero una historia poderosa que contar y a unos protagonistas de óptimos resultados. Se trata de indagar en las relaciones y vivencias de Joe Strummer, icono de la explosión punk como líder de The Clash y uno de los músicos con más carisma y talento del rock, en sus ocasionales refugios por Granada y Almería, en las amistades que allí forjó y las huellas que dejó. Que son muchas más de lo que creíamos. Sus amigos, los bares que frecuentaba, el clan de niños a los que servía de capitán pirata o así, la canciones que allí imaginó… todo se va relatando con naturalidad y gracia a través de unos personajes que cuentan a cámara con verdadero talento narrador todos sus recuerdos, anécdotas a menudo desternillantes o entrañables, de ese idealista, entusiasta y curioso irremediable que fue Joe Strummer. La lógica ausencia de documentación de peso está muy bien solventada, y la película derrocha vitalismo y humanidad.
Del Tánger a Marruecos. Fermín Muguruza continúa con sus documentales de música por encargo de Al Jazeera. El correspondiente a Marruecos fue presentado en el Principal por el propio músico-director. Saliendo del donostiarra bar Tánger para iniciar el viaje, pero dejando el protagonismo a la cantante Oum (un acierto, porque es un encanto y una estupenda entrevistadora e indagadora), Next Music Station: Morocco, pasa de la tradición al hip-hop, de las orquestas heredadas de una generación a otra, al rock cañero para las masas. Muguruza logra un cálido equilibrio entre las diferentes músicas y el reflejo de una sociedad y una forma de vivir.
No hay música, pero sí poderío negro. Sorprendió que The Black Power Mix Tape 1967-1975 no tenía nada de música, aparte de la que suena de fondo. Pero merecía la pena por su alta calidad y curioso punto de partida para relatar la fuerza de la cultura negra que emergió en esa época en Estados Unidos. Todo está construido con imágenes de archivo en buena parte inéditas, filmadas por corresponsales suecos en Estados Unidos. Un montaje extraordinario, que cuenta con entrevistas actuales a músicos negros (aquí estaba la conexión) como Erykah Badu y gente de The Last Poets que sin embargo no aparecen en pantalla, solo en audio:_acertadamente no se desperdicia ni un segundo de enseñar ese valioso material que va de la vida cotidiana a los discursos y conflictos sociales.
Reggae con voz de soul. Sólo duraba una hora el retrato de Toots & the Maytals, uno de los grandes grupos del reggae. Nos quedamos con ganas de más, porque el retrato de esa voz soul que dio nombre al reggae y le ha otorgado algunos de sus mejores momentos, era un preciso y claro reflejo de los valores musicales, humanos, familiares y festivos de un hombre con tanto talento como humildad.
El sótano del drogadicto moribundo. Y el último fue el mejor. Bobby Liebling cantante del olvidado grupo de hard-rock Pentagram, heroinómano, adicto al crack, tras 40 años de drogadicción y mala suerte, malvive como un auténtico despojo en el sótano de la casa de sus padres. Parece que el documental va a ser la crónica de sus últimos días y el recuerdo de su efímera gloria. Pero Last Days Here se convierte en un filme de suspense por las increíbles cosas que pasan a continuación, mientras dos fans intentan que grabe otro disco y él, increíblemente, parece salir del agujero. Un filme asombroso, tan friki, intenso y conmovedor como The Devil and Daniel Johnston.
Publicado en El Diario Vasco el 17 de enero de 2012