Ya tenemos un concierto memorable para esta edición del Jazzaldia. Qué locura lo de Sharon Jones. Todo el conjunto del Jazz Band Ball estuvo muy bien en la tarde-noche, pero lo de Sharon Jones & the Dap-Kings fue un éxtasis total.
A primera hora de la tarde arrancaron fuerte y a la vez los tres escenarios de las terrazas. Triz3ps, tan engrasados y sueltos como siempre, empezaron más o menos tranquilos (Pretérito, Venus, Motela Blue) y llenando de gente el césped artificial de la terraza de arriba. Pero fueron calentando y acabaron con tralla funky y dance que dejó al personal más que satisfecho.
En el escenario más alejado, Juan Zelada fue una agradable sorpresa: con profesionalidad británica, su grupo sonaba muy contundente y elegante, y el madrileño se entregaba desde el minuto uno a ese pop-soul-blues blanco de vocación comercial y acabado intachable.
En el escenario Frigo faltaba potencia y claridad en el sonido, pero la Travellin’ Brothers Big Band se encontró con un público muy receptivo que ya había llenado el recinto antes de su salida a escena, y demostró muchas tablas y capacidad para empaparse de las aguas de Nueva Orleans. Gospel, soul y blues con buenos arreglos y una rotunda voz en su cantante Jon Careaga.
En el Escenario Verde irrumpían al entrar la noche Alabama Shakes con toda su aura creada de forma meteórica: muchos lo tienen ya como el grupo del año. Resulta un poco exagerado, teniendo en cuenta que lo que hacen es muy mimético con el pasado, concretamente el de hace 45 años, finales de los 60. Pero en escena realmente la cantante Brittany Howard tiene un poderío que arrastra a la banda y los coloca cerca de una Janis Joplin & the Big Brother Holding Company. Repasaron su único álbum en poco más de una hora y dejaron muy satisfecho a un público que ya ocupaba toda la parte de la arena frente al escenario. Luego, Brittany estuvo detrás del escenario firmando autógrafos y haciéndose fotos con todos los que se lo pedían, sonriente y dicharachera.
Dayna Kurtz, encargada de cubrir el aspecto más tranquilo de una noche tan fogosamente soul, y también más inclinada al jazz que el resto de las propuestas de la noche (junto a unos Nevermind Trio a los que no pudimos ver), se atrevió a comenzar su actuación directamente con el dramático lamento de Do I Love You, lento y triste blues que emocionó con su grave y recia voz. Luego siguió con temas de su último disco Secret Canon, en el que recupera melodías olvidadas del cancionero clásico americano, como I’ll Close My Eyes. Fue un bonito concierto, con salidas inesperadas hacia un rockabilly lento y pantanoso en algún momento. Alguna espectadora se quejaba de que se mantengan las enormes sombrillas abiertas por la noche: realmente quitan mucha visibilidad desde los laterales, y con la gran cantidad de gente que había ayer, no estaba la cosa para cegar puntos de vista.
Mientras tanto en el Frigo había otro gentío, que no permitía más que acercarse muy de refilón a lo que estaba ocurriendo en el escenario: The Excitements, un grupo de Barcelona con una cantante mozambiqueña, se había quedado con todo el personal con la fiel recreación del soul de los 60 (el vestido de ella parecía sacado de una portada de las Supremes) y una intensidad total.
Pero el verdadero volcán llegó a continuación, en el momento estelar de la noche, y con muchísima gente llenando toda la zona de playa. Como manda la tradición, los Dap-Kings salieron a escena, y calentaron el ambiente en un par de temas, dando protagonismo a las coristas. Y, señoras y señores, Miss Sharon Jones. Con vestido blanco y plateado de flecos, que no se explica cómo se mantienen en su sitio con el permanente y salvaje meneo al que les somete esa mujer de 56 años con una fogosidad que no es de este mundo. El amigo Santi Tamés la definió perfectamente en un tuit: la Lola Flores del soul. No por exagerada o desbocada, sino por esa forma de dejarse la vida en el escenario, como si esa actuación fuera única e irrepetible. Ella es un volcán, o cualquier otro símil de proporciones enérgicas imparables. Pero es que además tiene una banda soberbia. Nadie lo diría con esas pintas, cada uno tira en una dirección estética, incluyendo al señor que toca los bongos y parece que ha escondido tras ellos el maletín de Wall Street. Y no son negros. Funcionando los siete como un solo hombre, sin protagonismos, con una sección de viento como una locomotora capaz de cambiar de dirección en un instante, y el apoyo de dos coristas que no paran tampoco un momento. La muñeca derecha del guitarrista Luke O’Malley (qué bonito sonido le saca a la guitarra) alcanza una velocidad y precisión digna del David Gedge de The Wedding Present, pero con finura soul.
Pero Sharon Jones se lleva todas las miradas. Su vozarrón permanece intacto, por mucho que baile, se agite y casi se descoyunte por todo el escenario. Entra en una catarsis continua, en la que se crece sin parar, canta, recita, se quita los zapatos y se deshace del ‘pinganillo’ para expresarse con toda la libertad que precisa. Mientras tanto la banda es una máquina infalible que con un quiebro cambia de pronto de canción y sigue los deseos de la jefa con tanta devoción como pasión.
Alternaron canciones de sus diferentes discos, con especial dedicación a I Learned the Hard Way en Without a Heart, Money y Window Shopping.Pero el punto central de la actuación fue la versión de When I Come Home, de su último álbum, que duró cerca de quince minutos arrebatadores. Con un veloz ritmo funky repetitivo, en el que la banda introducía decenas de variantes y sorprendentes arreglos de viento, crearon un verdadero trance que crecía y crecía con una Sharon Jones inagotable. A continuación sacó a un chico del público para cantarle a la cara los consejos de Be Easy. Más tarde se embarcó en otro turbo-funk con seis chicas que sacó al escenario y con las que bailó en conjunto y una a una. Sin un momento de respiro, soltó un vozarrón impecable en la más pausada Giving Up, antes de entrar de nuevo en trance funk y hacer el boogaloo ante un público tan asombrado como arrebatado por su contoneo, y terminar con 100 Days, 100 Nights. Por si fuera poco con la hora y media de entrega total, Sharon Jones acabó firmando autógrafos y cantando a los fans en el puesto de venta de discos. Prodigiosa.
Fotos de The Excitements y Sharon Jones: Jazzaldia.