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Ricardo Aldarondo

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Qué bonito es el desamor: el concierto de Lorena Álvarez y Manos de Topo en Intxaurrondo

Íbamos con mucha expectación al concierto de Manos de Topo tras su extraordinario tercer disco, Escapar con el anticiclón, pero no solo respondieron a lo esperado los barceloneses, sino que el doble concierto del viernes en Intxaurrondo nos regaló a los no avisados otro descubrimiento, Lorena Álvarez y Su Banda Municipal. Siendo muy distintas musicalmente, ambas formaciones no podían aparecer en mayor armonía, formaban el programa doble perfecto en otra estimulante propuesta del San Miguel Donostikluba. Porque la telonerara se convirtió en estrella (“yo he venido por verte a ti”, imploraba alguno entre el público cuando la asturiana dio por supuesto que el personal estaba esperando a Manos de Topo, a pesar de que fans y neófitos estábamos volcados con lo suyo) y nos dejó enamorados de sus canciones, de su desparpajo, de sus dramacomedias amorosas y de su pop rural, que es como se está calificando a la sorprendente cuña de romance y pandero que Lorena ha metido en el indie. Ambas formaciones comparten una gracia no chistosa, sino ingeniosa, una capacidad para acercar al surrealismo las situaciones más cotidianas, no solo en las letras, también en su interacción con el público.

 

Acompañada por dos chicos, dos tambores, dos botellas de anís y una corneta, más su diminita y añeja guitarra española, Lorena salió ya tocando de entre las cortinas y nos situó de pronto en la canción tradicional española, la de pueblo, la de romería y baile a lo suelto o a lo agarrao. Sin aditamentos ni disimulos, incluyendo el rasca-rasca de la botella de Anís del Mono, aunque con el componente contemporáneo de la ironía y una indefinible capacidad de conectar con un público, el del pop indie, en principio alérgico a las tradiciones rurales.

Con la inocencia de una pastorcilla y la retranca de una experta del club de la comedia, Lorena Álvarez resulta desternillante con sus espontáneos comentarios entre canción y canción, como si estuviera en la cocina de su casa. Pero sorprende la seriedad a la que muta instantáneamente cuando empieza a relatar sus historias sencillas pero magníficamente escritas, de amores hasta la muerte y desamores para la eternidad. Los tres parecían la versión moderna de Nuevos Mester de Juglaría o así, pero con una gracia para las letras y las melodías digna de Vainica Doble, en las que no te quieres perder ni una palabra de su deliciosa perfección, y una presencia perfectamente contemporánea. En conexión con lo que hace Víctor Herrero, pero más lúdico y fresco, no por ello menos hondo.

Recolectaron casi todas las canciones de su único elepé, Anónimo, con miniaturas deliciosas como Novias, La boda, Centro de atención (graciosísimo reconocimiento de su verborrea), Muchas gracias o las muy graves Testamento y Plegaria. Lorena dejó desde el primer momento la botella de anís, ya con poco líquido en su interior, al frente del escenario e invitó al público a beber de ella. También quería que bailáramos, y jugueteaba con el escaso pero implicadísimo público: “¿Por qué aplaudís si esta nos ha quedado fatal?”, retaba, después de haberse quejado en la anterior de que los aplausos no eran suficientes. Lorena se parte de risa entre canción y canción y tiene una gracia especial en todo lo que dice y hace. “Esto va a ser muy corto, así que yo de vosotros iría disfrutando desde ahora mismo”, dijo al principio, y bien que le hicimos caso. Que vuelva cuanto antes, con toda la banda.


Manos de Topo tampoco se amilanaron por el escaso público, apenas 80 personas: ¿Coincidencia de varios conciertos en la misma noche (Mark Eitzel en Hondarribia, Crystal Castles en Bilbao) o que ya hay gente que antes iba a casi todo y ahora no puede permitirse ni los modestos 12 euros que costaba la entrada? En cualquier caso Miguel Ángel Blanca y los suyos salieron a pleno pulmón, cantando a capella lo de “Los gatos quieren escapar de tu casa” y arrancaron con un Animal de compañía potente y lleno de matices, como sería todo el concierto, y con un final guitarrero añadido en el que Miguel Ángel ya excitó los objetivos de los fotógrafos con sus miradas enloquecidas. Pero había mucha sensatez, profesionalidad, cohesión y capacidad comunicativa en la forma de interpretar sus canciones en un grupo que es capaz de mantener un xilófono de juguete como uno de sus instrumentos básicos, y que se oiga y tenga tanto fundamento como la potente base rítmica o la voz (sí, peculiar, pero muy buena) de Miguel Ángel. Además, venían con la violinista Sara Fontán que redondeaba la reproducción de los imaginativos y ricos arreglos de las canciones en disco.

