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Ricardo Aldarondo

Mon Oncle

'The Newsroom': vieja televisión anegada de verborrea

No creo que quienes gustan de hacer comparaciones entre las series de televisión y el cine, puedan esgrimir The Newsroom como ejemplo de la “superioridad” actual de las primeras sobre el segundo. La ruptura de los límites de la antes llamada “pequeña pantalla” que otras series sí han emprendido brilla por su ausencia en The Newsroom, que viene a ser la sitcom de siempre, pero con menos comedia y mucho más donaire transcendente en sus situaciones, siempre facilitado por la ambientación en medios periodísticos.

Antaño la característica de la TV era un predominio del diálogo y un uso abusivo del plano/contraplano con escasas variantes de puesta en escena: “Es un producto televisivo se decía, se dice aún, de las películas que por presupuesto o dejadez de sus responsables se estancaban en esos límites poco creativos visualmente. Por eso The Newsroom, a pesar de su look aparente y ese empaquetado lustroso que dan las siglas de HBO y la autoría de Aaron Sorkin, nos parece vieja y funcional televisión: casi toda la acción transcurre en un mismo espacio, la redacción de informativo de una cadena de televisión, con esporádicas salidas a otros lugares para respirar (muy poco); y todo se fía los diálogos, que inundan cada capítulo de principio a fin y que determinan la puesta en escena absolutamente funcional, a pesar de que sus responsables usen continuamente microzooms caprichosos y continuos para dar una impresión de dinamismo, a lo que viene a ser una simple batalla verborréica entre sus personajes.

Y qué personajes. Supongo que será cosa personal que uno no logre empatizar con ninguno de ellos, ni para bien ni para mal. Pero es que no  puede ser que todos sean tan ocurrentes todo el tiempo. La sobreentendida habilidad de Aaron Sorkin para la creación de diálogos brillantes, incisivos y con coña funcionan como líneas sobre papel, pero resultan artificiosos, pesados y hasta ridículos (por pura inverosimilitud) en el fragor de la batalla dialéctica. Sólo diré que una redacción, con todo sus integrantes tan listos, tan  rapidísimos en la réplica, tan irónicos e ingeniosos, tan quedones en el gesto y todo ello todo el tiempo, resultaría sencillamente insoportable; imposible trabajar ahí. Esa es otra: no sé cómo funciona una redacción de televisión, y menos americana, pero no me parece nada verosímil una televisión en la que el presentador está resolviendo sus problemas sentimentales in situ diez segundos antes de entrar en antena. Secuencias como la del intento de convencer a una dependienta relacionada con un escándalo para que acceda a ser entrevistada, tratando de echar de la tienda a la clienta, bordean el disparate en un producto que nunca pretende la comedia, aunque se apoye en un humor de puñalada y taconazo, de retranca en bucle.

Las relaciones personales/sentimentales con derivas al cotilleo entre los principales personajes se alternan con el combate profesional y de expareja entre el presentador y la productora del programa. Y el tercer vértice del esquema argumental son las noticias de actualidad, con un tema como base en cada capítulo, escogidos entre los acontecimientos reales de los últimos años en la política y la sociedad americana. Lástima que este último apartado se quede siempre en un quiero y no puedo: ni entra a fondo en la intriga o el análisis de los hechos, ni sirve como repaso informativo, siempre somero e incompleto ante la continua necesidad de pasar a los otros dos aspectos del esquema argumental. En el lado más positivo quedan los actores: Jeff Daniels saca un poderío que puede sorprender a quienes se hayan quedado con su imagen de comediante algo melifluo de los años 80, la Emily Mortimer de Harry Brown y Shutter Island resulta convincente como mujer brava y bastante cargante, el gran Sam Waterston aporta ese toque de distinción innato en él (algo distorsionado por la pajarita) y todo el coro de la redacción afronta con éxito un verdadero tour de force en la locuacidad de los personajes.

Entre los rasgos de ese convencionalismo está la música de Thomas Newman, siempre tan parecido a sí mismo, y la forma de utilizarla, anunciando de forma nada sutil, el-momento-sentimental, el-momento-de-tensión-crucial, y así. Sin embargo la sintonía de inicio me gusta mucho, le vas cogiendo el gusto y el afecto a cada nuevo capítulo, como debe ser.

Todo este comentario se refiere a la primera temporada. No sé cómo habrá evolucionado la cosa en la segunda, pero aquí me planto, no me tienta ni me intriga a dónde deriva la segunda, ya difundida en los canales del ramo, aunque aún no disponible en DVD/Blu-Ray. Y ya está en marcha una tercera. Pero uno prefiere cambiar de canal.

Un espacio en 3D: cine, música, libros y más

Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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