Hace un par de años se dio una pequeña resurrección del cine de romanos, mientras en el formato televisivo triunfaban Roma y el nuevo Spartacus. Me refiero a la muy floja Centurion (Centurion, Neil Marshall, 2010) y a la más sólida y disfrutable La legión del águila (The Eagle, Kevin Macdonald, 2011) que ahora recuperamos, mezcla de épica guerrera, aventura de redención y trauma paterno filial, con alguna pincelada sobrenatural e incluso de western. Al romano Marcus Flavius Aquila, interpretado convincentemente por Channing Tatum con esa mezcla de dureza y sensibilidad, inocencia y ardor guerrero que requiere el personaje, le toca pagar lo que hizo mal su padre; o restaurar su figura, porque el destino del progenitor, los 5.000 hombres de su ejército y el estandarte del águila que desaparecieron misteriosamente en Britania, no está nada claro.
El comandante Marcus Flavius Aquila emprende en solitario un viaje junto a un esclavo (Jamie Bell) al que ha salvado la vida intuitivamente y que se convertirá en enemigo-amigo, en rival-colega, para afianzar uno de los temas clásicos del relato: la honestidad, la fidelidad, el compromiso. Un viaje para recuperar el estandarte con el águila de aquel ejército, y también el honor del padre, un hombre que perdió, o quizás abandonó, a sus hombres. Un viaje a un lugar misterioso, desconocido, allá donde termina el mundo. Y en este punto La legión del águila recuerda a las serie Juego de tronos, o viceversa, porque los romanos construyen un gran muro, el Muro de Adriano, allá donde desaparecieron sus compañeros. Y todo lo que está al norte de esa gran frontera, esa Britania infranqueable, es lo desconocido, lo enigmático y peligroso, como en Juego de tronos.
Así, La legión del águila no se conforma como una de romanos con sus intrigas de poder, sus gladiadores y espectaculares luchas (solo hay una, en la que se dirime el destino del esclavo Esca), sino más bien como una aventura iniciática, con largos días de viaje y peligros y el encuentro con una tribu desconocida y peligrosa, por parte de dos colegas en una situación que podría recordar, con todas las distancias, a El hombre que pudo reinar (The Man Who Would Be King, John Huston, 1975).
El uso del paisaje y las batallas cargadas de épica pero no recargadas en lo digital proporcionan un disfrutable trabajo visual, que atiende tanto a lo bello como a lo sórdido: los métodos que tienen que emplear para alimentarse los dos protagonistas, o la violencia física y moral de un par de situaciones con niños que reinciden en los temas que forman la base del argumento: la fidelidad y la traición, la reverencia al padre frente a la vida propia, el relato de la verdad o el engaño que determinan los destinos de unos y otros. El inclasificable director de El último rey de Escocia (The Last King of Scotland, 2006), La sombra del poder (State of Play, 2009), y los documentales La vida en un día (Life in a Day, 2011) y Marley (2012), Kevin Macdonald, elabora un conjunto sin una definitiva personalidad, pero tan ameno como cuidado.
La edición en DVD y Blu-Ray se completa con algunas escenas eliminadas, que se revelan prescindibles, pero también aporta la interesante curiosidad de un final alternativo: los cuatro últimos minutos son muy distintos, con otra opción para el destino de los dos protagonistas de esta buddy movie sin carga de humor, y su ansiada y mítica águila.