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Ricardo Aldarondo

Mon Oncle

Calexico: una de cal y otra de éxito

Un placer, de nuevo. Era la segunda vez que Calexico pasaba por el Victoria Eugenia, con todas las entradas vendidas desde días atrás y, si bien quizás la primera resultó algo más impactante por lo novedoso, el sábado el grupo de Joey Burns (voz y guitarra) y John Convertino (batería) volvieron a entusiasmar y con buenas razones. Se les podía poner pequeñas objeciones, y empezamos por ellas porque son pocas y de escasa importancia: un exceso en la guitarra rockera de Depedro en un par de momentos; y otro exceso también en la invitación a dar palmas y a ‘levantar’ con gestos al público. Ambas cosas innecesarias: la primera porque ya tienen suficiente fuerza las canciones de Calexico tocadas con esa pasión sin necesidad de elevar un punto más la electricidad; y la segunda porque el público ya traía el entusiasmo puesto y lo volcó en cuanto el grupo lo mereció, que fue todo el rato, y en crescendo.

Empezaron con Epic, la primera canción de Algiers, pero a diferencia de Tindersticks y Damien Jurado (otros admiradores del Victoria Eugenia que han pasado por el teatro este año), Calexico no tenía intención de repasar entero el nuevo disco. Y a la segunda canción, Across the Wire, ya estaban picoteando en el pasado y visitando uno de sus mejores discos, Feast of Wire, con las trompetas, uno de los puntos fuertes de Calexico en directo, llamando a las puertas del paraíso fronterizo-musical. Las nuevas canciones de Algiers, un disco correcto y agradable pero que no sobresale entre la producción reciente del grupo, encajaban bien en el repertorio conocido: nada de bajón momentáneo y a esperar el siguiente éxito. La suavidad de Fortune Teller y el tono trágico de Para se sostuvieron muy bien frente a los pasajes más tex-mex y spaghetti western, entre ellos el gozoso y emocionante instrumental Minas de cobre con ovaciones entre cada una de sus breves partes.

Algunas canciones aparecían con arreglos distintos: Two Silver Trees sonó más oscura, con los coros cambiados en el estribillo; y en la inevitable (afortunadamente) Alone Again Or de Love, elevaron el protagonismo de las palmas aflamencadas desde el principio. La voz de Joey Burns sigue cautivando en cada frase. La elegancia con las escobillas del muy alto pero muy agachado en el sillín John Convertino permanece tan inmaculada en el trote como en el paso lento. El teclista tuvo un par de momentos estelares realmente brillantes, con deriva latina energética, y los dos trompetistas hacían que todo brillara más, no solo soplando, sino multiplicándose: Martin Wenk cantó los coros y tocó la trompeta, la guitarra, el vibráfono, el acordeón, la armónica, un tecladillo que hacía sonidos raros y alguna percusión. Un fenómeno, aparte de transmitir un entusiasmo natural al tocar, en perfecta armonía con Jacob Valenzuela, que se contagia al público.

Como en la anterior visita, el español Depedro se sumó a la alineación de Calexico como un músico más. Y, quitando el detalle comentado al principio, ejerció de importante apoyo a la eléctrica y aportando con bastante presencia su bello tono de voz en los coros y frases ocasionales en castellano.

Depedro esta vez no ejerció de telonero, ese lugar lo ocupó un cuarteto de Oregon, Blind Pilot, que superó por completo, y en solo media hora, el estatus de entretenedores-hasta-que-lleguen-las-estrellas. Con unas canciones y unas melodías que, sin salirse por ningún lado de los márgenes clásicos del country folk, eran una delicia. Sobre todo por la bella voz del cantante Israel Nebeker y unas armonías vocales junto a la chica Kati Claborn y el contrabajista Luke Ydstie que provocaron ovaciones al término de algunas canciones, y cuando el público les despidió como si fueran las estrellas de la noche.

Y el bis de Calexico comenzó precisamente con la suma de los componentes de Blind Pilot, para demostrar el potencial vocal de ambos grupos en celestial armonía, con esta preciosa versión de Look at Miss Ohio, de Gillian Welch.

Como demostrando confianza en sus nuevas canciones, no dejaron de hacerlas en los bises: siguieron con Sinner in the Sea, antes de terminar con el esperado subidón enérgico, a tráves de Güero Canelo (otra de Feast of Wire) con solos breves de cada uno, las presentaciones de rigor, y el público en intensa comunión con una fiesta de fronteras, hermandades y mezcolanzas, que incluyó la cuña del Desaparecido de Manu Chao sin necesidad de cambiar de acordes.

Para el segundo bis tenían muchos hits festivos en la recámara a los que poder acudir, pero prefieron una despedida tranquila, la misma del nuevo álbum, The Vanishing Mind. A la salida, el puesto de ventas de discos estaba desbordado, los de Blind Pilot se hacían fotos con los nuevos fans, y nos quedamos con las ganas de saber cuántos discos se habían vendido. Pero por la cantidad de vinilos bajo el brazo que vimos, hicieron buena caja. Se ve que algunos grupos venden más al final de los conciertos que en las tiendas, virtuales o no.

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Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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