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Ricardo Aldarondo

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Jazzaldia (3): Belle & Sebastian y su país de las maravillas; Dave Douglas, sentido y sensato

Era la cuarta vez que veía a Belle & Sebastian. La primera fue tan especial, que todos los que estuvimos allí, en aquella carpa abarrotada y con un calor de 45 grados o así, en el Festival de Benicassim de 2001, lo tenemos como un punto y aparte, algo irrepetible: hasta entonces Belle & Sebastian había sido un grupo casi oculto, a pesar de que ya habían desatado todos los fervores con sus tres primeros discos; no habían actuado en directo apenas, ni habían hecho festivales internacionales. La devoción, casi hasta el histerismo, entre el público y un grupo aún tímido y alucinado, fue algo memorable.

Pero dejando aparte aquella ocasión, el concierto de Belle & Sebastian en el Jazzaldia el viernes fue también esplendoroso. Tras las incertidumbres de algunos ante la lluvia (se había suspendido el concierto de las 21.30 de Nothing Places, a pesar de que el Jazzaldia no suele cancelar más que en caso de peligrosa tormenta), tras el sirimiri rabioso que nos duchó mientras nos acercábamos al escenario, fue salir la docena de componentes de Belle & Sebastian al escenario y todo se volvió maravilloso: ya no cayó una gota de agua, y la felicidad fue casi permanente (con el paréntesis del recuerdo a las víctimas de Santiago con el que Stephen propuso concentrarnos en “mandar buenos pensamientos a Santiago, es lo mejor que podemos hacer en una semana difícil como esta, seguro que funciona”).

Doce años después de aquel Bennicassim en el que parecían colegiales, Belle & Sebastian dominan absolutamente el escenario, con Stuart Murdoch definitivamente convertido en líder total en detrimento de Stevie Jackson, que tuvo su momento de lucimiento en To Be Myself Completely. Pero la profesionalidad no ha borrado en absoluto el punto de inocencia, de fiesta de amigos, de naturalidad que siempre les ha caracterizado y que necesitan sus canciones.

Comenzaron, como era de prever, con el instrumental Judy Is a Dick Slap y I’m a Cuckoo, y todas sus virtudes ya estaban sobre la arena. Un público, esta vez, sí, muy fan y entregado al concierto (8.500 personas, según informa la organización) conectó de inmediato con ellos, coreó y disfrutó de principio a fin (aunque con ese punto de contención habitual frecuente entre nosotros). La excitante Le Pastie de la Bourgeoisie , que a mí siempre me ha recordado a los iniciales The Monochrome Set,  y Another Sunny Day siguieron confirmando el buen feeling inicial.

Sonaban impresionantemente bien, y aquí hay que recordar el espléndido sonido que tienen habitualmente los escenarios del Jazzaldia. En este caso fue una gozada disfrutar con esa calidad y potencia todos los matices de los arreglos y la multiinstrumentación de Belle & Sebastian: además de los cambios de posición e instrumentos que hacen los miembros del grupo, contaron con un cuarteto de cuarteto de cuerda de nuestro entorno, para reproducir a la perfección esos arrebatadores arreglos, en canciones como I Want the World to Stop.

Siguieron con un repertorio en la línea del que hicieron en la gira americana del mes pasado, obviando tanto Tigermilk como, lamentablemente, el fabuloso elepé aunque vapuleado por algunos Fold Your Hands Child, You Walk Like a Peasent. Tienen canciones mucho mejores que algunas de las que tocaron, pero el repertorio funcionó a la perfección, combinando sentimiento, diversión, clasicazos y todas las armonias vocales y los arreglos excelsos que les caracterizan. Stuart Murdoch canta magníficamente bien (cómo un ángel, si nos queremos poner ya rematadamente cursis) y es un entertainer en toda regla, que a su alta cultura musical une el refinamiento y la elegancia de un Fred Astaire indie, o así. Y todos los demás, a su alrededor, disfrutan con ese punto entre función colegial (hubo flauta y sonajero) y gloriosa fiesta sesentera y ochentera, con el bagaje de todas las décadas del mejor pop; diversión colectiva pero con el sustrato de unas melodías y composiciones de alta costura.

Y con su punto de show: en Lord Anthony, Stuart, como lleva ya unos años haciendo, baja entre el público para que alguna chica de la primera fila le maquille. Le salió un poco rana el show: la chica a la que le echó las pinturas al principio de la canción parece que ya las había perdido, o gastado, para cuando él llegó. No problem, salió bien airoso del trance. Aquí el proceso:

Las más celebradas canciones fueron, por supuesto, las de los discos popularmente conocidos como ‘el verde’ y ‘el rojo’. Del primero de los dos, The Boy with the Arab Strap incluyó invitación a un buen número de chicas a subir a bailar, a pesar de la distancia entre escenario y público. Momento super happy.

En el tramo final también cayeron del ‘rojo’, la canción que le da título, If You’re Feeling Sinister y para cerrar el concierto, la inefable Judy and the Dream of Horses, aunque previamente se disparó el frenesí bailongo de nuevo con la muy sixties Legal Man, y ahora chicos y chicas del público danzando en plan ye-yé. Algunas no quisieron irse sin besar al encantador Stuart, y ellos también se lanzaron a darle la mano; dicen que una le llegó a restregar sus partes nobles (ay, esa pantalla gigante delatora), pero yo no lo vi.

Parecía que no, pero regresaron para un bis, de dos canciones, y no una como suele ser habitual en ellos: Get Me Away From Here, I’m Dying y The Blues Are Still Blue. No llegó a hora y media, pero la fiesta playera que desafió a la lluvia y volvió todo sunshine fue totalmente satisfactoria.

Antes, qué contraste, habíamos estado viendo al trompetista Dave Douglas en la Plaza de la Trinidad, al que siempre es un placer reencontrar con cualquiera de sus proyectos. Ahora en formato de quinteto (y un día antes de intervenir en uno de los momentos más apabullantes del Masada Marathon, el cuarteto original Masada), hizo un concierto con tanta técnica como corazón; sentido y sensato. Sentido porque dedicó un tema a su profesora de trompeta, Lucie Frank, que murió hace quince días, e incluso se le quebró un instante la voz al contarlo. Y porque recordó a las víctimas de Santiago, diciendo en castellano, “estamos con ustedes y con Santiago, con amor”. Este precioso tema funcionó como elegía:

Puse un tuit para contarlo y una hora más tarde me contestaba el propio Dave Douglas corroborando: “Verdad! Y gracias”, tal cual. Hay que ver qué atentos y comunicativos son algunos músicos en el Twitter, también Vijay Iyer retuiteaba este blog y otras críticas de su concierto.

Dave Douglas mostró una vez más esa técnica irrefutable cargada de sensibilidad que siempre mantiene en todas sus vertientes, en perfecta conjunción con su grupo, y presentó entre otros este precioso tema (aquí solo un fragmento) que abría su álbum Be Still del año pasado, aunque en el disco con voz femenina, de Aoife O’Donovan.

Un espacio en 3D: cine, música, libros y más

Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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