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Ricardo Aldarondo

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Bailando hasta el nuevo amanecer con Joe Crepúsculo, Vigalondo, Cobeaga y la troupe

El simil es tentador: si 1982 tuvo a Pedro Almodóvar y Fabio McNamara a lo loco sobre un escenario, en 2014 Nacho Vigalondo y Joe Crepúsculo doblan la apuesta del cineasta metido a cabaretero. El simil se acrecienta cuando hace una semana pensábamos si con el recién nacido Dabadaba estábamos teniendo el Rock-Ola donostiarra del siglo XXI.

Pero agotado el simil, viene la gran diferencia: Joe Crepúsculo es un gran compositor-intérprete que se basta solo en el escenario para desplegar el contagioso poderío de sus canciones, últimamente zambullidas en tecno pop ochentero disparado hacia todos los ritmos posibles, y especialmente latinos. Solo que con Alacrán (Vigalondo), auténtico tigre de los MC, animal escénico capaz de combinar el punch de disco boy con las artes marciales, y de arengar sin descanso a un público entregado, la cosa se convierte en una fiesta eufórica y apasionada. Como ocurrió el sábado en el Dabadaba, tras la actuación de Panty Pantera, a las que lamentablemente no pudimos ver porque aún estábamos en el homenaje a Lou Reed.

Joe Crepúsculo, como un Jean Michel Jarre cool, estira ambos brazos para controlar su teclado, aupado en unas cajas de Coca-Cola (¡esa estética, Dabadaba!), y la parafernalia de botones para los pregrabados que manipula al tiempo que canta e interpreta con pasión sus excelentes letras. Comenzó él solo con Nuevo amanecer y ya estaba casi todo ganado.

Reconozco que no confié en Joe Crepúsculo en sus inicios, cuando ya muchos lo veían como la gran revelación. Me parecía que desafinaba más allá de sus y nuestras posibilidades, y que el rollo amateur tenía una gracia de corto recorrido. Sin embargo, en los últimos discos (ya van seis) se ha crecido sobremanera. No hay más que escuchar la diferencia entre La canción de tu vida, tal como la grabó en Supercrepus en 2008 y de nuevo en el espléndido Nuevo ritmo (2011). Ahora Joe Crepúsculo tiene unas docenas de canciones con increíble capacidad de convertirse en himnos privados y colectivos, ahondando en un montón de géneros que siempre parece calzar bien, especialmente cuando adopta géneros populares, de la canción romántica a la eurovisiva, de la pachanga y el bakalao al reggaeton, de la cumbia a la bossa nova.

Y así, atrapado entre sus mandos pero libremente expresivo, incita a bailar, corear, gozar y reir all night long. Todo eso ya lo consiguió él solo. Pero cuando tras media docena de temas salió Alacrán, alias de Nacho Vigalondo, el espectáculo ya fue de leyenda.

Sonaron muchas de las canciones de Baile de magos (2013), como Bailando en el lavabo, Batalla de Robots (¿fue en esta en la que ambos se movían como autómatas?), pero también otras anteriores como las maravillosas La canción de tu vida, Tus cosas buenas o Ritmo mágico. En el fragor incesante, no se podía ni sostener el móvil para grabar.

Se celebraba también que Borja Cobeaga y su equipo han llegado ya a la mitad del rodaje de Negociador, y allí estaba el director, viejo colega de Vigalondo, con lo cuál la noche no podía ser más redonda, y parte del equipo de la película. Entre ellos, también Antonna de Los Punsetes. Así que, al final del concierto, cuando Vigalondo jaleó a Cobeaga y empezó a sonar el megahit Mi fábrica de baile, aquello fue apoteósico. He aquí el documento al completo:

Y la cosa terminó a ritmo de tecno-cumbia, con Hoy no me quiero levantar, que podría ser para muchos el resumen perfecto de este intenso fin de semana.

 

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Sobre el autor

Periodista de Cultura y crítico de Cine de El Diario Vasco. Colaborador de Rock De Lux, Fotogramas y Dirigido Por...


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