En su última visita como telonero de Wilco en el Kursaal nos dejó un poco fríos. Pero ayer en el atardecer de la playa de La Zurriola, el concierto de Jonathan Wilson fue idílico en varios sentidos. El originario de California del Norte, pero afincado en cuerpo y espíritu en California, ya estuvo el año pasado formando parte del ‘supergrupo’ que se montaron Dawes y Jackson Browne. Esta vez tenía todo el protagonismo y la expansión de tiempo y espacio que precisan sus canciones.
Con un sonido excelente y un público amplio y atento sobre la arena, Jonathan Wilson y su grupo se mostraban a gusto y entregados a sus canciones tan herederas del sonido de Laurel Canyon, tan setenteras como su melena o el gesto de la paz con el que se despidió. Cantando magníficamente, alternando guitarra eléctrica y acústica, con el teclista Jason Berger llevando el peso de algunos de los mejores arreglos y el propio Wilson explayándose en sus punteos, fueron desgranando las canciones de su disco Gentle Spirit que en directo incluso ganaban puntos. O quizás era solo el lugar y el momento. Sonó preciosa la canción Gentle Spirit, con ese sonido de mellotron al principio, también Can We Really Party Tonight? Estrenaron una canción del próximo disco, Moses Pain (algunos entendieron algo de Spain), con muy buenas pintas.
El único problema, si se le quiere llamar así, es que las canciones de Jonathan Wilson recuerdan tanto a Crosby, Stills, Nash & Young, más por separado que juntos, que en cualquier momento piensas que van a empezar a cantar Cowgirl in the Sand o Wooden Ships. Pero por lo demás fue un gran placer. También para ellos: Wilson no paraba de repetir lo contento que estaba de haber vuelto a San Sebastián. Ni ellos mismos se creían la puesta de sol que les servían de marco, entre la arena y el mar. Dejaron para el final piezas con amplios desarrollos instrumentales como Natural Rhapsody (con solo de piano eléctrico y un devaneo jazzístico, como si quisieran justificar su inclusión en el Jazzaldia), Magic Everywhere y Valley of the Sun. Era el último concierto de la gira que venían haciendo desde primeros de junio, y por eso se les notaba especialmente sentimentales, o así. “Mañana volvemos a California, tenemos ganas de regresar a casa, pero también nos quedaríamos aquí por un año, más o menos”, concluyó Wilson. Pues gracias por traernos aunque sea por hora y media esas esencias californianas, nosotros pusimos el decorado. Y feliz regreso.