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Ricardo Aldarondo

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Magnetófonos, auriculares y gritos: 'Berberian Sound Studio' y Broadcast // Atlántida Film Fest (4)

Un estudio de los años 70, con sus magnetófonos, sus bobinas, sus mesas de mezclas con potenciómetros. Un hombre que llega a hacer su trabajo, como experto en crear sonidos para películas. Chicas que gritan ante un micrófono, como parte de un trabajo que puede tomarse como rutinario, crear las bandas sonoras de unas películas en una época en las que había muchas películas así: el giallo como peculiar variante del cine de terror en la Italia de los 70. Son, por tanto, muchos homenajes los que hace, o muchas referencias del pasado las que evoca Peter Strickland en Berberian Sound Studio, una película que algunos vieron en Sitges (y de la que algunos escribieron opiniones decepcionadas), que ha estado disponible en el Atlántida Film Festival ya finalizado, y que ganó hace unos días en el Bafici.

Vi en su momento la primera película del británico Peter Strickland, Katalin Varga (2009). Esta segunda, Berberian Sound Studio, es muy distinta, y sin embargo tiene los mismos puntos a favor y en contra. En Katalin Varga, que narraba la huida de una mujer con su hijo por campos y montañas, cuando el marido descubre un turbador hecho del pasado, Strickland creaba una atmósfera muy especial, apoyada en el paisaje y el sonido, tan inquietante como melancólica, y trataba el drama de una mujer casi como un thriller envuelto en la niebla, en inciertas amenazas. Pero una vez planteada su gran capacidad para crear una atmósfera sugerente a través de la imagen y el muy cuidado sonido, no conseguía redondearlo con un guión rotundo.

En Berberian Sound Studio, con una estética, temática e intenciones muy diferentes, vuelve a pasar lo mismo. Quizás algunos de los decepcionados con la película en Sitges se llevaron un primer chasco al comprobar que no entra de lleno en el género de terror, aunque su estética y su esencia parecen envolverlo todo. Sin embargo, Berberian Sound Studio está llena de atractivos. A quienes nos fascina todo ese mundo de los estudios de grabación, esa especie que parece en extinción, sobre todo con la estética y los materiales de este (torres de aparatos, laberintos de cables, paredes acolchadas, micrófonos de peso, magnetófonos de bobinas, auriculares nada aerodinámicos) ya nos tiene ganados una película que además cuenta con un personaje protagonista, ese misterioso, apocado y silencioso técnico que interpreta Toby Jones, tan adecuado, por físico y por estilo.

Además, está esa forma de ver por dentro cómo se hacía el cine de género. Cuando se plasma el cine dentro del cine, suele ponerse el foco en el rodaje, en la producción. Aquí es la creación del sonido lo que se revela, y además con unas características muy peculiares. Luego, estáel poder que impone el jefe del estudio, creando relaciones enfermizas que se superponen al misterio de ese hombre que le narra por carta a su madre cómo le va en su exilio laboral. Tensión psicológica, cine dentro del cine, magnífico trabajo con la imagen y un sonido que dan ganas de disfrutar con auriculares para apreciar todas sus texturas, toda su riqueza… Muchos atractivos elementos que están sobre la mesa y sin embargo de nuevo Strickland llega un momento que parece atorarse como guionista, su película da vueltas sobre sí misma y no se crece en la última parte como parecía. Y como merecía.

Aun así, Berberian Sound Studio tiene muchas cosas fascinantes, una de las mayores, y en realidad la que le llamó la atención a uno sobre la película, es la banda sonora de Broadcast, lo último que grabó el grupo, ya entonces dúo, antes de que muriera la cantante Trish Keenan, a comienzos de 2011. Nada más adecuado para un proyecto así que una banda sonora de un grupo que creó durante la pasada década texturas tan fascinantes, cándidas y misteriosa, reutilizando todo un arsenal de instrumentos y técnicas de grabación de los 60 y 70. Aunque es casi toda instrumental, la música creada por Broadcast, entronca perfectamente con sus discos de canciones, aunque aquí no hay canciones propiamente dichas: las 39 brevísimas piezas que contiene el disco (en la edición en vinilo son 17 en una cara y 22 en otra, lo que le da un aspecto visual, con tantos cortes, similar al de los discos de efectos de sonido o diseñados para probar equipos hi-fi propios de la época) tienen la melancolía, la delicadeza y el experimentalismo propios de Broadcast, jugando a menudo con variantes sobre tres sencillos y preciosos temas, y combinando órganos eclesiásticos, sintetizadores primitivos, flautas y mellotrones, voces con mucha reverberación, ecos y ruido de cinta magnética. Funciona como disco autónomo, y casa a la perfección con el espíritu, la estética, la esencia de la película. Qué más se puede pedir a una banda sonora. Incluyendo la portada.

Esta es una de las piezas más bonitas:

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Un espacio en 3D: cine, música, libros y más

Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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