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Ricardo Aldarondo

Mon Oncle

Cuando el pop era combativo e indignado

Es común asociar las letras combativas y las soflamas políticas, o las protestas que puedan llegar al insulto, con el hip-hop, el punk o el rock radical. Lenguaje descarado y juramentos a la cara de los políticos que vienen etiquetadas en los discos con el simpático sello de ‘parental advisory’ y, a veces, llegan a los juzgados. Dejando aparte los tiempos de los cantautores folk, parece indisociable la soflama político-social del tono de voz airado, las guitarras atronadoras o el superbass machancón como fondo del rapeado.

Pero hubo un tiempo en que el pop, sin abandonar el tono melodioso y lírico, y el hit parade incluso, lanzaba dardos a la clase política. Cuando se estrenó La dama de hierro a algunos nos vino a la mente la canción de Morrissey Margaret on the Guillotine, en la que el ex cantante de The Smiths, en su primer disco en solitario Viva Hate, cantaba a la Tatcher en 1988:

“La gente buena / tiene un sueño maravilloso / Margaret en la guillotina / Porque la gente como tú / me hace sentir muy cansado / ¿Cuándo te morirás? / ¿Cuándo te morirás? / Por favor, muere”. (Margaret on the Guillotine, Morrissey, 1988

Tan directas palabras surgían en una dulce canción, como una nana apesadumbrada. Era el colofón a muchos años de protestas sociales contra la política de Margaret Tatcher, que entre otras cosas movilizó a una serie de grupos, muchos de ellos de pop, en una gira llamada Red Wedge con la que intentaron que la odiada primera ministra no fuera reelegida. No consiguieron su objetivo, pero hicieron mucho ruido.

Unos años antes, The Style Council, el elegantísimo grupo de Paul Weller durante los 80, no renunciaba a su reluciente imagen y su ropa minuciosamente escogida, ni tampoco a los esquemas del hit popero, para entonar una arenga de indignados:

“No tienes por qué tragarte toda esta mierda / No tienes por qué sentarte y relajarte / Realmente puedes intentar cambiar todo esto / Sé que nos han enseñado a confiar en los que tienen la autoridad / Pero nunca sabes hasta que lo intentas / cómo pueden ser las cosas / si nos unimos con fuerza / Los gobiernos se resquebrajan y los sistemas caen / porque la unidad es poderosa / Las luces se encienden / Los muros empiezan a caer”.  (Walls Come Tumbling Down, The Style Council, 1989).

El caso de McCarthy, el grupo en el que militaban Tim Gane y Laetitia Sadier, quienes lugar crearon Stereolab, era más especial, pues todas sus letras tenían una incisiva ironía socio-política radicalmente anticapitalista. En sus tres Lps hicieron canciones con títulos como “Ahora es el momento de la mano de hierro”, “Me hice a mí mismo desde la nada”, “Prefiero morir que usar un banco” o “Y mañana la raza humana cotizará en bolsa”. Y todo ello, insistimos, con bonitas y dulce melodías pop. Y con ese punto de vista de al-revés-te-lo-digo-para-que-me-entiendas.

“Levantáos, ricachones / levantáos, hombres de dinero / decidamos el precio de todo / agarraremos a los sindicatos del cuello / y los agitaremos hasta estrangularlos / nuestro tiempo en la tierra es tan breve / que debemos pillar todo lo que podamos / Esta es la lucha final, que nuestros corazones no desfallezcan y mañana la raza humana cotizará en bolsa” (And Tomorrow the Stock Exchange Will Be the Human Race, McCarthy, 1990).

The Housemartins tenían esa pinta de chicos delicados, hacían canciones preciosas, o simplemente divertidas, que llegaban alto en las listas de éxitos, y se declaraban cristianos. Pero en sus letras reclamaban justicia, se indignaban contra las diferencias de clase, se ciscaban en el aborregamiento y protestaban por la pobreza.

“Así que pensaste que ibas a cambiar el mundo / montando un mercadillo para los pobres / Es una pérdida de tiempo si sabes por dónde van / Intenta agitar la cajita delante de la reina / su monedero ha engordado y se le revientan las costuras”. (Flag Day, The Housemartins, 1986).

Billy Bragg, el bardo de la clase obrera en la dura Inglaterra de los 80, alternaba sus conmovedoras canciones de amor con proclamas contra las políticas que dejaron a muchos trabajadores en la calle, y llamadas a la unión de la gente. En discos con títulos como “El tiempo de los trabajadores” o “Hablando de poesía con el cobrador de impuestos”, abundanba el espíritu contestatario.

“Privatizáis lo que es nuestro, lo que es nuestro / privatizáis y luego nos hacéis pagar / nos lo cobraremos algún día, apunta mis palabras, nos lo cobraremos algún día” (Thatcherities. Billy Bragg, 1997).

Hay muchos más ejemplos, pero los dejamos en todo caso para una segunda parte.

 

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Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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