Lugar: Sala Dabadaba (San Sebastián). Fecha: 23 de agosto de 2014. Asistencia: Lleno, 250 personas.
Era una feliz rareza, un insólito logro, que un grupo como Black Lips, que tiene acomodo en los escenarios principales de los grandes festivales internacionales, que estuvo este mismo año entre los nombres en letra grande del Primavera Sound, que acumula caché y leyenda, accediera a engalanar el recoleto Dabadaba, que se apuntó otro pequeño hito en su aún corta historia con la actuación del cuarteto de Atlanta (más una saxofonista). Las entradas se agotaron dos días antes y la calurosa velada estuvo a la altura de la expectación.
Enérgicos, ligeramente gamberros y deliberadamente despreocupados, Black Lips tienen aún el sambenito de las trastadas escatológicas que han solido protagonizar en escena, a pesar de su aspecto de buenos chicos. Pero el único fluido corporal que inundó el Dabadaba fue el sudor de un público fogoso y entregado al frenesí. Rock & roll juvenil y primitivo, riffs electrizantes, estribillos coreables y ganas de diversión inundan sus canciones. Mientras algún ayudante desde un lateral iba hinchando globos y lanzando rollos de papel higiénico al público (que vino bien para secar el sudor o improvisar adornos corporales), sonaron notables canciones del reciente Underneath the Rainbow y auténticos himnos para bailar y corear en comandita como O Katrina, Justice For All y Bad Kids. No alcanzaron el máximo de sus conciertos más legendarios, comentaban acérrimos seguidores, pero montaron un fiestón de rock & roll. Una noche hot hot hot.
(El sonido en la sala no fue el horrorcete de estos vídeos, tomados desde detrás del equipo de sonido y con un teléfono).
La mayor locura de la noche con (timida) invasión de escenario:
La fiesta del papel higiénico:
Himnos para todos: