Tyson Gay, Asafa Powell… Ni siquiera merece la pena dar más nombres. La lista es extensa y oscura. Atletas con nombre, con mucho nombre. Deportistas que dan positivo por dopaje y no solo pierden toda la credibilidad que antes tenían, sino que hacen que los aficionados al deporte desconfíen de cualquier “superhéroe” que haya protagonizado proezas como las que estos tramposos interpretaron defraudando a sus admiradores, a sus países y al conjunto de los ciudadanos que creíamos en ellos. Y digo interpretar porque es como una obra de teatro en la que actúan convirtiéndose en falsas estrellas. Para juzgar a estas “estrellas estrelladas” están los jueces, pero la opinión pública ya tiene su particular sentencia y es dura: “Todos los atletas se dopan”. Con Armstrong, pasó lo mismo: “Todos los ciclistas se dopan”.
Además, el dopaje vende. Parece ser que más incluso que el propio deporte. Los derechos para ofrecer el Mundial de atletismo cuestan 80.000 euros y ninguna cadena televisiva los quiere. Sin embargo, los medios se pegan por contar quién se dopa, cómo lo hizo, por qué… ¡Es normal! A la gente le interesa, el interés que genera no se puede medir. ¡Morbo! Que el quinto poder, los medios de comunicación, otorgue un lugar especial en sus portadas al tema del doping, no ayuda nada a que la opinión pública tenga una imagen digna y real del juego limpio de la mayoría de los deportistas. Pero si lo pensamos bien, por una parte, no está mal que la gente conozca la cara de aquel que estuvo años engañándole, aunque, es triste que estos falsos deportistas no solo contaminen su cuerpo con el dopaje, sino que además, intoxiquen al conjunto del deporte que practican.
Pero ¿nos creemos algo hoy por hoy? Somos desconfiados por naturaleza. Yo empiezo a no creerme nada. Mi “particular” juicio se está celebrando en mi cabeza. Algún día sospecharé hasta de mi “vecino”. El equipo de ciclismo Sky ya se ha ofrecido a la UCI para evitar que el recelo que generan sus exhibiciones en alta montaña desaparezca. ¡No lo tendrán nada fácil! Froome, tras su impresionante victoria en Mont Ventoux, tuvo que lidiar con las incesantes preguntas de los periodistas. ¿Le preguntaban por sus ataques? No, querían saber si está dopado. Él se enfadó, como es lógico: “Me parece triste sentarme aquí después de la victoria más importante de mi carrera y hablar de dopaje”. ¡Incluso fue comporado con Armstrong! Y Contador, sabiendo que iban a preguntarle sobre lo mismo, aclaró su postura: “Voy a decir que permitiré dos preguntas sobre dopaje y no más. Si no, me iré a mi habitación a descansar tranquilamente, que todavía me espera una semana muy dura en el Tour”.
Y esta es la triste imagen del deporte. Triste porque por culpa de unos, los mejores en muchos casos, todos son juzgados. Mitos seguirán cayendo, y parece ser que arrastrarán a todos los verdaderos superhéroes que prefieren jugar limpio.