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Ricardo Aldarondo

Mon Oncle

Parade: concierto en el cine y cine en el concierto

¿Un concierto matinal en una sala de cine normal que ni siquiera tiene escenario? Sí, sonaba raro, pero todo cobró sentido incluso antes de que Parade saliera a escena en el cine Trueba, en una demostración de las originales propuestas del festival Dock of the Bay, que en ese cine ha ofrecido buena parte de su programación: el logotipo del grupo sobre la pantalla, un escenario perfecto que encajaba justo en el hueco entra la pantalla y las butacas, y, detalle muy importante, una lámpara años 70 dando calor de salón hogareño, prometían un plan perfecto. Y así fue para el casi centenar de personas que se apuntaron a una de esas experiencias que luego muchos lamentarán haberse perdido.

Las canciones de Parade, amalgama de pop retro y techno casero, con cierto espíritu inocente e ingenioso heredado de Vainica Doble, están cargadas de referencias al cine y al cómic. Sobre todo beben de la ciencia-ficción, pero Antonio Galvañ lleva su viaje sideral lleno de pasión y futurismo mucho más allá, a otras referencias cinematográficas, principalmente de los años 70 y 80. Cada canción iba acompañada de las imágenes de una película concreta durante toda la canción que, sin necesidad de un montaje troceado, casaban a la perfección con las letras, el espíritu y detalles concretos de cada canción.

Ese tímido desinhibido, o algo así, que parece ser el profesor Galvañ, defiende sus canciones con toda pasión, por mucho que las bases sean maquinales, en compañía de otro teclista y un guitarrista. Las estupendas letras, reescriben y adoptan a muchos de nuestros héroes del cine de género, el espíritu de la ciencia-ficción de los años 60 y los fabulosos mundos de color y fantasía del cómic y los dibujos animados.

Empezaron con una despedida sobre imágenes de Supermán, y luego llegó Primer contacto acompañada de Encuentros en la tercera fase. Intercalaron algunas canciones del disco Materia oscura, como la estupenda No más rocanrol, en la que a algunos sorprendieron las imágenes de la genial y delirante película Los 5.000 dedos del doctor T, y El dolor del espacio.

Todas las letras despliegan ingenio, pero sin resultar chistosas. Al contrario, están cantadas muy en serio y con total compromiso. Pero una de las más graciosas es la que cuenta la teoría de que, cuando Bob Dylan decidió sustituir la guitarra acústica por la eléctrica y provocó un escándalo en el festival de Newport, fue debido ni más ni menos a que le cayó un rayo del espacio exterior que le hizo ver la luz. Es El aerolito Dylan.

Pero Galvañ y alumnos también se fueron a otros géneros, como la comedia de high school, con John Hughes como referente, aunque la historia que cuenta Innsmouth es casi trágica.

Nunca bailo, con las imágenes de la magnífica Danzad, danzad malditos, el homenaje Stephen Hawking, Transplutonia, o la muy india Corazón Sioux, dejaron también sitio a una rendición total a los estudios dibujos animados japoneses y especialmente al estudio Ghibli con Chihiro y Totoro, dos de las cuatro canciones de su más reciente EP. También hubo un encantador cuento siniestro, sobre la peculiar bruja Flora Rostrobruno. Y para completar el devocionario, una balada al más puro estilo italiano que Galvañ también confesó adorar, Romance Morlock.

Con un inquívoco gusto por la melodía y una apuesta sin reparos por el pop romántico, irónico e incluso cursi si es preciso, Parade ofreció más de una hora de estupendas canciones en una insólita mezcla de concierto y sesión de cine, que encontró su lugar perfecto. Ahora, ¿se repetirán conciertos en el Trueba en las mañanas de los sábados? No lo descarten…

Un espacio en 3D: cine, música, libros y más

Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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