Se centraron sobre todo en Escapar con el anticiclón, hasta que empezaron a hacer incursiones en el muy celebrado Ortopedias bonitas, empezando por la primera canción que compusieron, la fabulosa El cartero, como cuenta Miguel Ángel en la presentación.

Tragedia en el servicio de señoras, Haz tu magia o Pinzas en los ojos fueron algunas de las canciones que repasaron del tercer disco, mientras dejaban el segundo casi en el olvido, como si se hubieran tomado en serio su título, El primero era mejor. Mentirosa y Tus siete diferencias fueron, por supuesto, momentos álgidos, al igual que Es feo, otro pedazo de canción.



La controvertida forma de cantar de Miguel Ángel, asumiendo con todas las consecuencias el estado de ánimo del hombre en desesperada crisis amorosa que protagoniza todas y cada una de sus canciones, medio ahogado por la congoja, el lloro o el lamento, no deja ver a sus detractores lo bien que canta, la variedad de registros que tiene, la capacidad expresiva de un papel que en escena dramatiza sin excesos, entre la tragedia griega y el bufón burlón.

Entre las canciones que incluso mejoraron la versión del disco estuvo Morir de celos, con un comienzo que daba protagonismo a las armonías vocales, otro de los puntos fuertes de un grupo que tiene unos recursos musicales y compositivos muy por encima de lo que se ve en el indie pop español. Por no hablar de las extraordinarias letras: qué capacidad para crear frases sorprendentes y surrealistas, cinéndose a un solo tema, el desorden amoroso. El público, conocedor de buena parte de esas complejas frases, acompañaba con fidelidad ese Morir de celos, además de sacar provecho de la familiaridad de la situación e interactuar con el grupo, aunque algún espontáneo bastante pasado de vueltas intervenía en exceso; en exceso de todo. “Aféitate” fue uno de los clamores entre el público, entregado por otra parte a la ética y estética del grupo, y hasta hubo quien reconoció haber pasado por las tragedias amorosas que relataba Miguel Ángel, en una especie de momentáneo alcohólicos anóminos de la vida en pareja.

El único defecto del concierto fue su brevedad: aunque hubiéramos escuchado con gusto todas las canciones de sus tres discos, en 50 minutos ya se estaban despidiendo con Lógico que salga mal, que también salió muy bien, con Miguel Ángel demostrando de dónde sale la frase “no seas tú mismo al bailar”.

El bis fue generoso, sin embargo, con Miguel Ángel y la violinista ofreciendo en solitario la canción oculta de Ortopedias bonitas, y añadiendo El pollo frito, Mejor sin pijama, para terminar con la coral La estatua de la libertad, en la que Miguel Ángel, no sabiendo ya que hacer con el espontáneo gritón, y confiando en que se sabía las canciones, le invitó a subir a hacer coros. En lugar de eso, el tambaleante hombre se dedicó a comentar cosas como “el pan está a 1,20 euros”, a defender las curvas de Angelina Jolie o los muñecos de Playmobil, añadiendo inesperadas dosis de surrealismo mientras el grupo tocaba la canción entre las risas y la incredulidad, hasta que la cosa se puso realmente pesada. Hasta sus amigos le recriminaron que hablara del precio del pan en lugar y desplazara a la violinista en lugar de corear con todos lo de “laes-ta-tuadelali-ber-tad” ad infinitum.

Luego tuvimos el obligado reencuentro con Miguel Ángel Blanca después de aquella primera vez que relatamos hace tres meses con detalle en Mon Oncle, en el post Me topé con Manos de Topo. Contaba el afable y muy sensato cantante que estaban agradecidísimos al público que había venido, aunque la cosa se está poniendo muy complicada: grupos que hace cinco años se defendían, hacían sus bolos y ganaban su modesto dinerito, ahora casi no pueden cubrir los gastos de desplazamiento desde Barcelona de ochos músicos (sumando la banda de Lorena) apiñados en una furgoneta. A los promotores tampoco les compensa y hacer una gira en condiciones para un grupo que ya tiene tres discos y una considerable fama resulta cada vez más difícil. Pero no se quería poner dramático el risueño Miguel Ángel, ni mucho menos, y nos comentó que este año habrá nuevo disco de Manos de Topo, que ya está en ciernes. Que sea otro anticiclón.

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Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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