Mediante estas líneas, me quiero dirigir abiertamente a Marta Domínguez. Más allá de expresar lo que pienso o dejar claro que no, yo no te creo, me gustaría hallar más respuestas. Y quién sabe, quizás algún día la tuya.
Te escuché el otro día en La Cope, en la entrevista que te hicieron en El Partido de las 12. Te dieron la posibilidad de defenderte, de romper tu inquietante silencio, aunque tengo serias de dudas de que lograras convencer a alguien con tus argumentos. Conmigo, al menos, no lo conseguiste, pero se agradece que lo intentaras después de tanto tiempo sin que se supiera nada de ti.
No soy experto en dopaje. Tampoco médico ni nada por el estilo. Simplemente, soy un aficionado al atletismo, que tiene el gusto de escribir al respecto de vez en cuando y que disfrutó con tus triunfos (sobre todo con tu oro, ahora perdido, en Berlín 2009), que sufrió con tus caídas (la de Pekín 2008), que te vio en directo en los Juegos de Londres completando una actuación un tanto decepcionante… Pero también soy un defensor del deporte limpio, de la igualdad de condiciones y del deporte como elemento transmisor de valores. Eso es lo que soy. Y, por eso, porque perdí mi tiempo animándote y preocupándome por ti, creo que merezco, como muchos otros, una explicación. Unos argumentos que me hagan ver que los médicos, los que sí saben de dopaje, se equivocan.
No me creo que todo esto sea un complot contra ti, contra Marta Domínguez. Y no me lo creo porque ellos (los médicos, los que saben de valores sanguíneos) sí me han dado argumentos para demostrar que no jugaste limpio.
Dices, Marta, que si te hubieras dopado durante 17 años te hubiera dado un infarto. Yo no creo que te hayas dopado tanto tiempo. Pero tampoco que ni te hayan ofrecido ni te hayas dopado, tal y como aseguras. ¿Cómo me explicas, Marta, que durante tus mejores años lograras ganar a atletas rusas que posteriormente han sido sancionadas? “La que es buena, es buena”, me dirás. Es lo que dijiste en La Cope. Pero, permíteme que te diga que ese argumento es un poco flojo.
No tengo el honor (o deshonor, si es verdad aquello de que te dopaste y de que engañaste a tanta gente que confió en ti) de haber hablado contigo nunca. Te llamé una vez. A ti y a bastante gente de tu entorno. Quería hacer un reportaje sobre los medallistas españoles en el Europeo Júnior de 1993. Sirvió para inaugurar el Estadio de Anoeta de San Sebastián y se cumplían veinte años de tu victoria en la capital guipuzcoana. Eras buena incluso de joven. Ya estabas siendo investigada cuando traté de ponerme en contacto contigo, pero creía que tenías derecho a contar, como hicieron todos los demás protagonistas, qué viviste allí. Al fin y al cabo, solo se trataba de una investigación. Huelga decir que no me cogiste. Y también creo que es importante destacar que gente que te conoce bien me dijo que no ibas a querer hablar. ¿Por qué? No lo entiendo, si ibas limpia, ¿no?
La primera vez que entré en los bajos de Anoeta recuerdo que aluciné con las fotos de aquel Europeo Júnior. Tu victoria de 1993 (yo ni había nacido) está bien plasmada en imágenes. Pero ahora me da un poco de tirria que esas fotos sigan ahí.
Lo que sí te digo, Marta, es que ahora no te voy a llamar. Supongo que tampoco me contestarías. Escribo con la esperanza de que algún día leas esto, aunque seguramente tampoco lo harás. De todas formas, quiero que sepas que yo, Marta, yo no me escondo detrás de nada (ahora, detrás de un ordenador, pero siempre me podrás encontrar en una pista de atletismo, otra cosa es que tú te presentes por una de ellas) y que estaría dispuesto a escucharte. “La gente que me ve (por la calle) sólo me dice cosas bonitas. Hay mucho hijo de puta por ahí que no dice la verdad, pero nadie me ha llamado tramposa”, dijiste el otro día en la radio. Creo que yo, y muchos otros, no te decimos cosas bonitas, pero tampoco me considero un “hijo de puta”. Te llamo tramposa, porque hay expertos que me han demostrado que tus valores no son normales. Y, básicamente, porque tus argumentos, esos mismos que apelan a un complot contra tu persona (además de que no diste positivo nunca, etc.) me parecen un poco flojos. Pero, insisto, yo seguiré pasándome por las pistas de atletismo, como he hecho hasta ahora, por si algún día quieres volver (no deberías tener miedo de explicarte más frecuentemente, pues dices que la verdad es tuya) y explicarnos a todos los que no te creemos qué pasa realmente.
“Nunca he dado positivo. Nunca me he dopado. Nunca me he hecho transfusiones de sangre. El pasaporte biológico se basa en interpretaciones”. ¿Cómo es posible que todos los expertos coincidan en sus interpretaciones? ¿Complot contra Marta Domínguez? ¿Por qué contra ti, Marta? Por cierto, que Lance Armstrong, el ciclista, tampoco dio positivo. Como muchos otros… Desgraciadamente, para que se cree la herramienta para detectar el dopaje, primero tiene que haber quienes se dopan…
¿Y qué me cuentas de Urco? Niegas, rotundamente, tu vinculación con la Operación Puerto. Hablamos del año 2006. Unas bolsas de plasma con el nombre de Urco, el perro de Juan Diego Bercianos (tu marido, Marta), un número de teléfono que coincide, curiosamente, con el tuyo en la agenda de Eufemiano Fuentes junto al nombe… ¡Sí, el nombre Urco!
“Pero ¿eso quién lo dice? ¿Urco es Marta Domínguez?”. Lo dice un auto de la Operación Galgo (demasiadas veces metida en problemas, ¿no?). “Mira, lo que aparezca en una agenda… no lo sé”. Me sigue pareciendo flojo el argumento. De hecho, que te den la oportunidad de hablar públicamente como lo hicieron en El Partido de las 12 y que sigas contando no verdades, creo que no te hace ganar mucha credibilidad. “¿Has tenido tú o alguna persona cercana a ti alguna vez un perro llamado Urco?”, te preguntaron. “No”, dijiste. Y callaste. Pero te demostraron que en el Sistema de Identificación de Animales de Compañía se da fe del nacimiento de un rottweiler (el 23 de febrero de 1999) llamado Urco. Y su dueño fue, sorpresa, Diego Bercianos. Y lo seguiste negando.
Lo siento, Marta Domínguez, pero yo no te creo.
Apelas a “todo el trabajo” hecho para lograr las medallas. Dices que eres consciente de todas las horas que has tenido que entrenar para lograr tus objetivos. Nadie te lo niega. Era tu trabajo y seguro que cumpliste con los duros entrenamientos, pero eso no explica nada. Hasta el que más se dopa necesita entrenar como un animal para alcanzar los triunfos. Afortunadamente, conozco lo que es sufrir en una pista para lograr (o no) los objetivos planteados. Y, afortunadamente también, conozco a mucha gente que lo hace limpiamente. Deportistas que, sin duda, sufrirían si se les cerrara la puerta para acudir a unos Juegos, Europeo… porque otros, además de entrenar y cumplir, juegan sucio. Sé consciente también de eso, Marta.
“Nadie me va a quitar esa medalla y esos títulos. Me duele, pero sé lo que he sido, lo que soy y lo que me ha costado llegar hasta aquí. Yo sé lo que soy y lo que he hecho en mi vida”. Yo, Karel López, le pregunto a Marta Domínguez: ¿qué eres?